Con cinco años de gobierno, es posible identificar las características principales de la gestión del PRM. En esencia, el Gobierno ha utilizado la misma ecuación del PLD, con una excepción: ha hecho emblema del intento de combatir la corrupción porque con eso llegó al poder, aunque los escándalos propios estén presentes (ahí está SENASA, el del momento).
Utilizar la misma ecuación no significa que todo sea igual, sino que los parámetros son los mismos.
El Gobierno del PRM ha mantenido y expandido el Estado clientelar-asistencial que estableció el PLD a partir del 2005. Esto refiere, sobre todo, a una creciente empleomanía gubernamental y la ampliación de diversos programas de subsidios públicos a ricos, pobres y clase media.
El crecimiento simultáneo del gasto público y la deuda es una bomba de tiempo que amenaza la estabilidad fiscal.
En estos cinco años, el PRM ha aumentado la empleomanía pública en unos cien mil puestos (con mayores salarios) y los subsidios, tanto en cantidad otorgada como en el número de beneficiarios.
Según datos del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES), entre el 2015 y el 2019, el promedio del gasto del Gobierno central fue 16.8% del Producto Interno Bruto (PIB), y 19.0% del 2021 en adelante.
Este Gobierno ha llegado al punto de que los gastos corrientes superan de manera constante los ingresos corrientes, en lo que Andy Dauhajre ha llamado la “trampa del gasto corriente”. Y ese aumento del gasto se ha estado financiando con más deuda pública.
El crecimiento simultáneo del gasto público y la deuda es una bomba de tiempo que amenaza la estabilidad fiscal.
A pesar del aumento en empleomanía y subsidios, los servicios esenciales siguen sin mostrar mejoras significativas.
O sea, el crecimiento simultáneo del gasto público y la deuda pública es una bomba de tiempo, una ecuación peligrosa.
El dilema político radica en que aumentar los impuestos para reducir el ritmo de endeudamiento generaría mucho descontento social (el Gobierno le huye a eso), lo mismo que reducir la empleomanía pública o los subsidios.
Por eso no se ha realizado la cacareada reforma fiscal y posiblemente todo permanezca igual hasta que los acreedores internacionales obliguen al Gobierno dominicano a recaudar más o reducir gastos.
Si complicado es ese panorama, igualmente problemático es que, a pesar del aumento del gasto público en empleomanía, contrataciones, publicidad y subsidios, no se observa una mejoría en los servicios en ninguna de las áreas claves: ni en educación, ni en salud, ni en electricidad, ni en transporte.
El Gobierno se ha dedicado a concentrar poder político sin el debido cuidado de las consecuencias negativas de gastar más sin mostrar eficiencia o mejoría en la oferta de servicios. Para suerte del Gobierno, el pueblo dominicano es generalmente dócil y la oposición sigue en su marasmo.
El beneficio político inmediato de gastar más, aun con préstamos, es la alta aprobación presidencial que registran las encuestas.
El riesgo hacia adelante es la posible pérdida de la estabilidad macroeconómica y el desmonte brusco de subsidios públicos, o una subida repentina de impuestos.
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