De Juan Carlos Mestre a Jochy Herrera. (A propósito de Carne y alma)

Querido:

He leído tu libro, y yo que, impuro, no superaría ante el tribunal Osiris, al menos no en su totalidad, la confesión negativa del Libro de los Muertos, tengo la certeza de que tú sí que has contribuido con tu obra a la justicia verdadera de la razón poética del mundo. Otra es ya para mí, y para siempre, la concepción del alma y del corazón y del cuerpo de los símbolos, la poética como razón científica del ser animado por la palabra.

Has escrito un libro que es, para el ser intemporal de la existencia, un espejo sin reflejo de la zona invisible del conocimiento y la cultura contemporánea, huellas persuasivas que por la senda que dejaron al alejarse de nosotros los antiguos dioses conducen a la paradójica epifanía del futuro, la toma de conciencia de una nueva realidad en la que están contenidas todas las corporeidades del pasado, desde la desnudez del génesis a la complejidad semiótica de los algoritmos, última máscara del indecible sujeto contemporáneo.

Es admirable tu capacidad para dar cuenta de la zona oculta tras la pluralidad semiótica del discurso social, amoroso, político, que conceptualiza la física del cuerpo estructurante de los símbolos. No es fácil, antes de tu hallazgo, vincular a los telómeros con los cromosomas de Dorian Gray y hacer que el reloj genético invierta su curso hacia la juventud pasa de la sabiduría como tú lo haces, el tiempo y la epigenética indefectiblemente son ahora las mismas manos con las que Homero saluda, y estrecha, las de Unamuno y Borges.

Todo es inmensamente circular en la rotunda y cavilosa belleza de tu ensayo, un reflexionar expansivo como la piel brechtiana, esto es, comunicativa, vivísima en su acercamiento a la alteridad como propia condición del otro, el semejante, el mismo. Ahí están, también, las cicatrices, el tatuaje, el lenguaje impreso en las heridas por la microfísica de los poderes y el dominio, el lunar analógico de en el rostro de las musas de Durero o de Chirico, cara a cara bajo el mismo sol de entonces y del fugaz ahora.

Es esa búsqueda, pienso yo, de identidades translaticias la que otorga una sorpresiva monumentalidad al más preciso y mínimo detalle, los secretos vínculos, las mágicas anatomías que comparten la armonía de los astros y la fisicidad de la condición humana, las proporciones entre la cabeza platónica y aquella otra que el afilador de guillotinas hizo rodar hasta los pies de Robespierre. No sé desde que grado y condición de aprendiz de la locura te leo, pero sé que alguna temperatura de lo tuyo deshiela la frialdad en el cerebro de lo aún desconocido. Pienso entonces que tus palabras, ese ordenamiento del ruido en la periferia del ángel, parafraseando a Tristán Tzara, se constituye en el rastreo de la única posibilidad de entendimiento que hoy por hoy tenemos como averiguación de nuestro lugar en el no lugar de la futurible conciencia del universo, y eso, querido y lúcido amigo, es hoy el mayor desafío de todas las poéticas del pensamiento filosófico y artístico.

Sonrío al mantener la hipótesis de que Freud nació en Mesopotamia y la belleza no cumple ningún otro deber que la desobedecer su encargo, esto no lo dices tú, pero fluye en mí como un mistérico recado entre tus páginas, deseo, transferencia y erotismo de lo que cifrado está en el pensamiento combinatorio de los números y el racionalismo excorporis del texto, donaciones (y su posibilidad de rechazo) que de otro orbe significativo vienen. Oh, Captain, my Captain, no estoy leyendo tu libro, camino por tu libro, con los pies comprensivos del lenguaje, sí, pero también con el de las delicadas ratitas de la ópera que le roen los pies a Degas.

En fin, no volveré sobre lo que te llevo escrito para no borrarlo todo e intentar de nuevo darte acuse, aunque sea tan torpe, de tus inabarcables páginas, una Vía Láctea de la corporalidad humana. Mucho me identifico con tu brillante análisis sobre la erodiversidad y las que, a pesar de su aparente modernidad, son resacralizaciones de los remotos mitos de Afrodita. Bien, querido Jochy, si a estas alturas de la carta no me has metido ya entre las conjugaciones del sujeto delirante, concluiré estas líneas, solo dictadas desde la cómplice amistad y el cariño, reiterando el gozo, y goce, que es leerte, una prolongación sin límite del verdadero placer del alma que desafía a la muerte. Un abrazo cuántico para ti.

Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) es poeta, ensayista y grabadista. Premio de la Crítica y Premio Nacional de Poesía de España. Carne y alma. Imágenes de la corporalidad (Huerga & Fierro, Madrid 2025) es la más reciente obra de Jochy Herrera, Premio Nacional de Ensayo 2024.

Juan Carlos Mestre

Poeta, escritor

Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957), poeta y artista gráfico, es autor de varios libros de poesía y ensayo, como Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonáis, 1985), La visita de Safo y otros poemas para despedir a Lenon, La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, 1992) o La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999). Por su libro La casa roja obtuvo el Premio Nacional de Poesía 2009, y por La bicicleta del panadero recibió el Premio de la Crítica 2012 y el Premio Estado Crítico de ese mismo año. Su último poemario Museo de la clase obrera ha sido editado en el 2018, seguido en el 2019 de 20O gramos de patacas tristes, su primer libro escrito es lengua gallega. Su obra poética ha sido recogida en varias antologías como Las estrellas para quien las trabaja (Edilesa, 2007), Un poema no es una misa cantada (Lustra Editores, Perú, 2013), Historia Natural de la Felicidad (Fondo de Cultura Económica, 2014), Tierra de los significados (El Ángel Editor, Ecuador, 2014), Asamblea (Editorial Universitaria, Honduras, 2018), o La hora izquierda (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2019). En el 2017 se le concedió el Premio de las Letras de Castilla y León en reconocimiento al conjunto de su obra, así como la Medalla Europea “Homero” de Poesía y Arte, y el “Annual Cheng Ziáng Prize of the China Writers Association”. Ha realizado las antologías sobre la obra poética de Rafael Pérez Estrada, La palabra destino (2001), y La visión comunicable (2001) de Rosamel del Valle, además de la edición comentada de la novela de Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre (2004); asimismo, es autor de El universo está en la noche (2006), libro de versiones sobre mitos y leyendas mesoamericanas, así como de la traducción, junto a Guadalupe Grande, de La aldea de sal, del poeta brasileño Lêdo Ivo), y conjuntamente con Alexandra Domínguez, de la Obra poética 1904-1974 de Saint-John Perse, editada por Galaxia Gutenberg en el 2021, En el ámbito de las artes plásticas ha expuesto su obra gráfica y pictórica en galerías de España, EE.UU., Europa y Latinoamérica. En 1999 obtiene la Mención de Honor en el Premio Nacional de Grabado de la Calcografía Nacional, y semejante distinción en la VII Bienal Internacional de Grabado Caixanova 2002, Premio Internacional de Arte Gráfico Atlante 2009 y III Premio Internacional de Grabado de la Fundación Vivanco en el 2010. Ha ilustrado, entre otras múltiples publicaciones, libros de Enrique Gil y Carrasco, Fernando Fernán Gómez, Antonio Gamoneda, Federico García Lorca, Jorge Manrique, Carlos Oquendo de Amat, o Guillaume Apollinaire. De su diálogo con la obra de otros artistas y poetas han surgido, entre otros, los libros conjuntos Piedra de Alma, con José María Parreño, Crónica de amor de una muchacha albina, con Rafael Pérez Estrada, Emboscados y Cavalo Morto, con Amancio Prada, Bestiario apócrifo, con Álvaro Delgado (2000), Enea y los gatos, con Javier Fernández de Molina (2002), El Adepto, con Bruno Ceccobelli (2005), Arde la oscuridad, con Alfredo Erias (2007), Los sepulcros de Cronos, con el escultor Evaristo Bellotti (2007), Tractatus Lamazares sobre la obra plástica de Antón Lamazares (2019) y, más recientemente, Extravío en la luz y Venas Comunales, con el poeta Antonio Gamoneda. Ha editado numerosos libros de artista, como el Cuaderno de Roma (2005), versión gráfica de La tumba de Keats, resultado de su estancia como becario en la Academia de España en Roma, y realizado grabaciones discográficas junto a músicos como Amancio Prada, Luis Delgado, Hugo Westerdahl, Cuco Pérez o José Zárate. Es licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autónoma de Barcelona.

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