Según sabemos los especialistas en higiene y salud mental, el consumo de alcohol produce ansiedad. Como tal, la ansiedad por el consumo de alcohol se define como hangxiety o ansiedad por resaca.

Asimismo, sabemos que el alcohol es una sustancia psicoactiva que se extrae del etanol, la que altera el sistema nervioso central, afecta el cerebro, el estado de ánimo y la coordinación psicomotriz y visual de la persona que consume dicha sustancia.

Además, sabemos que la ingesta de alcohol produce daños severos al hígado, al corazón y al páncreas, lo que aumenta los riesgos de contraer cáncer y cirrosis hepática e incide en la ocurrencia de la mayoría de los accidentes de tránsito que se producen en nuestras calles y carreteras.

También sabemos que la mayoría de las personas con ansiedad producto del consumo de alcohol recurren al consumo de dicha sustancia para aliviar los síntomas de sus resacas, lo que provoca un círculo vicioso que requiere la intervención de un profesional en higiene y salud mental.

Los adultos responsables que van a conducir un vehículo de motor en estos próximos días (Navidad, final del año 2025 y la espera del Nuevo Año 2026) no deberían ingerir alcohol

Por su parte, la desintoxicación por el consumo de alcohol requiere de estrategias combinadas y el uso de psicoterapias cognitivo-conductuales, para evitar que los consumidores asistidos vuelvan a consumir la sustancia.

No obstante, se sabe que “el consumo de alcohol es una práctica ancestral en todas las culturas humanas, especialmente en las bodas, los encuentros familiares y para la consolidación de los lazos sociales, laborales y culturales” (Organización Mundial de la Salud).

De nuestro lado, los especialistas en higiene y salud mental sabemos que el consumo de alcohol actúa como un facilitador social y de relajación personal, lo que permite un acercamiento personal. Además, la mayoría de las personas que consume alcohol lo hace para manejar la tensión nerviosa, la timidez, el miedo y la fobia social.

En tal sentido, la relación entre la ingesta de alcohol y la ansiedad es un tema de investigación permanente por parte de los especialistas en sustancias psicoactivas de las universidades de Stanford, Harvard, LAVAL, Cambridge, Oxford, UNAM, la Sorbona y el Imperial College de Londres.

Al profundizar en sus hallazgos, los investigadores de los centros de estudios referidos en el párrafo anterior comprobaron que las personas que han experimentado trastornos de ansiedad previo al consumo de alcohol tienen mayor riesgo de desarrollar dependencia de dicha sustancia y, a su vez, aumentar los síntomas de ansiedad.

Los estudios de referencia comprobaron que “el 86% de las 894,356 personas que participaron en los estudios que no podían tragar bien o que sentían un nudo en la garganta estaban experimentando ansiedad transformada en tensión física somatizada”.

Asimismo, los estudios en cuestión constataron que el consumo de alcohol potencia la acción del ácido gamma-aminobutírico (GABA), un neurotransmisor que inhibe la actividad cerebral y produce una sensación de calma o quietud temporal del organismo humano, parecido al efecto que produce la anestesia.

Además, los especialistas en higiene y salud mental sabemos que el alcohol reduce la actividad del glutamato, un neurotransmisor excitador del cerebro humano, lo que contribuye aún más a la sensación de relajación que experimentan los consumidores asiduos de alcohol.

También sabemos que el consumo de alcohol produce deshidratación y alteraciones electrolíticas metabólicas, ya que el alcohol es un diurético que afecta el equilibrio neuroquímico del cerebro, lo que provoca palpitaciones irregulares del corazón, mareos, sensación de inquietud, miedo intenso y ansiedad generalizada.

Según nos consta, el consumo de alcohol disminuye los niveles de azúcar en sangre, lo que produce debilidad, temblores, sudoración, estrés, tensión y ansiedad, alterando además el sueño nocturno, ya que las sustancias químicas del etanol interfieren en la fase REM del sueño.

Como tales, los bebedores asiduos de alcohol tienden a volverse dependientes de dicha sustancia para “sentirse bien”, aun estos reconociendo los daños que produce la ingesta de alcohol al corazón, al cerebro y al sistema nervioso central.

Por lo que hemos visto en el cuerpo de este artículo, los preadolescentes, los adolescentes y los jóvenes no deberían consumir ningún tipo de sustancias psicoactivas antes de los 18 años, ya que sus respectivos cerebros están en proceso de desarrollo, crecimiento y maduración hasta los 26 años de edad.

En tal sentido, los adultos responsables que van a conducir un vehículo de motor en estos próximos días (Navidad, final del año 2025 y la espera del Nuevo Año 2026) no deberían ingerir alcohol, ya que, como hemos visto, su consumo altera el sistema nervioso central, afecta el corazón, el hígado, el páncreas, los pulmones y el sistema digestivo.

Finalmente, la ingesta de alcohol afecta el cerebro como un depresor, ralentiza la memoria, el estado de ánimo y la coordinación psicomotriz, produce ansiedad posresaca, deprime el sistema inmunológico y aumenta el riesgo de accidentes de tránsito, violencia y suicidio. Además, el alcohol produce daños irreversibles al feto en las mujeres embarazadas y, a su vez, afecta la salud física y mental.

“En el mundo hay millones de personas que han logrado vencer la ansiedad; tú también puedes hacerlo” (ANÓNIMO).

 

Telésforo González Mercado

Psicología Social

Telesforo Gonzalez Mercado es Especialista en Psicología Social, Dr. en Planificación Estratégica, académico e investigador. Profesor y tutor para estudiantes de Maestrías y Doctorados en Ciencia para estudiantes de los USA y Canada. Es Conferencista y articulista sobre temas relacionados con el medio ambiente y el cambio climático, resiliencia, construcción de ciudadanía, planificación estratégica, inteligencia emocional y liderazgo. Es Experto en Cooperación Internacional para el Desarrollo. Fue Rector de la Universidad Agroforestal Fernando Arturo de Meriño (UAFAM).

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