Todavía estaba oscuro cuando sentí la vibración del iWatch en mi muñeca. Así comienza siempre mi día, pero esa mañana la sensación fue distinta. Me levanté con más energía que de costumbre, como si algo dentro de mí intuyera que lo que estaba por ocurrir tenía un peso especial. Salí más temprano, casi con entusiasmo juvenil, rumbo a la consulta nacional sobre el PLANEDS: Plan de Acción en Educación para el Desarrollo Sostenible. No imaginaba que, al final de la jornada, sentiría que estaba presenciando un paso histórico para el país y, en lo personal, la confirmación de un sueño que llevo más de veinte años abrazando: ver al Estado dominicano hablar de manera formal sobre la formación de una ciudadanía capaz de entender el mundo, convivir en él y transformarlo. Una ciudadanía global.

El encuentro estuvo presidido por la viceministra de Cooperación Internacional, Olaya Dotel, y por la viceministra de Asuntos Técnicos y Pedagógicos, Ancell Scheker. Ambas ofrecieron palabras centrales claras, firmes y profundamente comprometidas con una visión de país que asume la educación transformadora como pilar del desarrollo sostenible. Hablaron de cooperación, de articulación interinstitucional y de la necesidad de preparar a nuestras generaciones para un mundo cada vez más complejo e interdependiente. Escucharlas fue una señal inequívoca de que la República Dominicana está avanzando hacia un modelo educativo más alineado con los desafíos del siglo XXI.

El Plan de Acción Nacional en Educación para el Desarrollo Sostenible nace de la participación de la República Dominicana en el Programa Iberoamericano Ciudadanía Global para el Desarrollo Sostenible, coordinado por la SEGIB. En esencia, este programa reconoce que la sostenibilidad no es solo un tema ambiental, sino humano, ético y social. Busca que nuestros países formen personas capaces de comprender los desafíos globales, actuar con responsabilidad en sus comunidades y participar en la construcción de un mundo más justo y solidario. Por eso, aunque el documento hable de educación para el desarrollo sostenible, su espíritu es el mismo que inspira a la ciudadanía global: cultivar seres humanos con conciencia, criterio y compromiso.

La ciudadanía global no es una teoría ni un ideal lejano. Es una forma de educación que invita a ver el mundo con más amplitud, a entender la diversidad como riqueza y a reconocer que nuestras decisiones locales tienen impactos globales. La UNESCO resume este enfoque en cuatro dimensiones que ayudan a comprender cómo formamos personas capaces de vivir en un mundo interdependiente.

La primera es la dimensión cognitiva. Se trata de ayudar a los estudiantes a comprender el mundo que los rodea, sus desafíos y sus interconexiones. Significa enseñarles que el cambio climático, la migración, la salud pública, la tecnología, la economía o la paz no son asuntos aislados, sino parte de un mismo entramado global. Educar para la sostenibilidad implica, también, educar para entender el planeta como un sistema vivo.

La segunda es la dimensión socioemocional. Aquí se cultiva la empatía, la apertura, la cooperación y el respeto por la dignidad humana. En un país diverso, con retos sociales y culturales complejos, esta dimensión es vital. La ciudadanía global forma personas capaces de convivir con diferencias y de construir puentes donde otros levantan muros.

La tercera dimensión es la conductual. No basta con conocer y sentir. La educación debe traducirse en acciones concretas: servicio comunitario, voluntariado, participación cívica, liderazgo ético, cuidado del entorno y compromiso con el bien común. La sostenibilidad se vuelve real cuando se practica.

Y la cuarta dimensión es la conexión glocal. Entender que lo local y lo global no compiten, sino que se complementan. Actuar en nuestra comunidad con conciencia del impacto global de nuestras decisiones. Apreciar que un proyecto escolar en Moca, Barahona o Higüey puede estar vinculado al cumplimiento de un ODS o a una causa internacional. Esta mirada prepara a nuestros jóvenes para un mundo donde las fronteras se vuelven cada vez más porosas.

Estas cuatro dimensiones están presentes de forma natural en el espíritu del PLANEDS. Representan una oportunidad para que el país deje atrás un modelo educativo centrado en la memorización y avance hacia uno donde el pensamiento crítico, la participación, la ética y la colaboración sean pilares fundamentales.

Si bien las cuatro dimensiones propuestas por la UNESCO ofrecen una guía pedagógica clara, su incorporación efectiva al PLANEDS plantea desafíos que el país deberá afrontar con realismo. Esto incluye formar docentes con nuevas competencias, armonizar currículos ya sobrecargados, diseñar métodos de evaluación coherentes con la ciudadanía global y asegurar recursos para que las escuelas puedan convertir estos principios en prácticas vivas. Nada de esto es sencillo, pero reconocerlo es parte del compromiso serio con una educación que no se quede en intenciones, sino que se traduzca en transformación real.

Mientras escuchaba la presentación del plan, no pude evitar recordar los 63 años de AFS desarrollando precisamente estas competencias en la República Dominicana. A lo largo de estas décadas, más de 5000 participantes han vivido experiencias de aprendizaje global profundo y regresado con una visión más amplia del mundo y de su país. Muchos hoy ocupan posiciones de liderazgo en empresas, organizaciones sociales, instituciones académicas y entidades públicas. Y, aunque la mayoría haya llevado ese aprendizaje de manera silenciosa, su contribución a una cultura de apertura, diálogo y responsabilidad comunitaria es real.

Decenas de docentes han vivido experiencias del programa Educadores con Causa, incluyendo muchos formados en ISFODOSU que hoy enseñan con una mirada intercultural. Se suman las cohortes de Comunidad Solidaria, los comités escolares de educación en ciudadanía global, las escuelas con proyectos interculturales vivos y los cientos de voluntarios que llevan décadas trabajando en convivencia, diversidad y servicio comunitario.

Y en medio de todas estas experiencias acumuladas, el país dio un paso significativo. El 28 de octubre de 2025, durante el Encuentro Nacional de Educación para la Ciudadanía Global, distintas escuelas, organizaciones y actores del sistema educativo firmamos un manifiesto que sintetiza con claridad el espíritu que nos une: asumir la ciudadanía global activa como un propósito nacional. Ese documento no fue una formalidad. Representó la madurez de un movimiento amplio, plural y comprometido, convencido de que educar para el desarrollo sostenible implica formar personas capaces de comprender el mundo, colaborar a través de las diferencias y actuar con integridad por el bien común. Ese compromiso colectivo reafirma que el país cuenta con la voluntad y la convicción para avanzar.

Por todo esto, la invitación a participar en este proceso no la recibo como un reconocimiento, sino como una responsabilidad. Se trata de sumar, escuchar, aprender y aportar junto a instituciones que llevan mucho tiempo trabajando temas ambientales, educativos, comunitarios y sociales. La educación para el desarrollo sostenible exige justamente eso: colaboración, humildad y sentido de propósito.

La República Dominicana tiene hoy una oportunidad extraordinaria. Si fortalecemos esta visión, si formamos docentes con estas competencias, si conectamos las escuelas con sus comunidades y con el mundo, y si asumimos la sostenibilidad como una ética de vida, estaremos preparando a nuestra juventud para participar con dignidad en un siglo que exige ciudadanía global para resolver problemas que ningún país puede enfrentar solo.

Aquel jueves salí con una certeza renovada. Nuestro país puede más. Y, si avanzamos juntos, podremos construir una educación capaz de formar dominicanos y dominicanas que cuiden su tierra, valoren su diversidad, actúen con responsabilidad, ejerzan su libertad y comprendan que pertenecen no solo a su comunidad y a su nación, sino también al mundo que compartimos.

Esa es, al final, la esencia de la educación para el desarrollo sostenible. Y el corazón profundo de la ciudadanía global.

Pablo Viñas Guzmán

Educador, gestor cívico

Pablo Viñas Guzmán es director ejecutivo de AFS Intercultura en República Dominicana, gestor cívico y educador. Desde esa posición lidera programas de intercambio educativo, formación de jóvenes líderes, cooperación intersectorial y participación ciudadana. Es líder de GivingTuesday en República Dominicana y forma parte de su red global, además de presidir la Junta Directiva de Alianza ONG y participar activamente en otros espacios de articulación del sector social. Ha sido consultor y conferenciante en diplomacia pública, educación global, voluntariado internacional y fortalecimiento institucional en América Latina, Europa y Asia. Ha diseñado y ejecutado programas con el apoyo de agencias de cooperación y organismos internacionales, y ha colaborado con iniciativas de la Unión Europea, WINGS y otras plataformas en la consolidación de ecosistemas filantrópicos en el Caribe. Cuenta con formación en Derecho, Negocios Internacionales, Liderazgo Cívico y Diplomacia, y es egresado del Programa Executivo en Estrategia de Impacto Social e Innovación de la Universidad de Pensilvania.

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