Me sorprendió ver que debatir con Jaime Aristy y Andy Dauhajre en los medios de comunicación fuera la prioridad de uno de los funcionarios más importantes del sector eléctrico.
A los pocos días de ser receptor de la confianza del presidente del Gobierno del Cambio, que inicia en agosto del 2020, entendió que lo suyo era poner uno de reversa para que el pueblo conociera los errores de esa mutual de economistas en la incursión en un tema para profesionales eléctricos como él. Fulminarlos en artículos de opinión era lo que merecían por traspasar sus límites y no quedarse hablando del Banco Central, tasas de interés, libre comercio y menudencias como esas.
Energía no es para diletantes. Hay que marcar territorio, la electricidad es para los ingenieros, la salud para los médicos y la educación para los profesores, lo mismito de los gobiernos anteriores, un seguir sin cambio en el gobierno del cambio. Hoy debe estar de psiquiatra cuando tenemos un abogado en educación, un economista en energía y SENASA pone a pensar que en vez de un científico en salud tal vez era mejor seguir con experto probado en gerencia para “chanelizar” bien las cosas.
El primer artículo contra Jaime Aristy llega con el ambiente repleto de noticias con funcionarios comentando los desastres dejados por la pasada administración. Tal vez pensó que el suyo era el mejor de todos porque varios de sus colegas preparaban ruedas de prensa para mostrar techo recibido sin que se completaran los plafones, baños con inodoros sin tapas y cornisas con filtraciones en salón que visitan diplomáticos.
Nadie se quería quedar sin su episodio en la novela para denigrar a la administración; acaban de noquear en las elecciones. Positivo, nada que objetar, se merecían la derrota, desmanes hubo al por mayor, pero varios perdieron la brújula en dar un tiro de gracia, como este capitán del sector eléctrico se creyó el velero que infundía temor en la Canción del Pirata.
Jaime Aristy le hundió el primer galeón respondiendo a cañonazos sus ataques con municiones más grandes, precisas y certeras. Cuando lo leí recuerdo escribir en Twitter que “para comer pescados con espinas y debatir con Jaime hay que ser muy cuidadoso”.
Del duelo debió entender que lo suyo era “a todo trapo escapar” de “velero bergantín” que con sus “diez cañones por banda” era “conocido por su bravura del uno al otro confín”. Pero cometió el error de volver al mar varias veces con un desenlace cada vez peor y a favor de “el Temido”.
De repente cesaron las incursiones al mar de las opiniones, quisiera creer que alguien con autoridad le advirtió que eso de “lo colgaré de una antena, quizás en su propio navío” podía manifestarse en una cancelación si no se ponía a trabajar en poner al sector eléctrico en seguir logrando inversiones de generación a costos relativos cada vez menores, las necesarias para reducir las pérdidas de transmisión y mejorar sustancialmente los cobros.
Un decreto reciente para declarar en emergencia el sector eléctrico es una demostración que no lo hizo, que quedó a deber, sin gloria que contar a pesar de la pata de palo, garfio y parche que le dejó su torpeza en elegir debatir como prioridad al estrenar su cargo público.
Jaime y Andy, ambos con participación estelar en la inversión pública en una planta eléctrica que ha evitado hoy estemos en situación de ensayo para el Juicio Final, siguieron trabajando en la comunicación de lo que creen las mejores ideas para el desarrollo del sector eléctrico. Por diferentes medios advirtieron de la importancia de continuar aumentando la generación en base a plantas eficientes, en el tiempo en que se debía empezar a construirlas para evitar un futuro negro de apagones.
Entiendo que han probado, aunque reconozco puedo tener un sesgo por los vínculos de amistad, que Punta Catalina no fue sobrevaluada. Sin embargo, se insiste una y otra vez con auditorías y documentos fiambres, o “papólamañana” porque todos han sido respondidos por la mutual de “neoliberales al servicio de los peores intereses nacionales”.
Ahora hay una nueva de la Cámara de Cuentas, a la que ya esos colegas han señalado sus errores metodológicos en la valoración de inversiones (entre otras falencias), y para mí sigue siendo un misterio cuál es la verdadera razón en este afán absurdo de vincular la actual crisis eléctrica a una supuesta sobrevaloración de la inversión que genera electricidad a un costo muchas veces inferior al de generadores privados.
A Murray Rothbard, el gran guerrero libertarista y cuyos trabajos conocí en el primer local de la Fundación Economía y Desarrollo, no le gustaba que economistas comprometidos con la defensa de los mercados libres y competitivos se involucraran en contratos con el gobierno o empresas públicas. Esa función, que llamaba “expertos en eficiencia de los gobiernos”, opinaba que solo lograba mejoras temporales en la provisión de un bien o servicio que nunca debió ser usurpado por el Estado.
Espero que en el cielo libertario eso sea un pecado venial o se quedará ese espacio sin nuestra representación tricolor. En pocas hojas de vida de los economistas que favorecen esas ideas está ausente una vinculación profesional o de consultoría con el Estado. En sus entregables estoy confiado que aparecen pruebas de mejores políticas públicas que el escenario alterno con economistas colectivistas o medio-término. Y en el caso eléctrico esos demuestran que Dauhajre-Aristy ganan por goleada.
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