2. Cinco siglos, tres imperios. Lo que es hoy América Latina está condicionado por una historia en que han ejercido una influencia poderosa tres imperios: el español-portugués desde la época de la conquista ibérica; el británico en el primer siglo posterior a las independencias de nuestros países, y el norteamericano en el último siglo.

Pongo juntos el español y el portugués debido a que corresponden a la misma época y la misma cultura. Y no menciono el francés y el holandés por el modesto alcance geográfico e histórico de su participación, insuficiente para determinar lo que es hoy la región.

Ningún imperio es bueno, excepto para quien domina. No creo que sea agradable para ninguna sociedad ser sometida a ningún imperio, debido a que la fuerza y la humillación hacia las comunidades avasalladas son consustanciales a todos.

Durante la época colonial (española en nuestro caso), las matanzas, el despojo de la tierra, la esclavización, el expolio de las riquezas, la destrucción de culturas y civilizaciones ancestrales y, a la postre, el establecimiento de castas para nativos y afrodescendientes, que sumió en la pobreza a las mayorías, neutraliza cualquier aporte positivo que pudiera haber traído, por muy edulcorada que haya sido escrita la historia.

Dado el monopolio del comercio exterior que mantenía España en la economía colonial, la perspectiva del libre comercio para sus bienes manufacturados alentó a potencias no ibéricas, Gran Bretaña en particular, a apoyar las luchas latinoamericanas por la Independencia.

Entre mediados del siglo XIX y mediados del XX el impero dominante fue el británico, que era el principal socio comercial, de inversión y de movimientos de capitales de prácticamente toda Sudamérica, alternándose en algunos momentos con Alemania y Francia. En 1914, el 68% del financiamiento externo y el 48% de la inversión extranjera de América Latina provenía de Gran Bretaña.

En nuestra región, la influencia del imperio británico fue sustancialmente diferente, pues no se trató propiamente de una colonización como en África, Asia y Medio Oriente y, además, su impacto imperial se concentró esencialmente en Sudamérica, dado que en los casos de México, Centroamérica e islas hispanohablantes del Caribe (Cuba, Puerto Rico y República Dominicana), la relación principal pasó directamente de España a los Estados Unidos.

A diferencia del imperio español, el comercio del imperio británico era libre y su economía crecía hacia afuera, irradiando una gran demanda de bienes primarios y correspondiente inversión en puertos, carreteras, ferrocarriles, caminos y mecanización agrícola. América Latina no se desarrolló, pero tampoco su atraso relativo actual viene de ahí.

3. América Latina bajo la dominación imperial estadounidense. Tras la Primera Guerra Mundial los EUA pasaron a desplazar a Gran Bretaña como el imperio de mayor irradiación hacia la zona, pero fue después de la Segunda Guerra cuando se convirtió en amo y señor. Contrario al imperio británico, la economía norteamericana crecía hacia adentro, siendo bastante autosuficiente, por lo que su capacidad de esparcir hacia la región su desarrollo económico siempre fue limitada.

En nuestra región a lo largo de la historia, Estados Unidos ha despertado una especie de sentimiento amor-odio, dependiendo del país y la circunstancia. Es, en todo caso, el país más admirado por los latinoamericanos y muy particularmente por los dominicanos, según el Latinobarómetro.

Y esto tiene su lógica: además de ganar por goleada la batalla de la narrativa de lo bueno y lo malo, es el principal socio comercial, importante fuente de inversión y de capitales, fuente de la mayoría de los turistas, sueño preferente de migrantes, país de acogida para millones de nuestros hermanos y lugar de abastecimiento de remesas. Todo eso pesa más que las dictaduras, los golpes de Estado y las interferencias políticas.

Sin embargo, la sociedad norteamericana es amiga de las armas, su cultura irradia violencia y su tradición permite afirmar que es intrínsecamente guerrerista, y eso no se aviene bien con los deseos de América Latina.

Latinoamérica valora la democracia y casi siempre ha vivido en paz. Desde ese punto de vista, aprueba los valores asociados con la democracia y los derechos humanos, vinculados a la época del imperio norteamericano, los cuales considera aportes positivos, particularmente después del gobierno de Jimmy Carter, en que Estados Unidos comenzó a cambiar su tradición de estar propiciando dictaduras en América Latina. Aunque eso no haya impedido continuar el dicho de Roosevelt “donde vayas, habla suave, pero lleva un gran garrote”.

Ahora bien, en términos de progreso económico, ¿cómo le ha ido a nuestra región durante la época histórica en que ha estado bajo la égida de los Estados Unidos? Como economista que soy, estoy obligado a recurrir a lo que dicen las estadísticas y, según estas, parece que nada bien.

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