El entendimiento de la intelectualidad latinoamericana sobre el concepto de “dictadura“ ha sido condicionado por la realidad y por la propaganda.
El mundo latino, sin mencionar otras zonas del planeta, ha vivido sometido a múltiples dictaduras a través de su historia y el mencionar esa palabra ya produce escepticismo y oposición.
Dictadura, según el diccionario, es un régimen político gobernado por una sola persona que detenta el poder total con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad. Pero el diccionario no dice que el poder dictatorial puede ser de tres personas o aun más; de una clase social.
Ahora, surge una pregunta: ¿y cuando un grupo social gobierna por años y décadas sometiendo a su pueblo a sufrir de hambre, enfermedades, insalubridad, desempleo, analfabetismo y explotación, acaso esa, no es la peor de las dictaduras?
Ah, pero no, esa es la “Democracia“ de los “vivebien“, de los que gozan del mundo a costa del sufrimiento de los de abajo, de los sin nombre, de los oprimidos. ¿Quiénes se han beneficiado de todos nuestros gobiernos desde la dictadura de Lilís hasta hoy? ¿Acaso no son el mismo grupo? Y eso ¿no es dictadura de clase? Pero el diccionario no dice nada de esto.
El poder hegemónico que se manifiesta en nuestra media isla tiene su expresión global en el poder hegemónico de los Estados Unidos de Norteamérica y de la Unión Europea con muchas maneras de expresarse y una de ellas es la manipulación de la verdad, la distorsión y el manejo de la información mediante una campaña intensa y permanente que muchas veces se inserta en nuestras mentes de forma sutilmente desapercibida y por tanto no nos damos cuenta que le estamos haciendo el juego.
A través de los medios de información, las escuelas, la prensa, el cine y las llamadas redes sociales nos bombardean constantemente de ideas que reproducen su esquema de dominación conceptual.
Así, por ejemplo, nos hacen creer que los “buenos“ son ellos y los malos los que no están alineados a ellos. Los “buenos“ se pueden perpetuar en el poder y cometer todos los actos terroristas habidos y por haber, pero como son los “buenos“ está bien y nadie dice lo contrario.
Estados Unidos de Norteamérica ha realizado 315 intervenciones militares sin contar operaciones encubiertas contra gobiernos legalmente establecidos, aunque otros recuentos hablan de casi 400 intervenciones desde su formación como Estado en el 1776. La primera, evidentemente, fue contra el Estado Mexicano cuando se anexaron Texas y California. Hoy en día se mantienen en Siria en donde se roban su petróleo, pero nadie dice nada porque ellos son los “buenos“.
Trujillo, Pérez Jiménez, Stroessner, Somoza, Videla y Pinochet, para no mencionar más, fueron dictadores sanguinarios, pero eran amparados por los “buenos“. Fidel Castro se le enfrentó defendiendo la soberanía cubana y se convirtió en el malo.
Inducidos por esa propaganda malsana de los “buenos“, mucha gente tilda al presidente de Rusia, Vladimir Vladimirovich Putin, como dictador… Nada más incierto y mentiroso, Putin ganó las últimas elecciones, realmente democráticas, con el 76% de los votos en una refriega electoral en donde se enfrentaron 5 partidos políticos existentes en esa enorme nación en donde los 5 partidos son representados en la Duma Estatal o Parlamento. En Rusia, como en muchos países, incluyendo los de la Unión Europea, no existe el carnaval electoralista al que estamos acostumbrados pues los ciudadanos votan por quien le garantice el bienestar y cuidado de sus intereses y esas grandes campañas carnavalescas están prohibidas, por lo tanto, el costo logístico de la contienda es asumido por el Estado y es el único costo que existe.
En el país de los “buenos“ existe un sistema electoral nada representativo en donde la mayoría del ciudadano de “a pie“ no decide nada y se gastan millones y millones en campaña electoral y si la tendencia se dirige hacia el candidato opositor al stablishment, los resultados son torcidos, como le ocurrió a Donald Trump en favor de Biden. Pero como son los “buenos“ nadie de los que piensan que Putin es el malvado dictador cuestionan las perversidades de la cúpula gobernante del país hegemónico del norte.
En nuestra media isla nadie de los que llaman a Putin “malvado dictador“ se cuestionan el por qué las familias Vicini, Lluberes, Bonetti, Dubreil, Rainieri, Marranzini, Grullón, Corripio, León, Bermúdez, Estrella, Najri, Armenteros, González Cuadra, Ramos, entre otras, siempre se benefician de los gobernantes de turno. ¿Acaso eso es democracia? ¿Acaso son democráticas las elecciones que se celebran en nuestro país? ¿Ustedes creen que porque se pueda ir a echar su voto en una urna eso es democracia? ¿Acaso todos los partidos o movimientos que compiten en nuestras elecciones tienen las mismas oportunidades de realizar su promoción? Aquí es como dice el refrán: “el que tiene más saliva come más ojaldres“ o sea: el que tiene más cuartos tiene más posibilidades.
Pero, además, tenemos un sistema electoral en donde las minorías no tienen forma de insertarse en el evento a menos que no se plieguen a un partido “reconocido“. Somos víctimas de la perversidad más grande: el Estado les da millones de pesos a los partidos “reconocidos“ según su “tamaño electoral“, es decir, según los votos sacados en las últimas elecciones. Dinero que debiera ser utilizado en mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo. Entonces, ¿es eso democracia?
Los voceros del imperio de “los buenos“ se refieren a los recursos naturales de otros países como si fueran de su propiedad. Tenemos por ejemplo, cuando se refieren a los recursos naturales de Argentina, Perú, Chile y de otros países como “nuestros recursos“ (buscar declaraciones de Antony Blinken, General Lloyd Austin y Jennifer Granholm secretaria de Energía), pero nadie de los que consideran genio del mal a Putin dicen nada.
La propaganda envilecente y mentirosa contra Putin los hace irreflexivos e incapaces de entender la situación que vivían los habitantes del Donbass sometidos a una guerra civil y bombardeados constantemente por el gobierno de Kiev. Solo hay que recordar aquel discurso en que Petró Poroschenko cuando dijo en altas voces que "los habitantes del Donbass serán destruidos, sus niños tendrán que vivir en sótanos sin poder asistir a las escuelas, morirán de hambre y de sed, mientras nuestros niños serán bien alimentados, irán a la escuela y la universidad y vivirán libre de enfermedades". Pero como es un gobierno de “los buenos“ nadie, de los que tildan a Putin de demonio, dijo nada al respecto. Ocho años, desde el 2014 hasta el 2022 ocurría esta guerra fratricida a la cual los medios de difusión y prensa ocultaron al mundo occidental mientras el representante de Rusia en las Naciones Unidas la denunciaba constantemente y a las cuales se les hizo de oídos sordos.
Las repúblicas del Donbass se declararon independientes en el 2014 cuando empezó la rusofobia y la persecución de todo lo ruso incluyendo la prohibición del idioma que en Ucrania es el idioma materno y sobre todo en el Donbass cuya población es rusófona en casi el 100% y cuyos ciudadanos se consideran ucranianos rusos. Durante ocho años, estos habitantes le reclamaban a Rusia su protección y anexión a la gran federación, pero no fue posible durante ese tiempo dado que Rusia no tenía la capacidad militar de enfrentar a la OTAN. Durante 8 años, Rusia se fue rearmando y elevando sus capacidades tecnológicas hasta que el pasado año 2022 el Estado Mayor de su ejército consideró que lo estaba y fue en febrero de ese año que su presidente decidió poner en curso la llamada “Operación Militar Especial“ para defender e integrar el territorio del Donbass, desarmar a Ucrania y desnazificarla.
Desde que Ucrania se independizó de la Unión Soviética en 1991, la UE empezó a ofrecerle “villas y castillos“ para que ingresara a la unión y desde ese momento los servicios de inteligencia del Reino Unido, Polonia y la CIA de EEUU empezaron a infiltrar instituciones y estamentos de la sociedad civil y militar ucraniana. Se empezó una campaña, al inicio de manera solapada, de reivindicar líderes nazis ucranianos que habían sido aliados de los nazis en la II Guerra Mundial y la misma campaña señalaba a los rusos como los enemigos de Ucrania. Durante el mandato de Víktor Yúshchenko, las relaciones entre Ucrania y la Unión Europea se estrecharon recibiendo esta nación enormes préstamos y financiamientos aunque mucho de este dinero iba a engrosar los bolsillos del mandatario y sus acólitos. Durante ese mandato la propaganda pro nazi y antirrusa vivió su mejor momento, tan buen momento que ya existe una generación de ciudadanos ucranianos con esta ideología fascista.
Yúshchenko perdió las elecciones ante Víktor Yanukóvich quien se inclinaba más hacia las buenas relaciones y el comercio con Rusia y la propaganda pro nazi continuó, aunque con poco ruido, pero una vez destituido el presidente prorruso y sustituido por Petró Poroschenco en la llamada “Revolución Naranja“ y los acontecimientos criminales de la Plaza del Maidán conocidos como los disturbios del Euromaidán en donde existe un video en que aparece la subsecretaria de Estado norteamericana Victoria Nuland repartiendo galletas en pleno genocidio, acompañada por el embajador de su país Geoffrey Pyatt. Con estas evidencias, nadie de los que llaman a Putin “dictador del mal “ condenaron esta acción que transgredía el derecho internacional de soberanía de Ucrania.
La Operación Militar Especial no solo se realiza para defender la soberanía de Rusia sobre el territorio del Donbass. También se realiza para evitar que Ucrania sea territorio tomado por la OTAN para rodear las fronteras rusas de laboratorios y bases militares, por lo que el mayor país del globo lo hace en defensa propia. Pero los influenciados por la propaganda falaz y perversa del Imperio del Mal o mejor dicho, de “los buenos“, no pueden comprender esto debido al enajenamiento al que están siendo sometidos. Es una lástima, porque mucha gente buena, honesta y solidaria es víctima de esta propaganda.
Franklin Delano Roosevelt ha sido el único presidente de los Estados Unidos de Norteamérica que ha presidido el gobierno durante tres períodos consecutivos, desde el 1933 hasta el 1945, reelegido tres veces ¿y por eso podemos señalarlo como dictador? Ah, Pero si hubiese sido en un país considerado “de los malos“, entonces sí hubiese sido acusado de dictador.
Cuando un gobernante es considerado por la mayor parte de su pueblo como un buen mandatario y lo reelige más de una vez, eso no es dictadura es, simplemente, un deseo de su población de que ese buen gobierno prosiga haciendo lo que se debe hacer por sus pobladores, pero occidente o más bien “los buenos“ no lo consideran así, siempre que eso suceda en países que no están bajo su influencia.
Vladimir Vladimirovich Putin tomó el poder en una Rusia desmantelada y humillada, quebrada hasta la coronilla y con sus empresas robadas en donde la mafia reinaba a diestra y siniestra. Pero en vez de unirse a la “cogioca“ enderezó ese país poniendo orden, obligando a los ricos y oligarcas a pagar los impuestos, se alió a la iglesia ortodoxa y comprometió a la oficialidad de sus ejércitos con la defensa de Rusia de los males que le afectaban, levantó su economía mediante una política de economía abierta, pero con control estatal, levantó el orgullo ruso y Rusia ha retomado el liderazgo que había perdido, por eso hoy, con todo y la guerra, las últimas encuestas de organismos occidentales le otorgan a Putin una aceptación y simpatía de más de un 80%, pero eso para los “buenos“ no importa, porque no les importa el beneficio de usted que lee este artículo ni el mío que lo escribo, solo les importa los beneficios que pueden sustraer de la explotación de los recursos de nuestros países.
Si usted quiere continuar de genuflexo ante los dictámenes del Imperio del Mal, o más bien, “de los buenos” y creyendo sus mentiras, esa es su decisión, pero la Historia tendrá la última palabra.