El fascismo surge como expresión concreta de la crisis capitalista tras la Primera Guerra Mundial, cuando las masas empobrecidas y los soldados desmovilizados buscaban salidas a un mundo en ruinas. Su epicentro se inició en Italia en 1919, cuando Benito Mussolini funda los Fasci di Combattimento, integrados por excombatientes, nacionalistas radicales, sectores liberales descontentos y extremistas.

El fascismo es una respuesta reaccionaria de las élites en tiempos de crisis, que se sirve del miedo, el odio y la manipulación para consolidar el poder contra los pueblos

Desde sus orígenes, el fascismo se propuso dos objetivos estratégicos: tomar el poder político mediante la violencia organizada y derrotar al comunismo y al bolchevismo, considerados sus enemigos principales.

Variantes históricas del fascismo

1. Fascismo italiano (1919–1945)

• Encabezado por Mussolini, se caracterizó por la exaltación de la nación, el culto al líder, el corporativismo económico y la violencia paramilitar de las camisas negras.

• Supo manipular el miedo de la burguesía al comunismo y presentarse como garante del orden frente a la agitación obrera y campesina.

2. Nacionalsocialismo alemán (1933–1945)

• Bajo Adolfo Hitler, el fascismo adquirió un carácter racial y genocida.

• El nazismo no solo combatió al marxismo, sino que organizó un proyecto de dominación mundial sustentado en el antisemitismo y el expansionismo militar.

3. Falange española y franquismo (1936–1975)

• Inspirados en Italia y Alemania, combinaron nacionalismo católico, militarismo y represión brutal.

• El franquismo sobrevivió décadas gracias al apoyo de EE. UU. y Europa en el marco de la Guerra Fría.

4. Variantes latinoamericanas

• Desde las dictaduras militares del Cono Sur (Pinochet en Chile, Videla en Argentina) hasta movimientos paramilitares en Colombia, el fascismo adoptó formas híbridas, siempre como instrumento de las élites para frenar el avance popular y revolucionario.

Rasgos comunes del fascismo}

• Exaltación del nacionalismo extremo y del líder carismático.

• Uso sistemático de la violencia contra opositores y, sobre todo, contra los revolucionarios.

• Manipulación de masas mediante propaganda y control cultural.

• Alianzas con sectores empresariales para contener al movimiento obrero y popular.

• Anticomunismo como bandera central.

El fascismo en el presente

Aunque derrotado militarmente en 1945, el fascismo no desapareció: mutó, se reconfiguró y hoy se expresa en las llamadas “nuevas derechas radicales” que aprovechan crisis políticas, migratorias y económicas.

• Europa: Partidos como Vox en España, Hermanos de Italia o Agrupación Nacional en Francia reciclan el discurso nacionalista y xenófobo.

• Estados Unidos: El trumpismo ha abierto espacio a grupos supremacistas blancos y milicias paramilitares que reivindican símbolos fascistas.

• América Latina: Corrientes como el bolsonarismo en Brasil y sectores de la ultraderecha chilena y argentina reeditan el guion anticomunista y represivo.

• Globalmente: El fascismo actual se camufla bajo discursos de “seguridad”, “patria”, “defensa de la familia” y “lucha contra la inmigración”, pero en el fondo defiende los intereses del gran capital imperialista.

El fascismo es una respuesta reaccionaria de las élites en tiempos de crisis, que se sirve del miedo, el odio y la manipulación para consolidar el poder contra los pueblos. Ayer lo vimos en Mussolini, Hitler y Franco; hoy se manifiesta en las nuevas derechas radicales que, aunque con trajes democráticos, mantienen la misma esencia: aplastar toda alternativa emancipadora y frenar el avance del socialismo.

La tarea de los movimientos populares y revolucionarios es desenmascarar sus variantes actuales, comprender sus mecanismos de manipulación y organizar la resistencia, porque el fascismo no es un fenómeno del pasado, sino un peligro latente del presente.

Julio Disla

Escritor y militante

Julio Disla: el militante de la palabra, el poeta del pensamiento crítico. Voy por la vida con una pluma que combate, un teclado que documenta y una mirada que no se conforma con lo superficial. Soy el arquitecto de textos que cuestionan al capital, al racismo, a los muros — y a toda forma de dominación que intente maquillar su rostro con promesas democráticas. He hecho del ensayo un arma, del artículo un escenario de lucha, y del poema una bandera. Cuando escribo, se siente la influencia de Marx, la voz serena pero firme de José Pepe Mujica, el reclamo por justicia social, y la pedagogía que busca educar a otros con ideas y datos. Fundador de utopías posibles, intento rehacer la historia desde la izquierda que se reinventa, que no teme nombrar el neoliberalismo por su nombre, y que encuentra en cada injusticia una oportunidad para escribir, denunciar, proponer. Lo técnico y lo emotivo coexisten en mi estilo como militante de una misma causa. Soy, sin duda, un constructor de puentes entre la teoría y la calle.

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