Plantearnos seriamente la respuesta a esta pregunta: ¿cómo defender la patria sin poner en riesgo el turismo?, es definitivamente un dilema, no sólo para el gobierno sino para todo el país.
Los primeros interesados en defender el sector turismo deberían de ser cada uno de los ciudadanos dominicanos. Poner en riesgo el turismo es poner en juego la economía del país y, consecuentemente, nuestra estabilidad. Es por esto que seguir insistiendo con expresiones populares, como la marcha realizada en Friusa recientemente, es una amenaza frontal al sector turístico.
Este no es un dilema sencillo, pero tampoco es un callejón sin salida. Como país, tenemos derecho a proteger nuestra soberanía, pero también la obligación de hacerlo con inteligencia estratégica, respeto a los derechos humanos y visión de largo plazo.
Nuestro país necesita una política migratoria más clara, firme y basada en leyes certeras. Pero esta firmeza no debe traducirse en acciones improvisadas ni atropellos que dañen nuestra imagen. Las deportaciones masivas y sin el debido proceso, no sólo despiertan críticas internacionales, también afectan nuestro prestigio.
Es evidente que el gobierno necesita fortalecer su comunicación internacional, designando voceros profesionales que puedan explicar el contexto haitiano-dominicano sin caer en nacionalismos vacíos, ni en discursos que puedan interpretarse como discriminatorios. Los medios internacionales rara vez entienden la complejidad del tema haitiano. Nos toca a nosotros explicarla con claridad y estrategia. Es por esto que, más allá de lo que se hace, importa más cómo se comunica.
Nuestro país debe ser insistente y liderar la conversación internacional sobre el drama haitiano, el cual no puede seguir siendo visto como un asunto bilateral. Liderar esta conversación, y no sólo reaccionar a ella, nos posicionaría como un país serio, preocupado no sólo por su frontera, sino por el importante destino turístico en el que nos hemos convertido. No debemos de cansarnos en exigir el compromiso de otros países y organismos internacionales para la búsqueda de soluciones y ayudas para el pueblo haitiano. Esto no es solo defensa mediática; es proteger el turismo y la inversión extranjera.
Me atrevería a proponer la creación de una estratégica y creativa campaña de comunicación internacional con distribución preferible en las redes sociales, basada en mensajes claves, transmitida por personajes dominicanos que se preocupan por el país y por la pronta recuperación de la estabilidad de nuestro vecino país, e idealmente apoyada por haitianos que de igual manera ruegan por condiciones básicas para su nación. Esta campaña, Idealmente endosada por alguna ONG, junto a una estratégica campaña de relaciones públicas, pudiese ayudar a llevar el mensaje a quienes entendemos pueden ayudarnos a resolver la situación o, por lo menos, pudiesen apoyarnos a evitar que nuestra imagen y reputación se vea drásticamente afectada. Así como supimos posicionar el país como el principal destino turístico del Caribe, debemos ser capaces de luchar por mantener lo que tanto sacrificio nos ha costado.
Sé que teorizar es siempre mucho más fácil que actuar. Sin embargo, nunca estuve de acuerdo en detener el diálogo diplomático que se estableció a través de las comisiones bilaterales entre ambos países, las cuales entiendo pudiesen servir de apoyo colateral a las gestiones internacionales que se realizan y las que espero se retomen lo más pronto posible. El país debe seguir liderando esfuerzos diplomáticos para presionar a potencias como Estados Unidos, Canadá, Francia y organismos como la ONU a que se involucren más directamente en la solución estructural de la crisis en Haití. Mientras más compartida sea la carga, más manejable será el conflicto.
Por otro lado, la frontera (en tiempos normales) no debe ser sólo un muro de contención, sino una zona de desarrollo, dónde se deberían de establecer escuelas binacionales, hospitales comunitarios, mercados conjuntos y muchas otras oportunidades que transformarían la frontera en un espacio de progreso en lugar de conflicto. Esto también genera estabilidad.
No podemos permitir que la industria turística dominicana responsable del 15% del PIB, y de la creación de más de 800,000 empleos directos e indirectos, quede expuesto a los vaivenes de la política migratoria. Debemos mantener nuestra reputación como un destino seguro, hospitalario y estable.
Defender la patria no debe estar reñido con proyectar una imagen positiva al mundo. La clave pudiese estar en gobernar con visión estratégica, empatía humanitaria y excelente comunicación internacional. Si el país demuestra que sabe cuidar su soberanía sin caer en abusos y que lo hace con altura diplomática, no sólo conservaremos nuestra reputación, sino que además podremos salir fortalecidos.
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