Este viernes 15 de agosto, el mundo volverá a centrar su atención en un encuentro que, aunque programado en un punto remoto del planeta, tiene implicaciones globales. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y Vladímir Putin, mandatario de Rusia, se reunirán en Alaska para abordar el rumbo de la guerra en Ucrania, un conflicto que lleva más de tres años y medio sin visos claros de solución. Kiev es el gran ausente.

La reunión, confirmada por ambas partes y precedida de intensas conversaciones diplomáticas, despierta expectativas y temores a partes iguales. No es solo el primer cara a cara entre ambos mandatarios desde 2019, sino también la primera ocasión en que Donald Trump se sienta con Vladimir Putin desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022.

La cumbre se celebrará en Alaska, territorio que hasta 1867 formó parte del Imperio ruso antes de ser vendido a Estados Unidos por 7,2 millones de dólares. Aunque aún no se ha confirmado el lugar exacto de la reunión, se sabe que será la primera vez que un líder ruso visite este estado norteamericano.

Para el Kremlin, la elección de Alaska no es casual. El asesor presidencial ruso para Asuntos Internacionales, Yuri Ushakov, subrayó:

“Rusia y Estados Unidos son vecinos cercanos que comparten fronteras y parece totalmente lógico que nuestra delegación simplemente cruce el estrecho de Bering y precisamente Alaska acoja una cumbre tan importante y esperada”.

Sin embargo, no todos ven la elección del lugar de forma positiva.

El académico Sam Greene, del King’s College de Londres, calificó en redes sociales el simbolismo de la cumbre como “horrendo, como si estuviera diseñado para demostrar que las fronteras pueden cambiar, la tierra puede comprarse y venderse”, según la agencia AP.

La exclusión de Zelenski: un "asunto de arrogancia" de Trump y Putin

Uno de los puntos más controvertidos es la exclusión del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, de la reunión. Aunque en un primer momento se barajó la posibilidad de su participación, el Kremlin lo descartó rápidamente. Putin ha reiterado que solo se reunirá con Zelenski cuando existan “ciertas condiciones” para firmar un acuerdo de paz, algo que, según él, “todavía está lejos de lograrse”.

Para Ucrania, el país invadido, esta exclusión supone un golpe diplomático. Zelenski ha intensificado sus contactos con líderes europeos y otros aliados para advertir que “la paz no se puede lograr sin la participación de Kiev".

 

En una serie de mensajes recientes, recalcó que cualquier acuerdo que afecte al territorio ucraniano debe contar con la voz de su país y de la Unión Europea. “Una imitación de la paz en lugar de una paz genuina no durará mucho tiempo y no hará más que alentar a Rusia a conquistar incluso más territorios”, advirtió.

La ONU también se ha pronunciado sobre esta ausencia. Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general, António Guterres, afirmó que “por una cuestión de principios, Ucrania debería estar invitada a la misma mesa donde se desarrollarán las negociaciones para lograr una paz justa y sostenible”.

 

En tanto, el analista en defensa Luis Alberto Villamarín sostiene a France 24 que la reunión en Alaska, sin Zelenski, “demuestra la arrogancia de los dos” (de Trump y Putin) y podría llevar a una mayor fractura entre Estados Unidos y la OTAN: "Si no llevan a Zelenski, ellos pueden acordar lo que quieran, pero eso significaría una ruptura más grande de Estados Unidos con la OTAN y con Europa".

La agenda de la cumbre: alto el fuego, cesiones territoriales y seguridad europea

El objetivo oficial de la reunión, según ambas cancillerías, es explorar “opciones para lograr una solución pacífica a largo plazo para la crisis ucraniana”. Sin embargo, los detalles filtrados de la agenda revelan posturas encontradas.

Trump ha manifestado que un posible acuerdo implicaría “cierto intercambio de territorios para beneficio de ambos”, una declaración que generó inquietud en Kiev y en varias capitales europeas.

 

Para Putin, la paz pasa por que Ucrania reconozca la anexión de Crimea y las cuatro regiones ocupadas parcialmente desde 2022 (Donetsk, Luhansk, Zaporizhia y Jersón), que renuncie a entrar en la OTAN y que limite el tamaño de sus fuerzas armadas.

Moscú ha puesto sobre la mesa condiciones para un alto el fuego que incluyen la retirada ucraniana de las regiones anexadas, la suspensión de la movilización militar y el cese del suministro de armas occidentales. Para Kiev, esas demandas son inaceptables. La Constitución ucraniana prohíbe ceder territorio salvo que haya un referéndum nacional que lo apruebe.

El tablero militar: una guerra sin vencedor claro

En el frente, la guerra presenta un panorama estancado pero costoso para ambos bandos. Rusia controla cerca del 19% del territorio ucraniano —incluyendo Crimea— y mantiene la ofensiva en el este, especialmente en Donetsk. No obstante, su avance ha sido limitado y costoso.

Villamarín sostiene que “Rusia demostró definitivamente que no es el ejército que todo el mundo se imaginaba” y que, pese a los avances, “no ha podido derrotar a Ucrania en una franja” clave.

 

Para Villamarín, aunque Rusia anuncia avances, la realidad sobre el terreno es distinta: "Rusia anuncia hoy, por ejemplo, que avanzó unas millas más sobre el territorio de Donetsk y que sigue ganando territorio y que con esa carta va a llegar a negociar a Alaska o por lo menos a conversar con Trump. Pero en la práctica Ucrania sigue causándole daños en su propio interior".

El especialista en defensa, también subrayó las limitaciones de Kiev, aunque elogió su capacidad de resistencia: "Ucrania está limitada en apoyos por Estados Unidos, por todas las posiciones que conocemos, pero Europa no la ha dejado sola y con una buena administración militar de los pocos recursos y un uso adecuado de lo que tienen ha sostenido los combates y los podrá seguir sosteniendo para largo rato".

Los riesgos políticos para Trump

En el plano interno, Trump se enfrenta a un delicado equilibrio. Un acuerdo percibido como demasiado favorable a Rusia podría presentarlo como “cómplice” de Putin y erosionar su apoyo incluso dentro de sectores de su propio partido.

Legisladores republicanos como Brian Fitzpatrick ya han advertido: “recompensar a Putin, sería enviar el mensaje exactamente opuesto al que debemos enviar a los dictadores del mundo”.

 

En el escenario internacional, un pacto que excluya a Kiev y legitime las ganancias territoriales rusas sería visto como una ruptura con la doctrina tradicional de la OTAN y como un precedente peligroso para la integridad territorial de otros Estados.

Los líderes europeos han reaccionado con cautela, pero también con determinación.

La investigadora Jana Kobzova, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, en diálogo con Reuters, considera que si de Alaska surge “un acuerdo inaceptable”, las capitales europeas intensificarán su ofensiva diplomática para contrarrestar cualquier imposición unilateral de Washington y Moscú.

Dos perfiles, varios escenarios

Pese a las tensiones previas, la Casa Blanca ha intentado rebajar las expectativas, calificando el encuentro como un “ejercicio de escucha” para Trump. La portavoz Karoline Leavitt afirmó que “solo una de las partes involucradas estará presente” y que el objetivo es conocer la postura de Moscú en la guerra.

Sin embargo, la dinámica personal entre Trump y Putin acapara la atención del mundo: Villamarín describe al presidente estadounidense como un actor difícil de anticipar: "Trump no está frustrado frente a Putin, es que Trump es impredecible. Trump trabaja sin estrategias. Parece, más bien, que él escucha mucho a quienes lo adulan".

 

En contraste, Putin aparece como un negociador calculador: "Putin es calculador, es frío, tiene un equipo de asesores que elaboran todos los programas y planes de política exterior acorde con sus intereses, con el estilo que él guarda de la diplomacia soviética de la coerción con la propaganda por delante". Según el analista, el líder ruso acudirá con una agenda clara y el objetivo de manipular el curso de la conversación.

Villamarín concluye que, más allá del discurso oficial, las motivaciones de ambos mandatarios son económicas y estratégicas:

"En el fondo los dos lo que quieren es apropiarse, tanto Putin como Trump, de las riquezas que hay en Ucrania sin importarle el pueblo ucraniano".

 

Una visión que, de confirmarse, dejaría al conflicto lejos de una solución y con el riesgo de una escalada mayor.

Con EFE, AP y Reuters

France24

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