
En las últimas décadas, el debate sobre el desarrollo en República Dominicana ha estado dominado por el crecimiento del turismo, las zonas francas, la inversión extranjera y las infraestructuras urbanas. Pero mientras celebramos avances macroeconómicos, millones de dominicanos que viven en zonas rurales siguen esperando algo tan básico como un camino vecinal en buen estado, acceso a agua potable o una escuela digna.
La verdadera pregunta es: ¿puede un país avanzar de forma sostenible dejando atrás su campo?
Mi teoría es clara: el desarrollo rural sostenible no es una opción ni una deuda moral. Es una estrategia inteligente y necesaria para lograr un desarrollo nacional equilibrado, inclusivo y resiliente. Lo rural no es lo “periférico”; es la base.
El campo no solo produce comida. Produce cultura, produce agua, produce futuro. Más del 30% de la población dominicana vive en zonas rurales o semiurbanas, y en ellas se encuentran muchas de nuestras principales cuencas hidrográficas, reservas forestales y zonas agrícolas. Son territorios clave para la seguridad alimentaria, la sostenibilidad ambiental y la cohesión social.
Sin embargo, el campo dominicano ha sido históricamente marginado. El acceso al crédito, la asistencia técnica, los mercados o la tecnología sigue siendo limitado para miles de pequeños productores, muchos de los cuales trabajan sin seguridad jurídica, sin protección social y con una productividad baja debido al abandono institucional.
Desarrollar el campo no es solo distribuir recursos. Es planificar con visión. Es invertir en conectividad, educación técnica rural, redes de comercialización, financiamiento adecuado, energías renovables, digitalización agrícola y sobre todo, en capital humano campesino.
Un campo próspero reduce la migración forzada a las ciudades, mejora la oferta de alimentos a precios estables, diversifica la economía nacional y fortalece el tejido social en las comunidades. No se trata de "dar subsidios", sino de generar oportunidades sostenibles, con respeto a la cultura y al medio ambiente.
Desarrollo desde adentro
Países como Costa Rica, Colombia o Vietnam han demostrado que con políticas rurales activas, una economía puede fortalecerse desde dentro. El enfoque territorial, la producción limpia, el turismo rural comunitario, el cooperativismo y la economía circular son caminos posibles y rentables.
La República Dominicana necesita una nueva narrativa de desarrollo. Una que reconozca que las políticas rurales no deben ser marginales, sino centrales. Que lo rural no es atraso, sino potencial. Que sembrar dignidad y sostenibilidad en el campo es cosechar un futuro para toda la nación.
Porque cuando el campo crece, el país entero florece.
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