No es cierto que las feministas rugen ante el romántico misterio de la luna de octubre. Tampoco es cierto que todas deben ser gordas, feas y desgreñadas. Es falso que escriben consignas anti machistas en cada baño. Es totalmente incierto que pasan cada día urdiendo escabrosas teorías revolucionarias. Ni tienen el mal aliento de los intelectuales subdesarrollados. Ni piensan que el amor se resuelve con el teorema de Pitágoras. Es más, voy más lejos, después de hablar toda una noche con varias amigas feministas (que gustan del merengue y de la salsa), estoy convencido de que los hombres seguimos siendo unos necios más o menos necesarios.

EN ESTA NOTA

Ramón Colombo

Periodista

Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.

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