Toda tecnología es una extensión del cuerpo humano.
—Marshall McLuhan

HERRAMIENTA: La IA como extensión del pensamiento creativo

En este tiempo, la inteligencia artificial (IA) ya no es una promesa ni una amenaza abstracta: es un entorno que condiciona la creación literaria. Usada con criterio, se convierte en aliada del escritor; empleada sin preparación, aplana la voz y deforma la escritura. Su relevancia no es solo tecnológica, sino también ética y filosófica. La IA opera como extensión del pensamiento creativo: la tecnología amplía lo que somos.

La escritura pone de relieve nuestra capacidad para concebir ideas, organizarlas y experimentar con estilos, y además evidencia nuestra vulnerabilidad cuando no ejercitamos la reflexión crítica, y esto en sí es un problema. Hoy, el autor ya no se enfrenta en soledad a la página en blanco: conversa con un sistema que propone, corrige y amplifica sin necesidad de perder la voz. Ese intercambio convierte la escritura en un proceso híbrido donde lo técnico y lo creativo se fusionan. La IA no sustituye al autor; lo libera de tareas mecánicas para que trabaje la intención, la emoción y la originalidad, con apego a una ética y una estética sostenidas por el pensamiento crítico.

Ahora bien, el peligro es latente: si quien escribe carece de formación literaria básica —estructura de la oración, modos verbales, géneros—, puede quedar atrapado en el influjo de la IA y cederle el juicio y la voz. Es como conducir un vehículo de carga por una calle estrecha y congestionada sin saber manejar: el resultado puede ser caos y accidentes.

DESAFÍO — Técnica, criterio y riesgos de ceder el juicio.

Para decirlo llanamente: el peligro no está en la máquina, sino en entregarle el juicio y la voz. Cuando el autor no tamiza con rigor la intervención de la IA, se pierde lo inédito, se homogeneiza la voz y se resiente la coherencia. No es un dilema nuevo: la técnica reconfigura nuestros modos de producción y lectura (McLuhan, 1964) y, en la época de la reproductibilidad técnica, proliferan fórmulas repetibles si falta criterio selectivo (Benjamin, 1936/2003). La novedad es la escala y la velocidad: hoy hay evidencia de que la IA puede elevar la creatividad individual mientras reduce la diversidad colectiva cuando falta el juicio del autor (Doshi & Hauser, 2024).

En consecuencia, la respuesta profesional no es apologética, sino metodológica. Propongo una tríada editorial: mantener solo lo que impulsa la tesis o hace avanzar el argumento. Adaptar las ideas válidas que llegan con registro externo para que suenen a la propia voz (léxico, cadencia, metáforas). Además, eliminar redundancias, lugares comunes, tecnicismos innecesarios o frases que “dicen” sin mover la aguja. La tríada se aplica con un tamiz básico: formular la intención en una frase; trazar el mapa (tesis–razones–evidencia–cierre); ajustar la voz con verbos activos y ritmo propio; asegurar la trazabilidad cuando falte una fuente; y podar repeticiones o palabras superfluas.

Hay signos de que se está cediendo en el juicio: un discurso correcto pero que no se puede distinguir, un exceso de adjetivos y sustantivos que ocultan el verbo, metáforas que no tienen relación con el tema del autor y afirmaciones que no se pueden comprobar. En contraste, el control autoral se reconoce porque cada párrafo tiene una oración principal clara, mantiene alta densidad semántica (cada frase aporta), exhibe firma vocal en giros propios y sostiene un registro coherente de principio a fin (Barthes, 1967). Un ejemplo operativo: versión cruda —“La IA mejora la escritura y ahorra tiempo, pero puede afectar la creatividad si se usa mal”—; tras el filtro autoral: “La IA agiliza la página, no el criterio: si se cede el juicio, los minutos ahorrados se pagan con una voz más plana”.

En resumen, no se trata de “escribir con IA”, sino de editar con criterio lo que la IA propone. Según investigadores influyentes del siglo 20 y 21, indicaron que, cuando la tríada y el tamiz se vuelven hábito, la herramienta deja de ser un mero atajo y se convierte en laboratorio de ideas al servicio de una autoría consciente (Benjamin, 2003; McLuhan, 1964; Doshi & Hauser, 2024).

DEFENSA — Responsabilidad ética y estética del escritor tecnológico

En cuanto a la defensa de la IA para el escritor, conviene subrayar que el oficio supone una responsabilidad ética y estética: no basta con redactar bien; hay que escribir tecnológicamente con responsabilidad sopesada.

Para ello implica tres actos profesionales:

  1. Curar lo que la herramienta propone (qué conservar y por qué),
  2. Trazar influencias y fuentes (distinguir lo propio de lo inducido) y,
  3. Cuidar la voz (mantener timbre, intención y coherencia del estilo).

La IA no roba autenticidad; la revela, porque expone qué parte del texto proviene del oficio del autor y cuál surge de la asistencia técnica (Barthes, 1967).

En conclusión, el futuro de la literatura será simbiótico: mente humana y algoritmo trabajando juntos. La técnica no suprime al autor; lo desafía a distinguir entre lo útil y lo esencial, lo mecánico y lo creativo, lo repetitivo y lo original. Como toda tecnología que extiende nuestras facultades, la IA reconfigura la autoría sin eliminarla (McLuhan, 1964).

En este contexto, la IA amplifica la exploración de ideas, la prueba de estructuras y el ajuste de registros; pero la responsabilidad por el sentido, la veracidad y la belleza permanece en el autor. Para quien busca profundizar en la escritura contemporánea —incluso en entornos inmersivos concebidos como laboratorio narrativo y de presencia—, su uso ético y rastreable no solo es pertinente: es necesario. Ya no se trata de producir, sino de seleccionar, de ejercer la curaduría y el juicio en la época de la reproductibilidad técnica (Benjamin, 1936).

Epílogo: la llama que no se apaga

La IA es fuego: ilumina o quema. «La máquina calcula; el hombre interpreta», y en esa lectura crítica y reflexiva siempre estará la verdadera escritura. En última instancia, como toda tecnología que amplía nuestras capacidades, la IA transforma sin eliminar la autoría (McLuhan, 1964). Incorporarla es un acto de ética literaria, una defensa de la escritura de calidad: el autor sabrá conservar su fuego sin perderse en él. Entre razón y espíritu, entre código y conciencia, la IA deja de ser amenaza para convertirse en aliada de la claridad humana.

Referencias abreviadas (APA 7)

  • Barthes, R. (1967). La muerte del autor.
  • Benjamin, W. (1936/2003). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.
  • McLuhan, M. (1964). Understanding Media: The Extensions of Man.
  • Nota del autor: Algunas estructuras argumentativas y analogías presentes en este ensayo —como la comparación entre la escritura y la conducción de un vehículo utilitario— fueron sugeridas por un asistente de inteligencia artificial (ChatGPT, OpenAI). El autor supervisó, seleccionó y adaptó estas ideas para preservar la intención literaria, filosófica y apologética del texto.

Matías Benjamín Reynoso Vizcaíno

Educador

Matías Reynoso Vizcaíno, abogado, educador y pastor evangélico. Iglesia El Multiplicador / Tácticas Legales E-17, oficina de abogados.

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