“La vida es una exuberancia planetaria, un fenómeno solar.

Es la transmutación en células del aire y el agua de la Tierra

y de la luz del Sol. Para valorar las graves consecuencias

del ecocidio es necesario examinar la delicada naturaleza de la

evolución biológica”

Ecocidio

Franz J. Broswimmer.

“No salgas, húndete más, presentido petróleo de mi patria”.

Canto al presentido Petróleo de mi tierra

Juan Sánchez Lamouth

La muerte de las especies de la Bahía de las Águilas en Pedernales, no se verá en lo inmediato; nadie hablará de eso, quizás, los dueños de los “fideicomisos”, los “emprendedores” y algunos miembros de la clase política digan algo cuando las aguas transparentes y cristalinas de la Bahía, muestren altos índices de turbidez; sospecharán, ¡muy preocupados por sus negocios!, que se trata de alguna “cosa mala” que están haciendo los lugareños para sobrevivir, pero, la muerte de muchos hábitats terrestres y marinos del procurrente de Barahona, muertes que ya ocurren por el cambio climático antropogénico, dependen de una decisión presidencial.

La exuberancia paradisíaca del bosque seco y de la productividad de los fondos marinos de la Bahía, son el resultado de los ciclos biogeoquímicos de la región, ciclos que estableció la naturaleza durante miles de años mediante intercambios gaseosos y sedimentarios que caracterizan y sostienen el ecosistema con sus frágiles hábitats terrestres y marinos, desde donde surge la vida, vidas que ahora una decisión política equivocada, en silencio, puede catalizar su extinción masiva.

Los componentes bióticos de los diferentes reinos que conforman la diversidad de la comarca, ahora mismo viven en extrema fragilidad, ya que sólo las especies con valencia ecológica (eurioicos), es decir: los organismos que poseen una amplia capacidad para adaptarse y poblar medios diferentes, están procurando aclimatarse a los cambios que provoca la anomalía climática antropogénica en sus ecosistemas, las especies que no tienen esta capacidad de adaptación (estenoicos) ya desaparecieron o están en ese proceso. Nosotros, ciegos y llenos de ruido, no podemos ver ni oír que estamos en medio de un silencioso proceso de extinción de especies.

Para nuestro mal, bajo los difíciles cambios de adaptación o muerte a los que están sometidas las especies planetarias y en especial las insulares, ahora, ¡en estos momentos!, se añaden al peligroso colapso ecológico que vivimos, las apetencias del hegemón del norte, que tiene la mirada puesta en las alturas de la Bahía y ya los ingenieros de su ejército horadan la tierra “para identificar algo sumamente importante para el futuro del mundo y para la economía moderna”, según las palabras de Marcos Rubio, Secretario del Departamento de Estado. Otra vez se despierta, como una maldición, la apetencia de los mineros gringos hacia nuestro territorio insular.

48 mil 442 kilómetros, media isla, frágil, cargada de especies endémicas, arcillas terapéuticas, aguas termales, suelos agrícolas de calidad y extensos acuíferos, ahora, quieren extraer las “tierras raras” que esconde nuestra bauxita en Aceitillar y las Mercedes, regiones próximas al Hoyo de Pelempito, que conforman un delicado ecosistema donde se generan los factores abióticos (de origen no viviente): microclimas, temperaturas, humedad, luz, vientos que unidos a los componentes edáficos e hidrográficos generan la vida, son los soportes de los seres vivos y del paisaje del mismísimo Parque Nacional Jaragua y de todo el procurrente de Barahona.

La explotación, la producción, el procesamiento y la recuperación de las tierras raras tiene graves impactos sobre el agua, el suelo, el aire y la salud. La extracción y el procesamiento de las tierras raras en los países que desarrollan esta minería, reportan una alarmante contaminación del suelo y del agua con metales pesados, flúor, elementos radiactivos y arsénico, así como envenenamientos severos de los ecosistemas y de los habitantes.

La minería de las tierras raras demanda grandes volúmenes de agua, producen alteraciones en el microclima, convierten el agua superficial y los acuíferos subterráneos en agentes de contaminación; afectan la flora, la fauna local y la regional. Además de generar grandes cantidades de residuos peligrosos que incluyen elementos radiactivos, se registra la casi desaparición de la pesca, y, sobre todo, impactos escénicos que siempre quedan como importantes pasivos ambientales.

La República Dominicana no tiene la emergencia de los elementos que aparecen en las tierras raras, llegar a ellos mediante su explotación, significa la destrucción de los ecosistemas que fluyen en toda la región del procurrente de Barahona y que interactúan entre ellos por corredores ecológicos, fujo que va desde los componentes no vivos hasta los vivos para volver otra vez a los no vivos cumpliendo así el ciclo biogeoquímico, siendo las plantes verdes uno de los componentes más importantes del ciclo, responsables de convertir los nutrientes en elementos biológicamente útiles.

La Bahía de las Águilas, el Hoyo de Pelempito, Aceitillar y las Mercedes, están bajo la amenaza directa, mortal, de los “hombres del dinero”, cuentan con el aplauso de la clase política y de la opinión de dislocados comentaristas de medios que ignoran el valor ambiental de esa región de la Tierra: toda el área minada está incluida o muy cerca de la Reserva de la Biosfera Jaragua, Bahoruco, Enriquillo, designada por la UNESCO como reserva de la Biosfera en el año 2002; de unos 4 mil 858 kilómetros cuadrados, con una zona núcleo de 3 mil 183 kilómetros cuadrados y con 900 kilómetros cuadrados de áreas marinas.

Es la primera Reserva de Biosfera Dominicana propuesta por su alta diversidad biológica de importancia nacional, regional y mundial, donde se protegen muestras representativas para la conservación de recursos genéticos, especies, ecosistemas y paisajes naturales; la zona núcleo incluye los parques nacionales: Sierra de Bahoruco, Lago Enriquillo y Jaragua. De realizarse la perturbadora propuesta de explotación de las tierras raras, se catalizaría el colapso ecológico que viven las especies de la Tierra, lo que es una invitación inmoral a realizar un ecocidio con el único propósito de lograr la renovación de capitales y competir por la hegemonía planetaria.

Ramón Narpíer

Profesor universitario

Profesor universitario, director de la revista Atajo, sobre ciencia, sociedad, cultura y medio ambiente.

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