La historia contemporánea ofrece múltiples ejemplos de cómo las decisiones en materia de política militar pueden marcar el destino de naciones enteras. Una de las advertencias más célebres provino del general estadounidense Douglas MacArthur, quien, tras la Segunda Guerra Mundial, expresó con firmeza que no debía permitirse que Alemania se rearmara. Su posición, más allá de un simple juicio militar, estaba arraigada en una profunda comprensión de la historia europea, las capacidades industriales alemanas y los riesgos inherentes a una potencia con probado talento para la guerra.
Para comprender las razones detrás de la advertencia de MacArthur, es necesario remontarse a las dos guerras mundiales. En la Primera Guerra Mundial (1914–1918), Alemania demostró su capacidad para sostener una maquinaria militar moderna y altamente eficiente. Tras su derrota, el Tratado de Versalles de 1919 impuso severas restricciones: un ejército limitado a 100 000 hombres, prohibición de armas pesadas, de aviación militar y de grandes buques de guerra. Sin embargo, estas limitaciones fueron progresivamente violadas o eludidas en la década de 1920 y, de manera abierta, a partir de 1933 con la llegada de Adolf Hitler al poder.
En apenas seis años, Alemania pasó de un ejército reducido y controlado internacionalmente a una de las fuerzas armadas más poderosas del mundo. Esta transformación vertiginosa culminó en la invasión de Polonia en 1939 y en el estallido de la Segunda Guerra Mundial. La experiencia reforzó en MacArthur la idea de que la estructura social, industrial y cultural alemana podía regenerar rápidamente un poder militar de primer orden.
Douglas MacArthur, veterano de la Primera Guerra Mundial y figura clave de la Segunda, conocía bien las dinámicas estratégicas globales. En su visión, el problema no se limitaba a un régimen específico, como el nacionalsocialismo, sino a una combinación estructural: una sociedad con alta capacidad técnica, disciplina organizativa y una tradición militar centenaria. Estos elementos, sostenía, podían volver a alinearse bajo un liderazgo nacionalista o expansionista, con consecuencias potencialmente desestabilizadoras para Europa.
En el contexto de la posguerra, cuando se debatía si Alemania Occidental debía rearmarse como parte de la estrategia de contención frente a la Unión Soviética, MacArthur advirtió que las lecciones de la primera mitad del siglo XX debían ser tomadas muy en serio. Aunque reconocía la amenaza soviética, consideraba que existían alternativas como fuerzas multinacionales bajo control directo de la OTAN, evitando así otorgar a Alemania una autonomía militar plena.
La postura de MacArthur contrastó con la de otros líderes militares y políticos estadounidenses, como Dwight D. Eisenhower, quien consideraba imprescindible el rearme alemán para equilibrar el poder en Europa frente al Pacto de Varsovia. Finalmente, la Guerra Fría inclinó la balanza hacia el fortalecimiento de la República Federal de Alemania como socio militar clave, aunque bajo un marco de cooperación atlántica y vigilancia estrecha.
No obstante, la advertencia de MacArthur nunca perdió vigencia en ciertos círculos estratégicos, especialmente entre quienes temían que un cambio en el contexto político pudiera convertir nuevamente a Alemania en un actor militar autónomo y dominante en el continente.
En la actualidad, el debate sobre el papel militar de Alemania ha resurgido. La invasión rusa de Ucrania en 2022 provocó un viraje histórico en Berlín, con el anuncio de un fondo especial de 100,000 millones de euros para modernizar la Bundeswehr y el compromiso de incrementar el gasto militar al 2% del PIB o más. Este proceso, conocido como 'Zeitenwende', plantea un escenario que inevitablemente recuerda a las preocupaciones expresadas por MacArthur hace más de setenta años.
Si bien Alemania actúa hoy dentro de una alianza multinacional como la OTAN y en un contexto democrático consolidado, las advertencias históricas invitan a analizar con detenimiento cómo una capacidad militar ampliada podría reconfigurar los equilibrios de poder en Europa. La historia demuestra que las transformaciones estratégicas, aun cuando nacen de fines defensivos, pueden tener consecuencias imprevisibles en el largo plazo.
Douglas MacArthur no se oponía al pueblo alemán ni a su legítima defensa, sino a la idea de un rearme que devolviera a Alemania plena soberanía militar sin salvaguardas internacionales. Su advertencia, basada en un análisis histórico riguroso, continúa siendo una referencia en los estudios estratégicos y de seguridad internacional. En un momento en que Alemania vuelve a aumentar su capacidad de defensa, la lección de MacArthur es clara: el poder militar, cuando se combina con una estructura nacional capaz de movilizarlo rápidamente, exige controles, cooperación y transparencia para evitar que la historia se repita.
Desde su llegada al gobierno, el canciller Friedrich Merz ha impulsado una visión estratégica sustentada en tres pilares: la autonomía europea, el fortalecimiento democrático y la defensa desde la cooperación continental. Merz ha sido explícito en advertir que Europa ya no puede “colgarse” de la seguridad estadounidense. En sus propias palabras: “Los estadounidenses… no se preocupan mucho por el destino de Europa”, y “mi absoluta prioridad será fortalecer Europa lo antes posible, para que podamos lograr independencia de EE. UU., paso a paso”.
Bajo su mandato, Alemania prevé aumentar su gasto en defensa hasta un 3.5% del PIB en 2029, partiendo del 2.4% en 2025. Para financiarlo, ha impulsado un paquete gigantesco de inversión: 500 mil millones de euros para defensa e infraestructura, acompañado por una reforma constitucional que exime el gasto militar superior al 1% del PIB del límite fiscal establecido, el llamado 'freno de deuda'.
La motivación principal no es la agresión, sino la defensa de la democracia y la disuasión: como él mismo afirmó, “en vista de las amenazas a nuestra libertad y paz en el continente, el principio para nuestra defensa debe ser ‘lo que sea necesario’. Y, como mensaje claro a socios y adversarios, declaró que “Alemania hace su gran contribución a la defensa de la libertad y la paz en Europa”.
Pero su proyecto va más allá del gasto: sostiene que Europa necesita reformar su arquitectura de defensa, eliminando fragmentaciones en armamento y promoviendo un verdadero mercado único europeo en el ámbito militar. Incluso ha abogado por explorar la posibilidad de que Francia o Reino Unido extiendan su ‘paraguas nuclear’ a Alemania, garantizando así su protección frente a amenazas de máxima gravedad. En línea con la primera propuesta de Comunidad Europea de Defensa, ha defendido crear una capacidad militar compartida dentro del continente.
En conjunto, la estrategia de Merz plantea un rearme orientado, contencioso en sentido estratégico y con fuerte vocación democrática, buscando que Alemania no solo se defienda a sí misma, sino que contribuya activamente a la estabilidad y soberanía de la Europa liberal.
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