Una paciente, acompañada de una joven que dijo ser su hija, llegó a la consulta manifestando un fuerte dolor estomacal, náuseas y mareos. Era una mujer de aspecto aún joven, que no paraba de moverse constantemente a causa de los dolores abdominales. Sus ojos azules estaban llenos de tristeza, y su pelo castaño oscuro se notaba quebradizo.
La señora venía referida por un gastroenterólogo de otro hospital.
La indicación del referido decía psicología, pero en realidad sus síntomas orientaban hacia un problema psiquiátrico, y esto requería urgencia.
Logré conseguir una entrevista con la Dra. Mateo, una persona a quien le precede una capacidad extraordinaria y un espíritu de servicio aún mayor. Pedí permiso a ambas para permanecer durante la consulta médica; a pesar de mis años de práctica profesional, siempre se aprenden cosas nuevas e interesantes. Recordé las palabras de mi madre, quien también es médico: ¡El conocimiento no ocupa espacio!
La hija, en actitud de posición dominante, dijo que todo era fingido, que era algo inventado por ella y que solo buscaba tener la excusa para ir al médico cada dos o tres días.
Mientras la joven hablaba, la Dra. Mateo iba haciendo el historial médico. En un momento, se detuvo, miró a la hija de la señora y le explicó que el dolor que sentía su madre era real, que ella no estaba fingiendo. Luego le dijo: — Hay un neurotransmisor llamado serotonina, que se produce en el cerebro y en el 90% en el sistema gastrointestinal.
La señora, en medio del dolor, dijo: — No aguanto el dolor, no puedo ni respirar, me sube y baja por la barriga, es un dolor insoportable, pero mi familia no me cree. ¿Usted me cree, Dra.? — Esto lo decía mientras retorcía la blusa roja que llevaba puesta. La Dra. le respondió: — Claro que le creo.
La señora continuó hablando: — Dra., es un dolor que no me deja vivir. Hace años que no tomo alcohol, que no fumo, trato de comer bien, pero no puedo, y este dolor ya no me deja dormir. La Dra. la escuchaba mientras hacía sus preguntas y revisaba las indicaciones previas que otros médicos le habían dado a la mujer.
—¿Y desde cuándo se siente así? — preguntó la Dra.
— Ay, ya tengo un tiempito. Voy a los doctores y no me toman en serio. Mis hijos no me quieren porque yo los abandoné cuando eran chiquitos, pero no podía mantenerlos y los dejé con mi mamá. Esta es la única de mis hijos que medio me quiere, — señaló a la jovencita que la acompañaba. En ese momento, estalló en un llanto que no podía controlar.
La Dra. pidió permiso para acercarse a la paciente, le olió el aliento y la hija preguntó: — ¿Y por qué usted hace eso? Es de la mente que mi mamá está mal, no de los dientes. La Dra. mantuvo silencio y terminó su examen. Luego, se sentó en su escritorio y, con mucha calidez, le dijo a la hija: — Entre las indicaciones anteriores, noto que hay muchos medicamentos para la diabetes. Hay una condición llamada cetoacidosis, que se produce en pacientes diabéticos y se caracteriza por fuerte dolor estomacal y aliento con olor afrutado o a acetona en la boca. Pero no percibo esto en tu mamá. Tranquila, ella tendrá el mejor tratamiento posible. Además, vamos a hacerle unas analíticas en el laboratorio y llevaremos los resultados al médico de emergencia para descartar totalmente esa condición. Le indicaremos unos medicamentos para estabilizarla y, así, poder enviarla al gastroenterólogo de nuestro hospital. Debemos esperar a que estos medicamentos hagan efecto; si la envío ahora, no podrán ayudarla porque está muy alterada.
Le pidió que regresaran en cinco días para evaluar cómo iba con el tratamiento y que, por favor, no dudaran en comunicarse ante cualquier eventualidad.
Un mes después del tratamiento indicado por la Dra. Mateo, la paciente mostraba signos de recuperación y una mejoría en su depresión. Además, el dolor estomacal había disminuido y pudo ser referida al departamento de gastroenterología del hospital.
Existen enfermedades que algunos médicos pasan por alto debido al estado de agitación, ansiedad y depresión en que se encuentran los pacientes, lo cual puede convertirse en un obstáculo que impide un diagnóstico correcto.
Recuerdo claramente cuando ejercía la profesión en un reconocido hospital de New Jersey. Se presentó un caso en la emergencia del mismo. Solicitaron una interconsulta con el departamento de salud mental porque el paciente estaba muy inquieto. El médico psiquiatra que acudió a ver al paciente, al hacer el reporte de su enfermedad, hizo énfasis en que era una emergencia, ya que más que un problema de salud mental, se trataba de una enfermedad que afectaba a dicho señor. Sin embargo, no prestaron suficiente atención porque el paciente se encontraba en un estado de agitación severa. Se continuó tratando su situación como un problema psiquiátrico, pese a la recomendación del psiquiatra, y el paciente falleció en breve tiempo a causa de la enfermedad que le afectaba. La demanda judicial contra los médicos que atendieron al paciente y contra el hospital fue elevada. El psiquiatra no fue demandado, ya que había dado un diagnóstico correcto y lo había dejado por escrito en todos los departamentos correspondientes.
Cuidemos nuestra salud mental para poder cuidar la salud del resto del cuerpo.
Merliz Rocio Lizardo Guzmán.
Aprendiz de la conducta Humana.
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