Cuando el profesor Egbert Cleveland Morrison, después de releer con pasión su libro favorito El paraíso perdido, del escritor inglés John Milton y, al escuchar el primer sonido que anunciaba el nacimiento del tercero de sus nietos, hijo de su primogénito, exclamó:
¡SE LLAMARÁ MILTON! Esa voz se escuchó en la casa 19 de la carretera Mella en un patio machadiano donde las guayabas, los mangos y las naranjas competían con las aves y las flores en belleza.
Desde la niñez Milton Morrison supo que formaba parte de un sector de esa brecha de desigualdad que, junto al progreso material y los limitados atisbos de una democracia, lo llamaban a no ser indiferente.
Estudió y, por el ejemplo de su hermano mayor Nelson Morrison, se graduó con honores asumiendo el despertar de las madrugadas en el exigente Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) con especialidad en las ingenierías, específicamente en Ingeniería Eléctrica graduado con honores, mientras no dejaba de recorrer, con algunos de sus compañeros, el país de cabo a rabo para conocer su realidad desde las mismas entrañas. Concluyó que era necesario prepararse mejor y, siguiendo las sendas de un gran esfuerzo y apoyos personales inolvidables, hizo un sacrificio que incluyó la venta de su vehículo: un día probablemente con una niebla y un frío desconocido, quizás sin los atuendos imprescindibles, aterrizó en Londres. Cruzaba las calles del que fuera, en alguna ocasión, el más vasto de los imperios para (con la humildad que lo caracteriza desde su nacimiento, adherido a su carácter y firmeza) entrar por la puerta principal de la Universidad de Bradford. Dejó en el país una ascendente carrera que lo llevó, después de cumplir algo más de veinte años, a responsabilidades académicas que fue construyendo desde un rincón de la biblioteca inteciana que ya conocían sus pies.
Su tesis sobre “La riqueza diluida: Un crecimiento económico sin rostro humano" lo iba orientando hacia las preocupaciones por la desigual situación económica de su país y, sobre todo, por quienes ocupaban el último quintil.
Al regresar a la patria continuó su camino por el emprendedurismo junto a sus hermanos. Su exitoso desempeño en el sector público y privado es altamente valorado. Lo ha comprendido todo, quizás con el relato de que, en la Antigua Grecia, cuando un río se desbordaba, los poetas comenzaban a cantarle a la hermosura de las aguas que se llevaban los sembradíos mientras los artesanos, precursores de los actuales ingenieros, buscaban la forma de contener las aguas para salvar vidas y las cosechas.
Él, que me había enviado poesía desde Inglaterra, entendió que su papel esencial era, sin dejar de amar las letras y las técnicas, estructurar un espacio en la vida política junto con un grupo de soñadores para formar País Posible. Pero, orientado por su hermano mayor, comprendió que, con los obstáculos encontrados desde la institucionalidad que venció casi heroicamente, debía adherirse a lo que entendía y entiende que era el camino que se correspondía con su primer libro y que una nueva generación de políticos que encabeza el Licenciado Luis Abinader debería ascender a la primera magistratura del Estado con los criterios de transparencia, honestidad, justicia y ejemplo de trabajo que ha mantenido el presidente de la República y que lo conduce a ser un gobernante de ribetes históricos.
De ahí en adelante, sus responsabilidades en Edesur Dominicana y en Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) le han dado la oportunidad de contribuir a disminuir la enorme deuda social con nuestro pueblo. Tomando en cuenta que una comunidad que tenía cien años solo viendo la luz de la luna y las estrellas pudieran, por primera vez, tener energía eléctrica y disfrutar recibiéndolo para agradecer esa iniciativa y que ayer, deletreando una y otra vez las madrugadas desde las seis, supervisó personalmente con pruebas de antidoping para detectar a los conductores que ponían en riesgo la vida de los dominicanos bajo los efectos de estupefacientes.
El privilegio de vivir en un país democrático, dentro de sus deficiencias, ha permitido y qué bueno, que un sector minoritario, los más conducidos por la ignorancia, otros por razones políticas, algunos por recibir canonjías, expertos en la detracción, y otros para intentar brillar a través de las redes sociales, han pretendido desconocer una trayectoria in crescendo en la condición de ciudadano ejemplar y servidor público sin desmayos y transparencia.
La mayoría sabe, y es una mayoría calificada, que desde el gobierno del que él es parte se trabaja incansablemente en aras de un país mejor.
Yo no me arrepiento y no es que crea que la condición de poeta es exactamente la de profeta, que están muy vigentes los versos que escribí hace algo más de cuatro décadas:
No tocaré los muros del aplauso
sin tu sonrisa
ni encaminaré mis pasos sin tu voz.
Hijo del vientre a las dos de la tarde,
constructor de sonidos.
Ven con tus manos tiernas
únete a mí por encima de las edades
para que sea posible
la multiplicación del amor
y el despertar de las raíces.
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