El neocolonialismo hace imposible asumir conciencia de lo que somos y mostramos las dimensiones de lo que no somos.  Renunciamos y nos avergonzamos de nuestra identidad, de nuestra manera de ser y de sentir, para desarrollar una actitud de inferioridad ante lo extranjero que se considera superior, en lo que los psiquiatras como el doctor Zaglul han definido como “el complejo de Guacanarix”.

Por ejemplo, los artistas plásticos no veían las tonalidades y la intensidad del verde de nuestros llanos, lomas y montañas; incluso en épocas de Navidad, como ahora, se llenaban los árboles de Navidad de una nieve inexistente en nuestra realidad.  Pero, pero no eran solo los colores, sino también el contenido y los símbolos de nuestro folklore y nuestra cultura popular, a un punto que la poesía popular, por su oralidad y creatividad, creada por el pueblo analfabeto, despectivamente no era considerada como “poesía”, a tal punto que la misma no aparece todavía consignada en las antologías clásicas de la literatura y ni en los espacios de las academias.

Esto ocurría en las diversas áreas del arte, la cultura y la literatura, donde todo intento de ruptura era considerado una profanación.  Solo los artistas e intelectuales más asados, los que habían asumido conciencia de su identidad, de su dominicanidad, aceptaban el desafío de la “profanación”, aunque fueran estigmatizados y proscriptos.

La magia y la riqueza visual de Ada Balcácer.

Ada Balcácer perteneció a esta minoría de osadas (dos) en la plástica dominicana en esa época de alienación y opresión, al asumir conciencia y revalorización de su negritud, de su afrodescendencia, de su folklore y de su cultura popular.  Pero, ¿quién era Ada Balcácer?

La Escuela de Arte de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo expresó que Ada Balcarcer “dejó huellas profundas en las artes visuales dominicanas”.

Entre los investigadores no hay unanimidad sobre el lugar de su nacimiento.  Para algunos nació en San Juan de la Maguana y para otros en la ciudad de Santo Domingo, capital del país.  Lo cierto es que vivió en ambos lugares y fueron determinantes en su vida.

En San Juan, vivió en sus primeros años.  Allí, conoció y vivió las actividades, las creencias y todas las manifestaciones del folklore y la cultura popular particular de esta comunidad.  Incluso en un desfile de amazonas frente al parque central tuvo un accidente, se dislocó una mano, se descuidó, cogió cangrena y hubo necesidad de extirparle un brazo.  Soñaba ser médico, pero el arte la cautivó y la atrapó para toda la vida.

Los colores, los contrastes y la intensidad de la naturaleza, de su ambiente, fueron determinantes años después en sus respuestas visuales de sus obras.   En su cotidianidad, las definiciones artísticas fueron determinantes en su carrera artística.

En San Juan, la región Sur y en todo el país, todavía existe la creencia de un impresionante y fascinante personaje conocido como “el Bacá”.  Según las creencias populares, el “Bacá” es el resultado de un acuerdo realizado por una persona con el diablo, el cual le dará riquezas y prosperidad.  La persona del acuerdo, en cambio, le entregará a uno de sus seres queridos.  El “Bacá” tendrá la capacidad del mimetismo y de cambiar de forma, pudiendo convertirse en buey o en perro para cuidar las propiedades del amo.

Todavía es tan impresionante este personaje que salió del contexto rural para el urbano y la modernidad.  La prosperidad industrial de La Vega y un inversionista en La Romana se le atribuyen a nivel popular a la responsabilidad de tener un “bacá”.

La magia de la capacidad de la transformación del Bacá impactó tan profundamente la conciencia de Ada que fue la inspiración para la creación de una serie plástica sobre este personaje, que para la crítica de arte Mariane de Tolentino esta “serie sobre el Bacá dignificó a la religión popular afrodescendiente”.

Su obra es atrevida y fascinante, profanadora, elogio de la libertad; hizo ruptura con el neocolonialismo de un esteticismo ideológico europeo y “fue la suma de una imagen estética de la identidad y la dominicanidad”.

Fue docente en escuelas y academias sobre las artes plásticas en general; le fueron concedidas diversas distinciones como la de dedicarle el salón de exposiciones del Centro Cultural Banreservas o ser declarada “Reserva Cultural de la Nación”.  Logró también numerosos premios a nivel nacional e internacional como el Premio Nacional de Artes Plásticas.

Nunca olvidó sus orígenes sociales y, para contribuir a la enseñanza y superación de las mujeres pobres, creó en 1979 la Fundación de Mujeres Aplicadas a la Industria (MAI), que dirigió hasta 1987.

Creatividad, luz y colores de Ada. (Fuente externa).

Falleció este 25 de diciembre a los 95 años de edad.  El Colegio Dominicano de Artes Plásticas (CODAP) afirmó: “Es “una creadora fundamental de las artes visuales dominicanas”, afirmando “que su legado trasciende las fronteras del país”.

La Escuela de Arte de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo expresó que Ada Balcarcer “dejó huellas profundas en las artes visuales dominicanas”.

El periodista y crítico de artes José Rafael Sosa, ante su ida, escribió: “No se ha ido, vive en su obra, en las mujeres que empoderó y en la ética visual que llegó al país”.

Ada Balcácer fue consciente de su negritud, orgullosa de la riqueza y la magia de su folklore y cultura popular, consciente del contraste de los colores, de la intensidad de la luz, de su identidad y su dominicanidad en la plenitud de la libertad, siempre rebelde, profanadora; vive en el corazón del pueblo y en los espacios de la historia, en una presencia contra el olvido.