En la primera semana del mes de octubre del año 2021, en un encuentro sostenido en el salón de Las Cariátides del Palacio Nacional con numerosos escritores, el presidente Luis Abinader Corona anunció que el gobierno adquiriría las bibliotecas privadas de los escritores dominicanos fallecidos, comprometiéndose de inmediato a comprar las de los escritores Marcio Veloz Maggiolo (1936-2021) y Carlos Esteban Deive (1935-2019).

Dichas bibliotecas pasarían a formar parte de los fondos del Archivo General de la Nacional o de la Biblioteca Nacional «Pedro Henríquez Ureña». Testigos de ese compromiso contraído por el jefe de Estado fueron los escritores siguientes: Diógenes Céspedes, Federico Henríquez Gratereaux, Pedro Antonio Valdez y Emilia Pereyra, entre otros.

¡Eso está muy bien! Es ir avanzando. Incluso si esa importante promesa hecha por el presidente Abinader Corona se formalizara mediante la creación de una ley quedaría institucionalizada esa iniciativa y cualquier presidente, en lo sucesivo, tendría que darle cumplimiento a la misma. Dicha ley tendría un reglamento que normaría su aplicación.

Ahora bien, yo pienso que esa decisión gubernamental de adquirir las bibliotecas de escritores fallecidos debería contemplar, también, la adquisición de bibliotecas privadas todavía en poder de los escritores vivos, pues en la República Dominicana, salvo contadas excepciones, cuando los autores mueren sus bibliotecas o las desarticulan los herederos, regalándolas sin criterio alguno o vendiéndolas «a granel» haciendo desaparecer colecciones bibliográficas de gran valor histórico-documental: tan solo con el fin de deshacerse de los libros porque ocupan espacios en la casa que objetos decorativos podrían ocupar.

Además, por una cuestión de justicia, un escritor que se ha pasado toda su vida construyendo un tesoro bibliográfico, tiene derecho —llegado a una situación de estrechez económica— a obtener los beneficios de la venta de su biblioteca, ya sea para resolver complicaciones de salud o para resolver sus problemas y angustias materiales o sencillamente porque ya le resulta incosteable su mantenimiento en el hogar.

Creo que el hecho de que el primer mandatario de la República dispusiera —en el mismo encuentro ya mencionado— de la adquisición de la biblioteca del intelectual y académico Jorge Tena Reyes —aún vivo en ese momento, aunque muy quebrantada su salud— es un indicador de que se torna esperanzador el panorama y que esa decisión podría, en cualquier momento, ser extensiva a todos los escritores vivos sin importar el estado de salud en que se encuentren.

Muchos escritores dominicanos de renombre con los cuales hemos sostenido diálogos en torno al tema estarían dispuestos a venderle al Estado dominicano sus bibliotecas: Bruno Rosario Candelier, Radhamés Reyes Vásquez, Julio Cuevas y Eric Simó.Otros escritores —Franklin Gutiérrez y Emelda Ramos, por ejemplo— me han confesado que, llegado el momento, estarían dispuestos a vender sus bibliotecas en vida. Ramos me confesó que delegaría en sus hijos esa gestión.

Pero no tan solo los escritores citados están dispuestos a vender sus bibliotecas: yo también estoy dispuesto a hacerlo; y estoy en la mejor disposición de negociar la venta de la mia con cualquier institución gubernamental o entidad del sector privado: universidad, fundación o centro cultural. Incluso con cualquier organización extranjera.

Mi biblioteca es una especie de centro de investigación, clasificada atendiendo a los diez campos temáticos contemplados en el Sistema de Clasificación Decimal Dewey, de aplicación en todo el mundo bibliotecario. La tercera parte de sus fondos constituyen la Colección «Joyas Bibliográficas», integrada por libros de más de 40 años de editados de la autoría de escritores dominicanos y extranjeros. Más de 6 mil libros forman mi biblioteca.

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Vista parcial de la bibliobleta del bibliógrafo Miguel Collado

ESCRITORES EXTRANJEROS QUE HAN VENDIDO SUS BIBLIOTECAS EN VIDA

Es oportuno decir que es muy común que escritores todavía activos en la literatura —trato en Europa como en Estados Unidos y en la América hispánica— decidan vender sus tesoros bibliográficos por alguna razón.

Sí, desde principios del presente siglo XXI han sido muchos los escritores que, en contra de su voluntad, dolorosamente se han visto en la necesidad de vender su más preciado tesoro: su biblioteca. Por parecidas razones se han visto en la necesidad de hacer eso: urgencias o limitaciones económicas casi siempre.

A continuación, comentamos algunos casos de escritores de reconocida fama internacional que han apelado al recurso de negociar sus bibliotecas personales para enfrentar situaciones de crisis económica.

Para vender su biblioteca personal de 6,000 libros en 20,000 euros el poeta y pintor español José Mateos (1963-) había publicado, en septiembre del 2016, un anuncio en la plataforma de Facebook explicando la razón de esa decisión: «Se ha unido necesidad económica y soltar lastre». Una opinión muy singular del poeta —y un poco para justificar su difícil decisión— fue la siguiente: «[Las bibliotecas sirven para] aprender que hay 50 libros de los que no te debes desprender nunca y que el resto te sobra».

El 22 de junio del 2016 el periódico digital La Capital (La Plata, Argentina) publicó —con el siguiente titular: «Escritor de Mar del Plata vende toda su biblioteca por una crisis económica personal»— una nota noticiosa en la que se informa lo que sigue:

«Unos siete mil libros que integran la biblioteca personal del escritor y licenciado en Letras Carlos Aletto están a la venta por propia decisión de su dueño, quien contó [al diario] La Capital que vive un difícil momento económico y necesita deshacerse de ese enorme material, de alto valor emocional e intelectual para él, con el fin de hacer frente a un préstamo».

Aletto (1967-) es un narrador y periodista cultural argentino, ganador del Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires y fundador de la revista Unicornio.

Carlos Aletto se deshace de siete mil libros para afrontar una crisis económica personal

En la edición del 12 de diciembre del 2021 del periódico español El País el periodista Ángeles Espinosa publicó un artículo titulado «Un escritor afgano vende su biblioteca para pagar el alquiler». Se refiere al poeta Javed Farhad (1952-), quien confiesa: «Me siento raro, es como hubiera vendido a mis hijos».

Espinosa recoge la explicación que justifica la decisión del poeta: «Debía tres meses de renta y desde que los talibanes tomaron el poder, perdí mi trabajo de profesor en la universidad y como editor en la cadena de televisión Khurshid».

Podría continuar este artículo reseñando dolorosos testimonios de escritores que, en contra de su voluntad, se han visto en la necesidad de apelar al recurso de vender su biblioteca personal ante situaciones económicas difíciles.

Miguel Collado

Escritor

MIGUEL COLLADO (1954-). Historiador literario, bibliógrafo, compilador, antólogo, poeta, cuentista, conferencista y educador dominicano. Ganador del Premio Casa del Escritor Dominicano 1993. Actualmente es presidente del Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas (CEDIBIL) y del Centro Dominicano de Estudios Hostosianos (CEDEH). Autor de: «Apuntes bibliográficos sobre la literatura dominicana» (1993), «Bibliohemerografía hostosiana de autores dominicanos» (2003), «Historia bibliográfica de la literatura infantil dominicana» (2003) y «En torno a la literatura dominicana: apuntes literarios, bibliográficos y culturales» (2013).

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