En la mitología romana, Ceres era la diosa de la fertilidad y la abundancia. Si ella estaba feliz, las plantas florecían y daban frutos. Si estaba inconforme, el terreno era árido y no había crecimiento.
Esta figura es propicia para ilustrar la prosperidad colectiva de la República Dominicana, que, tal como lo indica el Fondo Monetario Internacional, tiene perspectivas positivas para este año y el próximo.
En los últimos cien años la República Dominicana ha registrado enormes progresos en términos económicos. Y, aunque se siguen estudiando formas de que este crecimiento se distribuya entre más personas, es indudable que dentro de los grupos que más contribuyen está el constituido por las mujeres. Es como si hubiera una multitud de réplicas de Ceres que continuáramos aportando al desarrollo.
El fenómeno no es exclusivo a la RD. Ya a principios del siglo XXI, cuando la gran crisis derivada de las malas atribuciones de los préstamos hipotecarios que tuvo repercusiones en el mundo rico, en Islandia la institución financiera que mejor resistió la crisis estaba dirigida por mujeres. Tanta aprobación tuvo la manera en que se llevó a cabo esta gestión, que su principal dirigente resultó elegida presidente del país en el año 2024.
En el momento actual, muchas entidades abogan, con datos y no solo opiniones, que una mayor participación de mujeres es positiva para las sociedades. Contrario a lo que podríamos pensar, desde hace varios años las estadísticas sobre las contribuciones a la seguridad social reflejan una tendencia en ese sentido: las mujeres dominicanas contribuyen con mejores salarios a las cotizaciones. Esto lo podemos comprobar también fuera del terreno de las estadísticas: es indudable que junto a mejores condiciones de vida de las madres dominicanas del siglo XXI, hoy día es muy difícil ver en las calles a niños vendiendo maní, ofreciendo trabajo de limpiabotas o simplemente pidiendo dinero, imágenes que eran comunes en los años setenta y ochenta del pasado siglo.
Si a esto le añadimos el dato de que en varios escenarios se ha demostrado que el nivel de escolaridad de la madre es el factor que más contribuye al desarrollo cognitivo de los niños (y a la perseverancia en los estudios de adolescentes y jóvenes adultos), nos queda claro que ocuparse del bienestar de las mujeres es la manera más expedita y eficiente de ocuparse del bienestar social. El lunes pasado, el Instituto Cultural Domínico-Americano ofreció una ilustración de ese fenómeno. Se denominó “Plaza Estudiantil Engracia Franjul de Abate” al espacio de solaz de la sede en Santo Domingo para honrar el deseo de democratización de los servicios educativos de este centro que tuvo una de sus pasadas presidentes.
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