
La oralidad cultural en África (occidental) ha sido una fuente de sabiduría viviente cuya movilidad ancestral se conoce poco en nuestro país, debido a ciertas complejidades, obstáculos colonialistas y poscolonialistas que se han arraigado a través del tiempo histórico, político y cultural. Nuestros antropólogos, sociólogos, arqueólogos, escritores e investigadores culturales han hecho su trabajo estremeciendo el sistema cultural a partir de signos, imágenes, metáforas y símbolos que han influido, en parte, en la actividad educativa y formativa dominicana. Lo cierto es que aún con lo que se ha trabajado hasta hoy, el rescate de memorias orales deja mucho que desear en el país dominicano. La presencia africana en República Dominicana ha levantado una polvareda de opiniones tendentes a ocultar, en muchos casos, lo africano y su presencia en el país, mediante la “castellanización” de nuestro país, marcado culturalmente por un prejuicio racial que “late”, que impulsa el miedo al significante “étnico”, al fantasma del África negra en el país.
Entre finales del 2002 y el 2004 estuve al frente de la Comisión Nacional Dominicana para la UNESCO y aprendí bastante sobre Patrimonio Inmaterial y Oral de la Humanidad, mediante una práctica de contactos que era parte de mi desempeño como Secretario de la Comisión. Descubrí muchos vínculos a través de documentos que se generaron (y aun se generan) en la UNESCO en materia educativa y cultural.
Fue allí donde leyendo documentos e historias de África, conocí el gran aporte del etnólogo, escritor, memorialista e investigador oral Amadou Hampâté Bâ y su rescate de sabiduría en pueblos africanos que hicieron de la oralidad una fuente de sabiduría ancestral. Este sabio e intelectual hizo un aporte y dio a conocer el importante adagio o proverbio que reza así:
“En África, cuando muere un anciano arde una Biblioteca” y que generó las siguientes variantes: “Cuando muere un anciano muere una biblioteca”, lo que a su vez generó la variante sobre “la importancia de la sabiduría y la historia oral que los ancianos guardan y transmiten de boca a oído.”
En la misma vertiente, el significativo proverbio africano muestra que cada vez que muere un anciano en África, es como si una biblioteca entera ardiera o desapareciera”.
Fue Amadou Hampâté Bâ quien rescató y reveló este adagio, dictum o proverbio, a partir de sus investigaciones tanto orales como escritas. Nacido en 1901 y fallecido en 1991 en Malí, él desempeñó un papel fundamental en la difusión de la cultura y tradiciones africanas. Las distintas variantes de este famoso proverbio han enriquecido su significado. Veamos:
- “Cuando un anciano muere se incendia una biblioteca”
- “Cuando un abuelo muere es una biblioteca lo que desaparece”
- “Cuando un anciano muere, una biblioteca arde hasta sus cimientos”
El anciano, un abuelo, el bisabuelo, las personas mayores y de experiencia, pero que no escriben o no saben escribir utilizan el recurso de “contar”, “confesar”, “decir” y “expresar” de forma oral sus sabidurías o consejos a partir de sus experiencias vividas de transmisión cultural y memoria. Pero también las ancianas, abuelas, bisabuelas contribuyeron en el proceso de preservación de los saberes orales y enseñanzas de la tradición.
De ahí la palabra viviente, cuya base encontramos en la llamada Biblioteca oral de la tradición y las identidades.
Amadou Hampâté Bâ fue miembro del Consejo Ejecutivo de la UNESCO entre 1962 y 1970, donde lanzó la famosa frase que se hizo proverbial. Siendo como sabemos historiador, etnólogo y escritor incidió en propiciar una Biblioteca de la palabra viviente o de fuentes vivas para conocer, reconocer la original sabiduría oral y escrita del África Occcidental, que comprende Malí, Guinea, Nigeria, Costa de Marfil y Benin. Este sabio intelectual nacido en Malí, Bandiagara defendió toda su vida la tradición oral Peule. (Etnia fulani, bambara, peul).
En 1991 se le otorgó el Gran Premio de África Negra y en 1975 el Premio de Lengua Francesa. Había nacido en la ciudad más grande del territorio Dogón, en una familia aristócrata fula. Cuando nació, su pueblo era reconocido como Sudán francés que formaba parte del África Occidental. Luego de la muerte de su padre su vida discurrió por varios caminos de destino religioso y educativo. Asistió a una escuela coránica a cargo de Tierno Boka, miembro de una hermandad Tijanyyah, para luego pasar a una escuela francesa de Bandiagara en Malí.
En efecto, vida y obra de este historiador, etnólogo y escritor presentan vertientes que tocan la investigación de pueblos caribeños y latinoamericanos que a través de publicaciones y revistas como Oralidad, se ocupa de rescatar la tradición oral negra e indígena en América Latina y el Caribe. Dicha revista tiene su sede en La Habana, donde se publican trabajos que divulgan la memoria viviente de las tradiciones originarias y populares de Afroamérica.
En 2003 asistí como representante dominicano y Secretario de la Comisión Dominicana ante la UNESCO, al encuentro de especialistas en religiones del Caribe y América Latina, y donde se analizaron y debatieron aspectos de la tradición religiosa en el Caribe insular y América Latina. Bajo un programa acogido con interés por los participantes, en el encuentro se planteó la necesidad de proyectar reuniones para conocer el presente, el pasado y el futuro de las religiones y de “lo religioso” en América Latina y el Caribe.
El aporte de la religiosidad popular en nuestros pueblos del Caribe y Latinoamérica
En nuestro espacio caribeño y continental hemos tenido investigadores que han hecho aportes a través de textos tradicionales, lenguas, hablares, danzas tradicionales, religiosas, expresiones culturales, funerarias, sagradas, profanas y otras estudiadas por conocidos etnólogos (Roger Bastide, Lydia Cabrera, Fernando Ortiz, Miguel Barnet, Juana Bargés, Nina de Friedemann, Carlos Esteban Deive, Carlos Hernández Soto, Carlos Andújar Persinal, José Guerrero, Edis Sánchez, Jorge Ramírez Calzadilla y muchos otros). Las religiones están asociadas a una vasta cultura de los signos, las imágenes, la oralidad, el cuerpo, la voz, la memoria de los vivos y los muertos (el vudú, el gagá, la santería, el zombismo y otras creencias y prácticas locales de nuestros pueblos).
En el caso de las voces, proverbios, frases tradicionales populares la paremiología es una rama del folklore oral y la literatura tradicional. Las lenguas, dialectos, idiolectos, sociolectos, geolectos y otras expresiones grupales inciden en la comunicación cultural y en los diversos espacios geoculturales influidos de una u otra manera por África.
Así las cosas el libro África en América Latina, (coord.) Manuel Moreno Fraginals, Ed. Siglo XXI, México, 1977, resulta un recorrido no solo general, sino también particular en cuanto a la incidencia de cardinales de investigación, donde la africanía y sus influencias se ponen de relieve en un libro que es también un informe sobre como América Latina y el Caribe. El mismo se expresan desde las Américas Negras, cultura, literatura, música, sociedad, historia, lengua, afrodescendencia, artes y otros.
Innumerables datos y aspectos se juntan sobre las caracterizaciones de las culturas negras, los sujetos de la negritud, las fiestas criollas, la carnavalización y las zonas de investigación que se abren a la mirada viviente de África en América Latina y el Caribe Continental.
Todos los signos, imágenes y símbolos del África motivan un recorrido y una explicación que se nutre directamente de una historia general de África. Véase en tal sentido la obra Historia General de África. (Director del General del libro J. Ki-Zerro, Eds. Tecnos-UNESCO, Madrid, 1982; Vol. 1. Metodología y Prehistoria africana). La palabra etnológica e historiadora se ha definido desde La tradición viviente del escritor y pensador A. Hampâté Bâ, cuyo capítulo 8 de la Historia General de África fue acogido como texto ejemplar en esta magna obra, para explicar su tradición de sabiduría oral, tal como escribe y explica desde el punto de vista etnocultural:
“Quien dice tradición en historia africana dice tradición oral, y ningún intento de penetrar la historia y el alma de los pueblos africanos podría ser válido si aquella no se apoya en esa herencia de conocimiento de todo orden, pacientemente trasmitidos de boca a oído y de maestro a discípulo a través de los tiempos. Esa herencia no se ha perdido aún y reposa en la memoria de la última generación de los depositarios de la que se puede decir que ellos son la memoria viviente de África”. (Op. cit. p. 186)
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