Hace tiempo vi esta película, El honor de los Prizzi, cuyo guion nos lleva por medio de una familia de origen italiano (Prizzi), donde se realizaban todo tipo de actividades del llamado bajo mundo, pero una persona pudiera llamarse la pieza discordante de la familia. Al final todo termina en que el honor de la familia debe preservarse por encima de todo, independientemente de las contradicciones o de las actuaciones, porque la muerte moral es superior a la muerte física o a la muerte social.
Hurgando en el baúl de la historia, me he encontrado con ejemplos significativos que van desde las notas bíblicas hasta acontecimientos recientes e importantes. Tamar, nuera de Judá (Génesis 38) queda viuda de dos hijos de Judá y, por el levirato, queda “atada” a la familia a través del tercer hijo, que nunca le es dado, dejándola en una posición de limbo social y familiar. Ante la negativa de Judá, se hace pasar por prostituta para obtener descendencia de él mismo, lo que se percibe como una deshonra gravísima para la casa de Judá cuando su embarazo se hace público.
Solo cuando se conoce que está encinta, Judá ordena que sea ejecutada por adulterio, exigiendo “quemarla”, lo que testimonia cuánto se lee su conducta como una afrenta a la honra del linaje; solo cuando se prueba que el padre del niño es el propio Judá, el oprobio se revierte parcialmente sobre él y la familia.
¿A dónde iría yo con mi vergüenza?
En la historia de Amnón y Tamar, el hijo de David fuerza sexualmente a su hermana, produciendo una doble tragedia: la violación personal y la deshonra pública de la casa real de Israel. La propia Tamar en el relato pregunta “¿a dónde iría yo con mi vergüenza?”, indicando que no solo su reputación, sino la imagen de la familia queda marcada por este acto.
El crimen de Amnón genera una cadena de violencia intrafamiliar que culmina en el asesinato de Amnón por Absalón, otro hijo de David, y contribuye a la crisis política del reinado; el pecado de un miembro se transforma así en oprobio y conflicto para todo las “casas de David”.(2 Samuel 13)
El oprobio familiar alude a la vergüenza pública que recae sobre un linaje cuando la conducta de uno o varios de sus miembros se percibe como moralmente intolerable. En este tipo de situaciones, la sanción no es solo jurídica, sino sobre todo simbólica: estigmatiza el apellido, rompe lealtades internas y reordena el lugar de la familia en la comunidad.
Desde el derecho consuetudinario hasta los códigos modernos, la deshonra familiar se entrelaza con normas sobre filiación, herencia y capacidad civil, especialmente en sociedades patriarcales donde la honra del grupo se encarna en la figura del páter familias.
Un ejemplo puede ser cuando se produce el parricidio, el estigma alcanza al resto de la familia: otros hijos, cónyuges y parientes son percibidos como beneficiarios, cómplices o, al menos, como herederos de un apellido manchado, lo que puede afectar su acceso a cargos, alianzas matrimoniales o reconocimiento social durante generaciones.
En la modernidad, un tópico frecuente es el del hijo o pariente que se convierte en delincuente notorio, situando a la familia en el centro del escándalo público. El relato típico el descendiente involucrado en crímenes graves como homicidio, corrupción o tráfico de drogas ilustra cómo la conducta individual se traduce en oprobio colectivo, deteriorando el prestigio social y profesional de todo el entorno familiar.
Me remito a la querida filósofa, ensayista con su ética de mínimo, Adela Cortina, cuando nos dice lo siguiente: El "rearme moral" se refiere a la necesidad urgente de recuperar y fortalecer la ética en la sociedad, especialmente frente a la crisis de valores y el auge de la intolerancia, la mentira y el individualismo, proponiendo una ética mínima de justicia (principios básicos de convivencia) como base para construir una sociedad más pluralista, dialogante y justa, educando para la deliberación racional y la responsabilidad cívica, más allá de la mera legalidad. No es posible llegar al desarrollo con un desarme moral de la sociedad.
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