A propósito del Día del Maestro, que celebramos este 30 de junio en la República Dominicana, me nace felicitar de corazón a quienes dedican sus vidas a formar personas. . ¡Felicidades por asumir lo que para mí es una de las tareas más nobles y desafiantes de nuestro tiempo!
En mi caso, la vocación nació temprano. A los 14 años, cuando ayudaba a mis amigos del barrio a prepararse para los exámenes extraordinarios, comprendí que enseñar no es solo transmitir contenidos: es acompañar, es creer en el otro, incluso cuando esa persona aún no cree en sí misma.
Hoy, con más de tres décadas dedicadas a la educación, confieso que me inquieta y al mismo tiempo me impulsa una pregunta crucial: ¿cuál es hoy la relevancia real de nuestro rol docente?
Vivimos tiempos de profundas transformaciones. Figuras influyentes del ámbito tecnológico y empresarial a nivel global han hecho afirmaciones que aunque estemos o no de acuerdo no podemos ignorar. Más allá del sensacionalismo, sus palabras reflejan cambios que muchos de estos ya se están gestando.
Nikhil Kamath, cofundador de Zerodha, afirmó que los títulos universitarios de cuatro años están muertos. Según él, solo quienes aprendan de manera continua y flexible podrán prosperar.
Luis von Ahn, creador de Duolingo, predijo que la enseñanza será cada vez más automatizada mediante inteligencia artificial, mientras que las escuelas cumplirán funciones más sociales que académicas.
Sal Khan, de Khan Academy, ha insistido en que la IA puede ser una aliada pedagógica valiosa: un asistente que permita a los docentes enfocarse en lo verdaderamente esencial.
Bill Gates fue categórico: en menos de una década, buena parte de los maestros y también de los médicos podrían ser reemplazados por sistemas inteligentes.
Y Alexandr Wang, joven innovador y fundador de Scale AI, y uno de los principales innovadores de las empresas que entrenan a las inteligencias artificiales sostuvo recientemente que no tendrá hijos hasta que existan chips cerebrales avanzados que les permitan “competir desde el nacimiento” en un mundo dominado por la inteligencia artificial. Desde mi óptica esta es una afirmación que, indirectamente, plantea un mundo donde el conocimiento se descarga y no se enseña; donde el aprendizaje es instantáneo y no gradual.
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Estas declaraciones, por radicales que parezcan, no son del todo ciencia ficción.Reflejan nuevas formas de repensar el conocimiento, la universidad y el aprendizaje. Nos guste o no, de forma silenciosa y discreta, personas muy influyentes están moldeando el futuro de nuestra profesión y de cientos de profesiones. .
Este Día del Maestro nos encuentra en un contexto desafiante, especialmente en América Latina y, muy particularmente, en la República Dominicana. La educación superior enfrenta tres grandes retos:
1- La percepción de que los programas universitarios son excesivamente largos.
2 La rigidez de sus estructuras educativas.
3-El creciente cuestionamiento de sectores que consideran que la educación está desconectada de las dinámicas del mundo laboral y tecnológico.
4-A esto se suma una nueva generación de estudiantes que ya no se entusiasma en un entorno educativo centrado exclusivamente en la transmisión de contenidos. Su motivación y compromiso aumentan cuando perciben que están desarrollando competencias reales, habilidades prácticas, y, sobre todo, cuando encuentran sentido en lo que estudian.
Hoy, los maestros debemos reconocer que nuestro rol ha cambiado. Ya no somos los guardianes del conocimiento, sino facilitadores de experiencias de aprendizaje más activas, flexibles y conectadas con la vida real. Esto no solo redefine qué enseñamos, sino cómo lo hacemos.
Nos corresponde promover habilidades como la colaboración, la resolución de problemas, la ética y la alfabetización digital. Debemos usar la inteligencia artificial como una herramienta de apoyo, no como un sustituto. Y, por encima de todo, tenemos la responsabilidad de humanizar aún más la enseñanza. Porque, cuanto más se automatiza el mundo, más vitales se vuelven el afecto, la empatía y la presencia auténtica del maestro.
Uno de los mayores desafíos que enfrentamos hoy es asumir la humildad como condición indispensable para educar. La humildad de reconocer que debemos seguir aprendiendo, pues si dejamos de aprender, perdemos el derecho de enseñar en este mundo tan dinámico.
Más allá de una merecida felicitación, este 30 de junio no debe quedarse en discursos ni en actos simbólicos. Es una oportunidad para hacer una pausa honesta y reflexionar si, de verdad, estamos respondiendo a los desafíos que nos impone este nuevo tiempo.
Estoy convencido de que la inteligencia artificial no reemplazará al maestro que transforma vidas. Pero sí puede volver irrelevante a quien se niega a transformarse.
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Con los pies puestos en la realidad educativa dominicana, hago un llamado sereno, pero urgente: escuchemos las señales de nuestro tiempo.
Ser maestro hoy es más que enseñar.
Es repensar, reaprender, reconstruir.
Es un acto de adaptación, responsabilidad… y amor por el futuro.
¡Feliz Día del Maestro!
Porque los maestros no desaparecen: ¡evolucionan!
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