Cuando se habla de la frontera entre República Dominicana y Haití, muchos imaginan una línea que separa una zona de conflictos o abandono, aunque existan algo de todo esto, pocos piensan en ella como un espacio de encuentro, de siembra y resistencia humana.

A menudo, los prejuicios sobre las comunidades transfronterizas, especialmente del lado haitiano, se alimentan de distancia, desconocimiento y discursos que simplifican lo complejo. Esto nos pasa a los que vivimos fuera de esa realidad en movimiento.

Este texto no busca idealizar ni condenar. Busca mostrar. Mostrar lo que crece, lo que persiste, lo que desafía las expectativas. Porque en medio de la sequía, la tala, la migración y la pobreza, también hay árboles. También hay manos que plantan. También hay memoria.

Existe el ir y venir cotidiano que borra lo espacial-nacional para sustituirlo por de “aquel lado”, y “de este lado”. Son los transfronterizos, son los de la migración circular[i].

Lo que sigue es un testimonio técnico y emocional sobre la reforestación en “Matigué”, una comunidad haitiana que, contra todo pronóstico, ha logrado sostener parte del esfuerzo binacional iniciado hace más de 15 años. No es un informe oficial. Es una crónica de campo, escrita desde la experiencia, la duda y el asombro de unos escépticos.

Cuando existió la brigada transfronteriza, nuestro trabajo se concentraba en Sabana Real y Ángel Félix, del lado dominicano. Sin embargo, hoy nos invade la curiosidad, alimentada por nuestra relación profesional y personal con la zona, porque fui el único, en ese entonces, que logró penetrar en “Matigué” o Mathurín, mientras la brigada trabajaba en ambos lados. Además, “Matigué” no se observa con facilidad ni desde la carretera ni desde la fortaleza Cacique Enriquillo; hay que ir al lugar. Hay que caminarlo.

En la República de Haití, en muchos sitios donde se ha hecho un buen trabajo de reforestación: desde Los Miches, en Dajabón, hasta Banano, en Pedernales, hemos encontrado resultados decepcionantes. Por eso, con cierto prejuicio, llegué a comentar que allí, en “Matigué”, no debía haber quedado nada, o muy poco.

Sabemos que los frutos de la reforestación se ven después de muchos años, y los beneficios económicos, ni hablar: en algunas especies, solo se aprecian después de décadas. Por eso, si no vamos al sitio, no podemos ver lo plantado en años recientes.

Queremos aclarar que, en estas entregas, no hablamos en términos técnico-forestales ni evaluamos la calidad de las plantaciones. Nos concentramos, más bien, en los niveles de cobertura que pueden observarse con solo acercarse a los lugares.

Porque a veces, basta mirar con atención para descubrir lo que crece en silencio.

Las plantaciones del lado dominicano cuentan con brigadas que aún hoy trabajan en captación de terreno, preparación de sitios, plantación, mantenimiento y cuidado de los arbolitos plantados, que son los cinco ejes fundamentales de la reforestación. Eso llevaba a cualquiera a pensar, por lógica simple, que en el lado haitiano no quedaría nada.

Pero la observación de las “matitas” que sobreviven, a pesar de la ausencia de brigadas y del pronóstico desalentador, revela una resiliencia inesperada. Si bien los trabajos en República Dominicana se benefician del apoyo continuo por parte del Estado (un ministerio), el hecho de que la cobertura arbórea persista en Haití desafía el prejuicio de la aniquilación total. Se confirma que los resultados de la reforestación solo son evidentes tras años, y que la cobertura observable es el primer indicador del éxito.

La semilla, una vez sembrada en vivero y llevada al campo como arbolito, puede perdurar contra todo pronóstico.

Nuestro escepticismo sobre la supervivencia de la reforestación en la zona transfronteriza, particularmente en “Matigué”, fue puesto a prueba por un colega. Ante nuestra duda de si quedarían 30,000 árboles, para decir un número, Nelson Montero, activista social transfronterizo, respondió con una convicción que insinuaba una cifra superior. Incluso mencionó “grandes reforestaciones privadas”, a la escala haitiana.

Nuestra reciente visita de seguimiento, aunque enfocada en el lado dominicano, confirmó visualmente la recuperación: evidentes manchas verdes que se extienden hacia el oeste, visibles desde la carretera. Un testimonio vivo de que el esfuerzo de plantación ha resistido el paso del tiempo. Más de una década. Más de lo que esperábamos.

Hace años, en una conversación con Nelson Montero, cuando escribía para una revista  sobre el tema, de manera provocativa le comenté: “Nelson, en Matigué quedaron pocas cosas de lo que plantamos”, le pregunté de inmediato: “Si hiciéramos un viaje como aquel para dar seguimiento a la brigada, ¿podrías encontrar al menos 30,000 árboles en desarrollo, sin importar la especie?”

De manera pausada y un poco sorprendido, me respondió contundente: “No, más”.

Sin dar detalles, lo retamos a una apuesta: como sentí que él encontró poco el desafío, le dijo: yo le sumaría 50,000 entre rodales y árboles individuales. Él aclaró: “Una mujer haitiana, que fue diputada, tiene una cantidad muy alta de árboles, solo ella reforestó con más de diez mil árboles en varias parcelas”.

Desafortunadamente supimos ahora (septiembre), que uno de esos rodales o plantación sufrió un incendio y se destruyó en parte.

En Matigué tuvimos problemas porque no había el cuido ni la defensa que se veían en otras comunidades cercanas. La brigada era de esta comunidad y ellos mismos estaban inconformes con la comunidad y se decidió ir a plantar a Sabambobé y Palmé.”, según nos dice Nelson, responsable de las todas las brigadas de la zona en aquella época.

La brigada era excelente. Compuesta por 9 hombres y una mujer responsable de la brigada, como se ve en la foto, en un momento que trabajaban de este lado y Montero traducía al creol el motivo de nuestra visita en 2010.

Pero ¿qué pasó en Sabambobé y Palmé que el desafío fue mayor? En la próxima entrega continuaré con los testimonios ¡y un gran testimonio!

[i] Según la Ley General de Migración (285-04), son: Habitantes fronterizos de las comunidades fronterizas que desarrollan actividades no laborales, dedicados a faenas de pequeño comercio, entendiendo por tales, a los extranjeros que residen en áreas fronterizas, limítrofes al territorio nacional y que ingresan al país dentro de un perímetro de la frontera, debidamente autorizados a realizar actividades lícitas y productivas, regresando diariamente a su lugar de residencia. ( (SECCIÓN VII; DE LOS NO RESIDENTES Art. 36).

Pedro José Taveras Alonzo

Antropólogo social

Quien suscribe cuenta con 23 años de experiencia como técnico en el Programa Nacional de Reforestación que se ejecuta desde el 1997 en República Dominicana.

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