Las enseñanzas legadas al pueblo boliviano por el héroe aimara Julián Apaza Nina (Túpac Katari) y su esposa Bartolina Sisa han servido de poco al liderazgo político actual, incluyendo al que se dice de izquierda.
En la segunda mitad del siglo XVIII, las rivalidades, malquerencias y desconfianza recíprocas entre Túpac Katari y sus seguidores, y Túpac Amaru II y los suyos, no jugaron a favor de la lucha contra los colonialistas españoles y los serviles nativos.
En noviembre de 1781, traicionado por colaboradores y entregado a los enemigos, poco antes de que le cortaran la lengua y lo descuartizaran cruelmente, Katari habría pronunciado unas palabras proféticas: “A mí solo me matareis, pero mañana volveré y seré millones”.
Dos siglos y medio después, con la organización política MAS (Movimiento al Socialismo), el líder cocalero Evo Morales y su sucesor Luis Arce Catacora, ven retornar, con su procera wiphala andina, a Túpac Katari convertido en millones de seguidores.
¿Acaso una ilusión pasajera?
Ocurre hoy que los intereses grupales, y la pobre visión del liderazgo político enturbian la vida de Bolivia, un país hermano que debería bullir generando riqueza y bienestar.
Con 11 millones de habitantes, y una economía tradicionalmente centrada en la minería, los hidrocarburos y la soya, el panorama actual es más que desesperante, y lo que resulta peor: las perspectivas a corto plazo ni siquiera matizan el baremo.
La producción de gas ha desaparecido, y la serendipia enriquecedora del litio no termina de cristalizar.
Con elecciones fijadas para agosto de este año; la inflación disparada, y las interminables colas de vehículos esperando combustible durante horas y días, y la muy pronunciada carencia de divisas para la compra, estremecen las posibilidades de continuidad del MAS.
Sin ambages, el gobierno de Luis Arce Catacora ha resultado un fracaso. Acosado por la ineficiencia, y por las fuerzas del Evo que se empeñó en alejar suministrándole desde temprano una dieta de provocaciones, hoy bascula en tierra movediza. El presidente es culpable de haber prohijado la rivalidad y la división del instrumento político que lo llevó al poder. No hay pero que valga.
Hoy menudean las voces que en Bolivia piden la renuncia de Catacora. Él se niega, al tiempo que, desorejado, parece interesado en buscar la reelección. Ojalá no resulte émulo de Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003), presidente USA/boliviano que, tras negarse a abandonar la Casa Grande del Pueblo, la presión popular puso en fuga.
El temerario empeño de los arcistas en desacreditar, y hasta eliminar físicamente al expresidente Evo, se ha concretado con la invalidación legal de su candidatura y en la división del Movimiento al Socialismo. Es la confirmación monda y lironda de que “mal paga el diablo a quien bien le sirve”.
Porfiado en su rivalidad, hace unos días el gobierno de Arce propició el asalto de la sede nacional del partido, en La Paz, en manos de seguidores de Morales. El diputado arcista Rolando Cuéllar, con los suyos embarbijados, encabezó el asalto. Tras vandalizar la imagen del el ex presidente, fueron enfrentados por los evistas, y tuvieron que huir por los tejados usando escaleras.
Corto de miras, Arce se la pone en bandeja de plata al denominado Bloque de Oposición, criatura armada para enfrentar al MAS; misma que reúne a viejos y desacreditados derechistas. A saber: los expresidentes Carlos Mesa y Jorge Quiroga, el conspirador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, y el empresario Samuel Doria Medina. Se han sumado otros. Su candidato único, dicen, saldrá de una encuesta.
Arce juega con candela. Parece olvidar de qué es capaz una ultraderecha rencorosa en el poder. Ha borrado de su memoria a Jeanine Áñez y las masacres de noviembre, 2019, en Sacaba y Senkata, y su propia condición de sobreviviente del proclamado intento de golpe de Estado, protagonizado por el general Juan José Zúñiga, en junio del 2024.
También ha olvidado que tras la crisis del 2019 y la salida de Evo, fue éste quien lo propuso como candidato del MAS. Había sido su ministro de Economía y Finanzas durante 12 años.
Infamado por su propia incompetencia, Arce tiene en niveles mínimos las posibilidades de reelección, y para desgracia del proyecto político masista, y del pueblo que lo respalda, ha querido y quiere dar al traste, a toda costa y de mala manera, con el retorno al poder de Evo, líder icónico del MAS.
Otro sería el panorama político boliviano si se hubiese justipreciado el retorno hecho millones de Túpac Katari; si se hubiese preservado la unidad Evo/Arce, y ambos líderes empujaran en una misma dirección, en beneficio del país.
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