Dina Boluarte, la primera mujer en ocupar la presidencia de Perú, corrió la misma suerte que sus predecesores desde 2018 y perdió el poder prematuramente, siendo sustituida por José Jerí, y su pasado nos dice que no se sabe si la cura será peor que la enfermedad.
Cuando Boluarte asumió la presidencia después de la destitución de Pedro Castillo, entrevisté para mi programa de televisión a la abogada peruana, y gran amiga, Silvia Mejía y en aquel entonces vaticinó lo que sucedería ahora: “Dina estará en la presidencia mientras sirva a los intereses del congreso”, y así ha sido.
La mandataria fue destituida por el Congreso de su país en un proceso exprés, luego de que el parlamento unicameral, con 118 votos a favor, aprobara la vacancia por "permanente incapacidad moral" en la madrugada de este viernes. Llama la atención que la razón para destituir a un presidente sea prácticamente la misma. ¿Habrán examinado bien la capacidad moral de Jerí?
La destitución de Boluarte confirma que en Perú el poder se sostiene mientras se sirve al Congreso
Desde su llegada a la Jefatura de Estado —tras el fallido autogolpe de Pedro Castillo en diciembre de 2022—, Boluarte forjó una alianza con el fujimorismo y otras fuerzas políticas, lo que le permitió mantener el control del legislativo.
Por eso la salida de Boluarte ha causado sorpresa, pues, a pesar de que su gestión enfrentaba un abrumador rechazo popular y fue marcada por múltiples escándalos, había logrado permanecer en el poder. ¿Pero por qué la destituyen?
En el primer semestre de 2025 se registraron 161 homicidios más que en el mismo periodo de 2024, según el Sistema de Información de Defunciones (Sinadef). Solo en el pasado agosto hubo 209 homicidios.
Y un informe de Human Rights Watch alertó de que Perú es uno de los países de la región donde más han aumentado las muertes violentas.
El ataque a tiros contra la banda de cumbia Agua Marina en un concierto en un club militar en Lima fue el detonante de la crisis que expulsó a Boluarte.
También una serie de bandas delictivas han tomado a Perú como rehén y quieren cobrar un costo a la gente hasta por respirar. Las principales víctimas son choferes de camiones de carga; unos 180 conductores han sido asesinados en lo que va del año por negarse a pagar lo exigido por las mafias, según el Observatorio del Crimen y la Violencia.
Para septiembre pasado, solamente el 3% de los peruanos aprobaban la gestión de Boluarte, reveló la encuestadora Ipsos. Sin embargo, otros estudios le llegaron a otorgar 0% de popularidad entre los jóvenes de 18 a 24 años, una cifra inédita para ningún gobernante en tiempos modernos.
En los más de dos años en el poder, Boluarte ha sido implicada en al menos siete casos distintos de corrupción, algunos de los cuales la han llevado a declarar ante la fiscalía y a que su residencia sea registrada por la Policía.
A la expresidenta se la acusa de cohecho impropio por haber presuntamente aceptado regalos de relojes Rolex y joyas de alto valor, cuyo origen no pudo explicar.
La violencia y la corrupción han convertido al país en rehén de una clase política que se recicla en medio del caos institucional
Toda esta situación: baja popularidad, el auge de la delincuencia, la inseguridad y los escándalos de corrupción hicieron que se cumpliera lo que me dijo Silvia: “Dejó de serle útil al congreso”, pues los mismos que habían archivado sus acusaciones, los que no permitieron otras peticiones de vacancia, fueron los que ahora votaron a unanimidad.
Así se maneja la política y los políticos, todos zarpan cuando el barco se hunde porque en el fondo son iguales y ese es el gran problema de Perú: está atrapado en las garras de un congreso cuyas acciones son peores que a quienes destituyen, pero quizá ahora sea diferente porque quien asume la presidencia es uno de ellos.
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