El sistema educativo dominicano, en la última década, es el tema fuerte de cada día. La actualidad del tema no solo obedece a medias verdades e informaciones falsas y continuas en las redes sociales; responde, también, a situaciones difíciles y cada vez fuera del control del Ministerio de Educación, de los Distritos Educativos y de los centros educativos. Se puede decir que la gobernanza del sistema educativo requiere atención, seguimiento y revisión estructural. Hace muchos años que se viene observando esta realidad. En estos tiempos, se hace más visible la necesidad de que la gobernanza y la propuesta pedagógica del ministerio se examinen a fondo. Es tiempo de que el Minerd proceda a repensarse a sí mismo. Esto, generalmente, se le exige a las instancias y a las personas que dependen del ministerio. Pero, a esta entidad y a sus representantes, generalmente, se les disculpa de todo; los demás actores sí deben revisarse.
Los hechos de violencia, la diversidad de las violencias, el carácter y las consecuencias de los hechos violentos provocan conmoción en el sistema, en la sociedad y en la población escolar. De igual modo, las violaciones persistentes a los derechos de los estudiantes por el gobierno paralelo de la Asociación Dominicana de Profesores crean, también, situaciones que parecen fuera de control del Minerd. Sin generar atropellos ni crear otro círculo de violencia, el Ministerio tiene que demostrar que dirige la educación dominicana y que la sociedad puede confiar en su liderazgo.
Parece que el Minerd debe agilizar el paso para no llegar tarde. Los sucesos se producen con una frecuencia cada vez mayor. Estos no surgen de la nada. Tienen sus raíces en la violencia institucionalizada que hay en el mundo, que se refuerza en el país y que impacta al aula, al centro educativo y a las comunidades. Por ello, la agilidad y la calidad en la toma de decisiones es importante para adelantarse a situaciones de violencia que ya forman parte de la vida de los centros educativos. La violencia en los centros educativos públicos siempre es noticia. La violencia en los centros privados se encubre y no se aborda con el carácter que amerita. Vamos avanzando hacia una cultura violenta que norma la vida de los centros públicos y privados.
Ya no hay necesidad de hacer análisis. Se cuenta con estudios, diagnósticos, resultados de talleres, seminarios y observaciones en las aulas, que dan cuenta del crecimiento exponencial de la violencia en la sociedad, en las aulas, en los centros educativos públicos y privados. Estos últimos están acostumbrados a un funcionamiento más que autónomo. Disfrutan de una supervisión del Ministerio de Educación de la República Dominicana poco convincente y con efectividad cuestionable. Participan de una autonomía que les permite conducirse hasta sin una planificación mínima en el desarrollo de actividades educativas. La muerte de Stephora Anne-Mircie Joseph pone al descubierto prácticas en la educación privada que no responden en ninguna de sus fases a un proceso pedagógico orientado a la formación de los actores.
Si la violencia escolar continúa incrementando las muertes de estudiantes, la gobernanza continuará cuestionándose. En este contexto, adquiere relevancia la emisión de la Orden Departamental 63-2025 que presenta el protocolo para la realización de excursiones en los centros educativos, públicos y privados. Esta Orden Departamental orienta y regula las excursiones. Pero, el Minerd tendrá que pensar en disposiciones más integradoras, para que no queden fuera de regulación los graves incidentes que se producen en los recreos escolares y al salir del plantel escolar. Hay que revertir la cultura de la violencia, por la cultura del respeto mutuo, del diálogo y de la comunicación asertiva.
Los hechos acaecidos requieren que el Consejo Nacional de Educación analice y tome las medidas de lugar para que la gobernanza del sistema de pregrado se reestructure y se reenfoque. La reestructuración ha de garantizar un liderazgo educativo que no se repliegue, ni se convierta en instrumento rezagado cuando se necesita; ha de ser un liderazgo con sentido anticipador, con políticas y decisiones que reorienten la cultura escolar; que prioricen la construcción conjunta de la paz, de la solidaridad y del bien colectivo.
El foco ha de ser el aprendizaje. Pero esta prioridad requiere condiciones que favorezcan la estabilidad y la unidad entre los actores. A mayor aumento de las acciones violentas en el centro educativo, será mayor la fragilidad de los aprendizajes y de su calidad. Si la gobernanza del Minerd presenta fracturas y no se toman medidas para transformarla, la esperanza educativa continuará como simple quimera.
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