La mayoría de las historias y las tipologías teatrales pueden orientarse hacia una consulta de los componentes propios del fenómeno teatral en un contexto que integra cultura, movimiento, actuación y sociedad. Este argumento ofrece como base un marco de creación y creacionalidad, donde el organismo teatral se convierte en cuerpo institucional y sobre todo en origen, sincronía y diacronía. Esto quiere decir que historia, funcionamiento, evolución y presentificación conforman el movimiento escénico sociocultural.
Todo lo anterior es indicador de un “techo traductor”, donde los intérpretes espectaculares y dramáticos constituyen la base de la enunciación teatral, donde la sociosemiótica del cuerpo crea sus posibilidades, a partir de una poética de la voz, una poética del decir y una poética del cuerpo. En este sentido, los esfuerzos del actor-chamán y del actor-comunitario en las culturas caribeñas y latinoamericanas revelan modalidades expresivas cuyos valores estético-sensibles organizan toda trama o perspectiva de trabajo actoral.
Desde luego, el trabajo individual del actor se explica también mediante el trabajo dialógico del director y el trabajo interaccional entre autor-actor, escena-público y sujeto-actor-cultura que construye el, o los, mensajes de una propuesta fenomenológica de base comunicativa, teatral y espectacular.
Lo visible y lo invisible constituyen la dialéctica formal y vital en el teatro, haciendo posible la verosimilitud del universo teatral. Este proceso materializa los eventos de una fenomenología espectacular basada en el mundo de la vida creadora propio de una comunidad históricamente determinada.
El argumento anterior implica un trazado psicovital donde el mundo interior y el mundo exterior creado se justifican en una teatralidad o proyección escénica intensificada por los intérpretes espectaculares (teatro, danza, fiesta performance, happenings, video, cine).
Es importante destacar que la memoria cultural del teatro empalma con la memoria anatómica y fisiológica de los intérpretes, haciendo de sus cuerpos una presencia cultural, una huella y un atributo estético-semiótico. Todo lo cual orienta las ocurrencias o acciones que presenta el espectáculo y los fondos de creación del sujeto creador.
La lectura y la metalectura que van construyendo tipos, antitipos o hipertipos en la interpretación del o los personajes justifica los diversos cuerpos y caracteres que encontramos en los textos dramatúrgicos, realizados por los llamados sujetos de la interpretación y de la puesta en escena. Esto así porque el mismo arte del teatro resulta muchas veces determinado para leer las imágenes sorprendentes, originarias, típicas y participativas en el mundo de la historia de cada elemento, personaje, sujeto-ejecutor, actor, director, gestor dramatúrgico y otros sujetos de la acción espectacular.
De esta manera podemos decir que cuando la movilidad del intérprete subraya el evento en un contexto escénico, dicho evento corresponde a un tipo de teatralidad participante. Pero cuando el movimiento se sale de la convención escénica, convirtiéndose en una multiplicidad de pasos, fuera de la convención teatro, entonces lo llamamos movimientos escénicos socioculturales.
Lo que concentra la teatralidad y la espectacularidad no es más que la relación entre función e hiperfunción, acción y situación, imaginación y realidad poética. De ahí la importancia de todo tipo de acción performática o performativa, justificada por la idea generadora del texto espectacular. (Ver, al respecto, Erika Fischer-Lichte: Estética de lo performativo, Eds. Abada, Madrid, 2014; vid. Capítulo IV: “Sobre la producción performativa de la materialidad”, pp. 155-276).
Sujeto semiótico: Sujeto de la cultura
En la ciencia de los signos, el sujeto posee un valor significativo y significante. Toda su producción o productividad se constituye mediante las diversas prácticas, acciones socioculturales, inserciones, significados, inclusiones, disecciones, creaciones individuales y conexiones sociosignificativas que se asumen como parte de un proyecto ideológico, social y cultural.
Tanto el hacer-poder como el hacer-querer-saber, saber-querer-hacer y otras modalidades semióticas, producen en sus diversas narrativas un discurso que, según Paul Ricoeur, surge de un discurso de las acciones ligadas a contratos, fórmulas, ritualidades, movimientos de participación y acciones artístico-culturales. (Ver El discurso de la acción, Ed. Cátedra, Madrid, eds.).
Para el sujeto semiótico y de la semiótica, la construcción de subjetividades produce y motiva en los diversos discursos, valores, acciones, cuerpos y memorias constituidas en base a presentificaciones, comportamientos significativos, modelos de cambios, acciones y producciones, así como alteridades y ritmos concurrentes en el marco individual, colectivo y, sobre todo, en los diversos contextos y funciones de la semiosis cultural.
Así las cosas, en la pintura, la fotografía, el cine, la arquitectura, el dibujo, la publicidad, el cartelismo y en otros sistemas y subsistemas de comunicación visual, el sujeto dice, pronuncia o materializa sus propias narrativas y a la vez integra sus perspectivas y prácticas en acciones o funciones que surgen de los procesos de significación cultural.
Desde esta perspectiva y a través del cine, el teatro, la TV, la fiesta, la performance, los espacios artísticos y otros productos imaginarios, percibimos, construimos eventos en el enmarque del texto artístico, estético y cultural, así como en el espacio intracultural y transcultural.
En este sentido, el sujeto semiótico comunica, enuncia, es comunicado, es enunciado, resemantizado y particularizado desde la línea de alguna expansión significante. En nuestro caso, lo artístico, lo cultural, existen desde la diversidad de vertientes y sujetos ejecutores que complejizan y a la vez particularizan los ejes, elementos y movilidades productivas, interpretativas, comprensivas, comunicacionales y accionales, entre otros.
En tal sentido, las revisiones que se producen en el psicoanálisis apuntan a las convicciones, fluencias, contradicciones, confluencias, contextualizaciones, construcciones de subjetividad y otros cuerpos de lenguaje que podemos destacar en lo planteado y argumentado por Félix Guattari en La revolución molecular (2017) y en el concepto de “máquina” manejado por G. Deleuze y F. Guattari en Mil mesetas (2000).
Estos movimientos situacionales, espaciamientos, temporalidades, afirmaciones, desafirmaciones y otras posibilidades que podemos leer en el tramado de la significación y de los diversos corpus socioculturales, cobran valor en los diversos lenguajes espectaculares y espacios de representación.
El sujeto gnoseológico es, en este contexto, sujeto monoglósico y poliglósico instruido, orientado y constituido mediante un trabajo comunicativo, responsivo, significante, estético (sensible), monocultural y pluricultural. Su definición en una teoría de los signos, textos artísticos y culturales se hace visible en la cardinal de creaciones, acciones y funciones culturológicas.
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