A Lew Rockwell fue el primero que escuché criticar los censos compulsivos estatales como fuente para el diseño de políticas intervencionistas que destruyen las libertades y el progreso de los individuos.  Genial lo que el fundador del Instituto Ludwig von Mises escribe sobre aquel en que se ambienta el nacimiento del Hijo de Dios para los cristianos.

Como tendremos que esperar varias décadas para tener una sociedad girando sobre leyes privadas con orientación de los planos que describe Hans Hoppe, en la que será imposible imponer un “quédense en casa para esperar al censador”, hay que buscar en los públicos las maravillas que revelan los contratos voluntarios en la provisión de bienes esenciales, enfrentando la incertidumbre de perder patrimonio.

¿Enfrentando qué? Sí, eso mismo, no vuelva a leer; al mercado libre lo marcaron a propósito con ese anatema de “afán de lucro” cuando su naturaleza es de beneficios y pérdidas que impactan totalmente al patrimonio personal, emprendimientos como los de alquilar casas o vender botellones de agua para beber.

El 28% de los hogares del país ocupa una vivienda con contratos de alquiler.  El Censo del 2022 revela que el Señor Barriga, cobrador de alquileres, es una realidad en un país donde la clase política, para bien o para mal de acuerdo con sus creencias, no ha intervenido para poner control al precio de los alquileres.  En mi caso, por supuesto, para bien, porque es a esa libertad de poder invertir en construir o remodelar inmuebles con fines de alquilar que se debe la existencia de 1.4 millones de viviendas de todo tipo, desde casas independientes o apartamentos hasta las que son “parteatrás” o barrancones.

Son 3,141,171 hogares que no se mueren de sed o adquieren enfermedades terminales gracias a quienes invirtieron recursos para conectar esa demanda de agua de beber segura

No hay derecho a vivir en una vivienda propia o alquilada, confortable, con pisos de cemento, techo de concreto, baño exclusivo, frente que dé a la calle y a tres metros de cada casa vecina.  Lo que existe, como explicó Ayn Rand, es el derecho natural a que nadie te impida con violencia o amenaza creíble poner todos tus esfuerzos en adquirir o alquilar la que mejor se acomode a tus ingresos en contratos voluntarios con los propietarios que transfieren el título o lo ceden temporalmente para el uso de terceros.

Encontrar que 60,651 hogares ocupaban “pieza en cuartería o parte de atrás” nos explica que no tenían ingresos suficientes para alquilar una “vivienda en hilera” y que, pudiendo pagar una solución en un “barracón”, de menor calidad, prefirieron gastar un poco más en esa que escogen.  Afortunados son de que personas con modestos ahorros hicieran las inversiones para tener una cuartería, sin muchos lujos o parecido a lo que vieron en la Casa de Alofoke, para familias como la suya con ingresos relativos temporalmente menores.

El pasado censo lo dirigieron jurados enemigos de la formación de precios en libre mercado. Ojalá que con la difusión de estos resultados no busquen su sustitución como en el pasado, entrar a un esquema de precios por decretos de sultanes, reyes, presidentes o toritos en curules. ¿Tres empresas con control regional para la asignación de precios justos a los contratos y protección a los inquilinos, al estilo de las EDES que suplen de manera eficiente la luz a las…? Con eso no van a inventar porque no hay agua ni bomberos para calmar la sed de venganza provocando fuegos por todo el país.

A propósito de agua, en la de calmar la sed, el Censo 2022 revela otra belleza de los mercados libres y competitivos.  El agua de botellones es la fuente de abastecimiento de agua para beber en 85 de cada 100 hogares dominicanos. Por favor, que memorice ese dato todo aquel que repite como loro empericado que “ningún bien o servicio esencial puede estar en manos del sector privado”.

Son 3,141,171 hogares que no se mueren de sed o adquieren enfermedades terminales gracias a quienes invirtieron recursos para conectar esa demanda de agua de beber segura con una oferta de botellones producidos con estándares de calidad que les permite tener una relación de largo plazo con sus clientes.

¿Prefiere que eso siga así, con libertad de entrada para satisfacer ese inmenso mercado y libertad de precios, o le gustaría más un decreto expropiando todas las plantas de botellones de agua y entregarlas, junto con sus flotillas de camiones, al director de PROCONSUMIDOR, que se dedicará en cuerpo y alma, sin los demonios del afán de lucro, para que reciba su agua buena, cristalina, en botellones bonitos y baratos?

José Alfredo Guerrero

Economista

Economista con experiencia bancos privados, públicos, entidades reguladoras, asociaciones empresariales y centros investigación.

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