En los últimos años se ha instalado con fuerza un concepto que redefine el papel de las personas en la sociedad: la ciudadanía global. No se trata de una etiqueta cosmopolita, sino de un enfoque educativo y social que puede cambiar la manera en que entendemos nuestra responsabilidad frente a los demás, dentro y fuera de nuestras fronteras, y también se le conoce como ciudadanía mundial.

La UNESCO define la educación para la ciudadanía global (GCED, por sus siglas en inglés) como “un marco que empodera a los estudiantes de todas las edades para asumir roles activos, tanto a nivel local como global, en la construcción de sociedades más pacíficas, tolerantes, inclusivas y seguras”. Este enfoque busca desarrollar conocimientos, habilidades, valores y actitudes que fomenten el respeto por los derechos humanos, la diversidad cultural, la empatía y la responsabilidad social. En palabras simples, ser ciudadano global significa actuar con conciencia de que nuestro bienestar está entrelazado con el de los demás, aquí y en cualquier parte del mundo.

En un país como República Dominicana, donde los debates sobre seguridad ciudadana suelen centrarse en la represión del delito o en la dotación de recursos a la policía, hablar de ciudadanía global puede parecer lejano. Sin embargo, investigaciones internacionales muestran que la relación entre participación cívica (especialmente a través del voluntariado) y la seguridad comunitaria es más estrecha de lo que creemos.

Un informe de los Voluntarios de las Naciones Unidas (UNV) señala que el voluntariado no solo fortalece la cohesión social, sino que también contribuye a sociedades más resilientes frente a crisis y conflictos. Al participar en iniciativas solidarias, los ciudadanos construyen confianza mutua y refuerzan los vínculos con las instituciones, lo que disminuye la percepción de inseguridad y fomenta entornos más pacíficos. En otras palabras, cuando más personas se involucran en actividades voluntarias, las comunidades se vuelven menos vulnerables a la violencia y más propensas a resolver conflictos de manera pacífica.

Un estudio sobre programas de voluntariado comunitario en cuerpos de seguridad en Estados Unidos ofrece datos reveladores: el 83 % de los voluntarios afirmó que su participación cambió positivamente su percepción de la policía, mientras que un 75 % declaró estar más dispuesto a colaborar con ellos. Además, el 93 % dijo sentirse más abierto a dialogar con oficiales y el 92 % manifestó que defendería públicamente sus acciones. Estos datos evidencian que el voluntariado no solo genera confianza interpersonal, sino también confianza en las instituciones encargadas de garantizar la seguridad.

La experiencia internacional también respalda esta relación. Países con altas tasas de voluntariado, como Noruega, Canadá o Nueva Zelanda, suelen figurar entre los más seguros y pacíficos del mundo según el Índice Global de Paz. Aunque sería simplista atribuir esa seguridad únicamente al voluntariado, lo cierto es que la cultura de participación cívica y solidaridad es un factor que fortalece el tejido social y previene la violencia.

En la República Dominicana, ejemplos no faltan. La primera cohorte de Comunidad Solidaria, que hemos impulsado desde AFS Intercultura, reunió a líderes comunitarios de diversas edades y trayectorias. Algunos venían de barrios donde la inseguridad es parte del día a día, otros eran ejecutivos con experiencia en organizaciones sociales. Juntos diseñaron proyectos que combinaban acción local con mirada global: programas ambientales, iniciativas educativas, actividades de integración cultural. Esa diversidad reflejó un principio clave de la ciudadanía global: todos tienen algo que aportar, y todos tienen algo que aprender.

El voluntariado internacional también ha sido un puente fundamental. Jóvenes dominicanos que participan en programas en Guatemala o Alemania regresan con una comprensión distinta de la convivencia y la diversidad. Educadores que viajan a Costa Rica en el marco de “Educadores con Causa”, programa de AFS, regresan con nuevas metodologías y una red de contactos globales. Del mismo modo, estudiantes extranjeros que son acogidos en nuestras escuelas y comunidades no solo aprenden español y merengue, también transmiten formas distintas de relacionarse, de confiar y de construir comunidad.

Pero no hace falta salir del país para practicar la ciudadanía global. Al contrario, comienza en lo local. Cada vez que un voluntario acompaña a niños en riesgo, que una comunidad organiza una jornada ambiental o que vecinos se unen para apoyar a una familia afectada por una tragedia, se están fortaleciendo las bases de una sociedad más pacífica. Estas pequeñas acciones generan confianza, y la confianza es el recurso más escaso en una sociedad donde predomina la percepción de inseguridad.

La UNESCO subraya que la ciudadanía global activa “fomenta la disposición a vivir juntos en paz, respetando y valorando la diversidad”. Cuando esa disposición se traduce en acciones concretas, el resultado son comunidades más seguras, no porque haya más policías en las calles, sino porque hay más ciudadanos cuidando unos de otros. Iniciativas como la Red Filantropía RD, que agrupa a instituciones comprometidas con fortalecer el ecosistema social del país, muestran cómo la cooperación intersectorial es parte de esa ciudadanía global activa que construye confianza y seguridad desde lo comunitario.

Por eso, el debate sobre seguridad ciudadana en la República Dominicana no puede limitarse a estrategias punitivas o tecnológicas. Necesitamos una visión más amplia, que entienda que educar para la ciudadanía global y fomentar el voluntariado es también una política de seguridad. Invertir en programas que desarrollen empatía, pensamiento crítico y responsabilidad compartida es, en el largo plazo, tan importante como invertir en cámaras de vigilancia o patrullas.

La lección es clara: la seguridad no se impone, se construye. Y se construye desde abajo, con ciudadanos que asumen su papel activo en la sociedad, conectados con el mundo y comprometidos con la paz.

República Dominicana tiene una tradición de solidaridad y hospitalidad que puede convertirse en un sello distintivo. Si cultivamos esa tradición a través de la ciudadanía global activa, estaremos sembrando no solo comunidades más seguras, sino también un país más abierto, justo y preparado para enfrentar los desafíos del siglo XXI.

Pablo Viñas Guzmán

Educador, gestor cívico

Pablo Viñas Guzmán es director ejecutivo de AFS Intercultura en República Dominicana, gestor cívico y educador. Desde esa posición lidera programas de intercambio educativo, formación de jóvenes líderes, cooperación intersectorial y participación ciudadana. Es líder de GivingTuesday en República Dominicana y forma parte de su red global, además de presidir la Junta Directiva de Alianza ONG y participar activamente en otros espacios de articulación del sector social. Ha sido consultor y conferenciante en diplomacia pública, educación global, voluntariado internacional y fortalecimiento institucional en América Latina, Europa y Asia. Ha diseñado y ejecutado programas con el apoyo de agencias de cooperación y organismos internacionales, y ha colaborado con iniciativas de la Unión Europea, WINGS y otras plataformas en la consolidación de ecosistemas filantrópicos en el Caribe. Cuenta con formación en Derecho, Negocios Internacionales, Liderazgo Cívico y Diplomacia, y es egresado del Programa Executivo en Estrategia de Impacto Social e Innovación de la Universidad de Pensilvania.

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