Tailandia y Camboya aceptan la mediación de Malasia en plena escalada fronteriza. Los líderes de ambos países se reunirán este lunes en Kuala Lumpur. La cita busca abrir un canal de diálogo tras cuatro días de choques armados, que comenzaron con la muerte de civiles tailandeses por disparos camboyanos y una respuesta aérea de Bangkok. Ambos gobiernos se acusan ahora de nuevos ataques en la zona disputada.

El primer ministro de Camboya, Hun Manet, y el primer ministro interino de Tailandia, Phumtham Wechayachai, llegarán este lunes a Malasia. Allí participarán en conversaciones organizadas por Kuala Lumpur para intentar alcanzar un acuerdo que ponga fin a los enfrentamientos más graves entre ambos países en más de una década, que este domingo cumplen cuatro días.

Así lo informó el ministro de Exteriores malasio, Mohamad Hasan, a la agencia estatal Bernama el domingo, 27 de julio.

“Ambos gobiernos depositan plena confianza en Malasia y me pidieron asumir el papel de mediador”, aseguró Hasan, y añadió que, tras dialogar con sus homólogos tailandés y camboyano, acordaron que ningún otro país intervendría formalmente en el proceso, más allá del seguimiento habitual por parte de actores internacionales. 

Sin embargo, Donald Trump habló con ambas partes e incluso ha involucrado al senador Marco Rubio en las negociaciones entre Camboya y Tailandia.

La reunión se produce después de que el primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, actual presidente de turno de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), propusiera el viernes un alto el fuego.

El sábado 27 de julio el presidente estadounidense Donald Trump anunció que ambos líderes se habían comprometido a trabajar por una tregua.

Sin embargo, sobre el terreno la situación sigue siendo muy tensa. Este domingo, por cuarto día consecutivo, los dos países intercambiaron fuego de artillería en varios puntos de la frontera.

Se trata del episodio más violento en casi quince años de un conflicto territorial que no ha terminado de resolverse.

Los bombardeos, disparos y ataques aéreos han dejado hasta el momento al menos 33 personas muertas y han forzado a unas 200.000 personas a abandonar sus hogares.

Negociaciones marcadas por la desconfianza mutua

A pesar de los compromisos expresados tras las gestiones de Trump, los enfrentamientos del domingo al amanecer reavivaron las acusaciones cruzadas entre Phnom Penh y Bangkok.

Según la portavoz del ministerio de Defensa de Camboya, Maly Socheata, el ejército tailandés atacó a las 4:50 de la madrugada (hora local) dos templos en disputa situados al noroeste, justo donde se produjeron los primeros choques el jueves por la mañana.

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En un comunicado, la funcionaria denunció "actos de agresión deliberados y coordinados" por parte de Bangkok, y acusó al ejército tailandés de utilizar "mentiras y falsos pretextos" para justificar lo que calificó de "invasión ilegal" del territorio camboyano.

Desde el lado tailandés, el ministerio de Asuntos Exteriores respondió señalando que fuerzas camboyanas lanzaron "disparos de artillería pesada" contra viviendas civiles en la provincia de Surin, alrededor de las 4:30 de la mañana.

“Toda cesación de hostilidades es imposible mientras Camboya actúe con evidente mala fe y siga violando repetidamente los principios básicos del derecho internacional humanitario”, señaló la cancillería tailandesa.

Los enfrentamientos se multiplican en distintos frentes

En los últimos días, los enfrentamientos se han extendido a varios frentes, incluso a zonas alejadas entre sí por cientos de kilómetros. Desde la turística provincia tailandesa de Trat, en el golfo de Tailandia, hasta una región conocida como el “Triángulo Esmeralda”, cerca de la frontera con Laos.

El sábado, tras dialogar con los líderes de ambos países, el presidente Trump celebró en su red Truth Social dos “muy buenas conversaciones” y dijo esperar que Tailandia y Camboya “se entiendan durante muchos años más”.

Bangkok manifestó que acepta “en principio” el establecimiento de un alto el fuego, pero puso en duda la sinceridad de Phnom Penh.

El primer ministro camboyano, por su parte, celebró el anuncio como “una buena noticia para los soldados y los pueblos de ambos países”, y encargó a su canciller, Prak Sokhonn, coordinarse con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, para avanzar hacia una salida negociada.

Una primera tentativa de mediación por parte de Malasia, en su calidad de presidente rotativo de la ASEAN —organización a la que pertenecen ambos países— no logró avanzar hasta el nivel alcanzado en este segundo intento de mediación.

En paralelo, Tailandia y Camboya también están en conversaciones con la Casa Blanca sobre los aranceles punitivos que Washington prevé aplicar a ambos países a partir del 1 de agosto.

Trump advirtió que “no es apropiado” retomar las negociaciones comerciales mientras persistan los combates. Naciones Unidas, por su parte, instó a los dos gobiernos a acordar un alto el fuego de forma inmediata.

Las relaciones diplomáticas entre Tailandia y Camboya, históricamente entrelazadas por lazos culturales y económicos, atraviesan su peor momento en casi 13 años. El actual brote de violencia ha causado la muerte de 20 personas en Tailandia —incluidos siete soldados— y de 13 en Camboya, entre ellos cinco militares.

Según cifras oficiales de cada gobierno, más de 138.000 tailandeses y más de 80.000 camboyanos han sido evacuados de las zonas en conflicto.

Es la primera vez que esta antigua disputa territorial escala hasta este nivel de enfrentamiento armado. Entre 2008 y 2011, los combates en torno al templo de Preah Vihear dejaron cerca de 40 muertos, en su mayoría soldados y cuatro civiles. Nunca antes se habían registrado ataques directos contra zonas civiles ni se habían desplegado aviones de combate.

Tensión histórica por una frontera heredada del periodo colonial

La raíz del conflicto es la delimitación de la frontera, particularmente en torno a cuatro templos angkorianos en manos de Tailandia, pero que Camboya considera parte de su patrimonio histórico. Durante el periodo del Imperio Jemer (siglos IX al XIV), estos templos se distribuían más allá de los actuales límites del país.

En 2013, la Corte Internacional de Justicia falló a favor de Camboya en el litigio sobre el templo de Preah Vihear, basándose en un mapa francés de 1907. Bangkok, sin embargo, sostiene que deben tomarse en cuenta mapas más recientes y precisos, que siguen las crestas naturales del terreno como líneas divisorias.

La tensión volvió a dispararse el pasado 19 de junio, cuando Phnom Penh presentó un nuevo recurso ante la Corte Internacional de Justicia para reclamar otros cuatro sitios arqueológicos. Este nuevo paso provocó malestar en Tailandia y reavivó la crisis.

A mediados de julio, una mina antipersonal dejó varios soldados tailandeses heridos en el Triángulo Esmeralda, lo que agravó aún más la situación. Aunque Camboya firmó la Convención de Ottawa —que prohíbe las minas antipersonales—, alegó que se trata de campos minados antiguos. Pero la agencia de desminado tailandesa afirmó que esa zona había sido limpiada en 2020 y 2022.

El 23 de julio, otra mina explotó en la misma zona. Bangkok respondió llamando a consultas a su embajador en Phnom Penh y anunciando el cierre de los templos. Al día siguiente, soldados tailandeses colocaron alambradas alrededor de los sitios en disputa, lo que Camboya calificó como una “acción unilateral” y una “línea roja”.

Ese mismo jueves por la mañana comenzaron los enfrentamientos entre tropas de ambos países. Respecto a quién abrió fuego primero, las versiones siguen siendo contradictorias.

Con Reuters, AFP y Medios locales

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