El artista plástico Marcel Duchamp (1887-1968), se propuso desde sus inicios utilizar la imagen-signo y la pintura-signo en el marco de una concepción visual que transgredía o iba más allá de lo pictórico y lo escultórico en sí, reflejando de esta manera una cosmovisión visual abierta, infusa y a la vez difusa, tal y como sucede en su evolución creadora desde el dadaísmo-cubismo-surrealismo.

En sus anotaciones sobre pintura y teoría visual propicia bajo los títulos de Duchamp du signe o Escritos sobre arte, traducido por la Editorial Gustavo Gili de Barcelona, donde se pueden leer los escritos, propuestas teóricas, conceptuales, visuales y objetividades de Marcel Duchamp.

Dadaísmo, surrealismo, Ready Made, abstracción y metafiguración van conformando un universo que se expresa desde la cultura,  la materialización de lo visual y lo pictorial, objetual y cinético, de tal manera que lo que se reconoce como espacio de creación y de figuralidad, no es más que una concepción abierta de los tejidos visuales y de la reflexión sobre la espacialidad y la figuralidad.

El Gran Vidrio de Duchamp, o, La novia puesta al desnudo por sus célibes incluso, conforman un todo visual y revolucionario. Es una obra compleja y a la vez abierta a toda lectura de la imagen visual; un universo visualcaracterizado por símbolos y líneas que reconstruyen la negación del sujeto desidentificado y a la vez sustancializado desde una ironía de la forma y desde cierta destrucción de la idea de pintura y sobre todo lo que se ha entendido en el arte occidental como representación-contra-representación.

De lo que se trata en El gran vidrio es de una contra-significación representación, donde el proceso de transformación y suplantación del modelo visual que avanza hacia una perspectiva puntualmente reflexiva. El espacio-tiempo de la pintura se convierte en posibilidad visual abstracta o material, de suerte que la visión proyectiva, neofigural o metafigural forma parte de los personajes o las figuras de El Gran Vidrio, o Desnudo bajando la escalera.

En el contexto del arte del siglo XX, El gran vidrio supone una práctica activa, esto es, una práctica que asimila sujeto, ambiente exterior, ambiente interior o relación entre cognición y realidad. Lo pictórico participa de un lenguaje abierto y sobre todo particularizado por la acción que engendra el mundo del afuera; todo lo cual va a implicar que el artista asegure un campo de relación significación y estructurado como signo y memoria.

La vigencia de Duchamp en la teoría y la práctica  crítica de las vanguardias históricas y metahistóricas de cierto grado de apertura con la base misma del signo integrador-desintegrador y movilizador que cautiva con sus temas y formatividad de cuerpo abstracto y de síntesis en cuanto a un cuerpo también designificado de actuación que merece un juego de circunstancias metapoéticas  se debe a que “La novia puesta al desnudo ante sus célibes incluso” va mostrando lo que es progresivamente la crisis de la pintura misma y de los signos visuales artísticos, toda vez que la figuralidad se puede interpretar sobre la base de una práctica analítica de los elementos conformados de las artes visuales.

El Gran Vidrio de Marcel Duchamp se expresa en la negación de la pintura justificada en la búsqueda que el artista individualiza, a partir de lo abstracto  de una imaginación y de un imaginario fundamentado en la nueva razón visual.

Lo artístico se convierte allí en un cuerpo crítico, lo bizarro, lo antimodélico, desarrollándose de esta manera una nueva visión de lo genéricamente crítico y de la desintegración misma de las formas pictóricas, escultòricas y figural muy bien orquestadas como cinegrafía o lo cinético.

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El espacio visual de El gran vidrio reclama un nuevo tipo de espectador  justificado,  pero sobre todo, aquello que genera una interpretación de la ruptura estética y artística propuesta por este creador visual interdisciplinario.  Todo lo que hace posible un nuevo modo de hacerse pronunciar en el entendimiento del tema-sustancia es revelado mediante la nueva propuesta: un lenguaje visual. Duchamp, quien justifica sus telas, espacios, objetos y dibujos en el marco de una comprensión estetizada y desmaterializada del arte escribía en su Diario y en sus Escritos estéticos las justificaciones de una nueva teoría de las visualidades artísticas, de suerte que la concepción teórico-práctica del arte se constituía ligada al concepto de “actualidad artística” o contemporaneidad abierta.

De ahí la importancia de la neofiguralidad y de la contra-representación en una obra como El Gran Vidrio. La desnudez de la línea y de la abstracción del punto constituye ejes visuales y componentes de significativa importancia para entender la pintura, la escultura y el pintar en esta obra.

El componente intuitivo, racional y técnico-material que ordena por lo intensivo todo el espacio de la resignigicación  pictórica en cuyo registro abstracto y alegorizador se pronuncian en algunas aspiraciones y resemantizaciones de la pintura y lo pintado en Marcel Duchamp. El hecho de que lo visual y la visión se conformen como puentes sensoriales-perceptivos admite una dinámica donde lo que se origina y conduce a un entendimiento de los valores estéticos y simbólicos de su obra. Así las cosas, El Gran Vidrio es una poética de lo desnudo y lo distópico hecho visible a partir de la forma-sentir y la forma-lenguaje de creación.

Todo lo que como ocurrencia implica lo genérico intuitivo y racional de su creación y significación avanza en el entendido de una forma tópica y combinatoria ligada en el espacio de la significación abierta, donde el intérprete o espectador constituye el elemento principal de la recepción y sobre lo que dice y hace el trabajo estético, por lo cual se mueve la obra de arte procesual y dialéctica del cuerpo y el arte de ser sujeto crítico a partir de la obra y su lenguaje.

Odalís G. Pérez

Escritor

Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua

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