Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, Argentina, en 1936; descendiente de inmigrantes italianos que escaparon del fascismo en su país. Se graduó de técnico químico en la escuela secundaria, y trabajó como portero de discoteca y barrendero en una floristería. Le gustaba bailar tango y jugar fútbol, siempre fue un fanático empedernido de este deporte. Ingresó en la Compañía de Jesús o sociedad jesuita, donde se ordenó sacerdote en 1969; y llegó a provincial o jefe de los jesuitas en los años setenta. Fue arzobispo y cardenal de Buenos Aires. Desde esas posiciones protegió a perseguidos, criticó duramente la corrupción, el clientelismo y el autoritarismo, y la violación de los derechos humanos. Lo consideraban un arzobispo incómodo al poder. Era políglota; dominaba siete idiomas: español, italiano, latín, francés, alemán, inglés y portugués.
En 2013 lo eligieron Papa, el primero no europeo en 1200 años; primer latinoamericano y primero de la orden de los jesuitas. Recuerdo cuanta alegría causó esta elección en mi amigo, el padre jesuita Ton Lluberes (EPD).
Adoptó el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, el noble italiano que dedicó su fortuna y su vida a los pobres. Y así, seguía las pautas de su mentor y guía San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, y confirmaba su compromiso con la sencillez, la paz y los pobres. A todo lo cual sumaba su probada austeridad, que continuó el primer día de su papado, como lo revelan estos ejemplos.
Con sus propios recursos pagó el hospedaje cuando asistió a su investidura de papa. Una vez electo, renunció a vivir en el lujo del Palacio del Vaticano, y residió en un pequeño apartamento de dos habitaciones, un baño y un comedor, en un hotel de hospedaje; porque, según dijo, “necesitaba vivir entre la gente”. Cambió el robusto papamóvil por un auto modesto. Visitaba a sus compañeros jesuitas, y cenaba con ellos en un comedor sin lujos, y él mismo se servía. ¡Qué contentos se sentían el Padre General Arturo Sosa y su asistente Jesús Zaglul al hablarme, en aquel comedor, de esas visitas y cenas! Le llamaban el papa cercano al pueblo.
Logró un acercamiento histórico entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, que determinó el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba en 2014)
Combatió las políticas migratorias de Europa y Estados Unidos, alegaba que nadie era ilegal y que la dignidad humana está por encima de fronteras y nacionalidades. Exhortó a los cristianos a proteger los inmigrantes y refugiados, y, acogerlos e integrarlos a sus respectivas sociedades. Fomentó el diálogo con otras religiones, especialmente con el islam y el judaísmo. Criticó el neoliberalismo, el consumismo y la desigualdad global.
Durante su papado aumentó la cantidad de católicos en mundo, los que actualmente pasan de mil cuatrocientos millones de seguidores. Debido a que entendía a la iglesia como un hospital de campaña, y no una aduana, un hogar con sus puertas siempre abiertas para todos, incluidos delincuentes y pecadores.
Fue sepultado en la tierra y en no en un mausoleo en la Basílica de San Pedro; en un sencillo ataúd de madera y no en tres. Y lo más trascendente. Su funeral contó la presencia de más de cincuenta importantes jefes de Estado; de reyes, monarcas, líderes políticos y religiosos del planeta, y más de 250 mil personas.
¡Gratitud infinita por su vida ejemplar! Y por enseñarnos que los grandes problemas de la humanidad pueden enfrentarlos líderes con energías morales y espirituales, sin importar su edad, y no extremistas, ni radicales de izquierda o derecha.
¡Descanso eterno al alma del Santo Padre Francisco!
Finalmente, como uno de los ejes de su pensamiento era el uso del dinero, y el peligro de hacerlo un fin en sí mismo. Concluyo con sus palabras dichas en una de sus últimas entrevistas.
“Mi abuela decía: «el diablo entra por el bolsillo. El dinero te corrompe si vos no lo sabes usar bien, si no estás comprometido con algo para usar bien el dinero. No usarlo bien es poner tu esperanza en el dinero. Si lo ganas bien, y lo usas bien, te engrandece. Es un instrumento de grandeza o de pobreza personal”.
** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván
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