El Ejército israelí dispuso una unidad secreta para moldear la narrativa en torno a Gaza, presentando a periodistas palestinos como agentes de Hamás para justificar los ataques. Los analistas afirman que esta táctica silencia a los reporteros y busca controlar la información en uno de los conflictos más mortíferos para los periodistas. Estas denuncias tienen lugar el mismo día que otros cinco trabajadores de la prensa fueron asesinados por Israel en el asediado enclave.
La ofensiva de Israel en Gaza no solo ha sido con drones, tanques y ataques aéreos. También se ha librado con palabras, vídeos y narrativas cuidadosamente elaboradas. En el centro de ese esfuerzo se encuentra la Célula de Legitimación del Ejército, una unidad de comunicaciones encargada de moldear la percepción internacional del conflicto.
Según el medio de comunicación independiente israelí '+972 Magazine', su misión es clara: rastrear a periodistas vivos y muertos en busca de cualquier indicio, por tenue que sea, de vínculos con Hamás, con el fin de justificar su asesinato.
Más de una docena de periodistas han muerto en los ataques aéreos israelíes en Gaza en las últimas semanas, lo que pone de relieve lo que los analistas describen como una estrategia militar deliberada para criminalizar la información palestina.
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“La tarea principal de la Célula de Legitimación es socavar el trabajo realizado por los periodistas palestinos y proporcionar una excusa para asesinarlos”, afirmó el politólogo Ahron Bregman.
La Célula de Legitimación supervisa los informes procedentes de Gaza y difunde narrativas contrarias en las redes sociales y para medios internacionales. En la práctica, a menudo presenta a los periodistas palestinos como agentes de Hamás, afirmaciones que, según defensores de la prensa y analistas, son, en el mejor de los casos, endebles.
“Los vínculos que Israel establece entre los periodistas palestinos y Hamás suelen ser débiles, pero en la guerra de Hasbara de Israel (la diplomacia pública de Israel expresada por las Fuerzas de Defensa de Israel (Ejército) o la oficina del primer ministro) son suficientes para justificar su asesinato”, explica Bregman.
Una guerra de narrativas
Este patrón se ha hecho evidente en múltiples casos de gran repercusión mediática. A principios de agosto, el corresponsal de 'Al Jazeera' Anas al-Sharif fue asesinado junto con cuatro de sus colegas en un ataque fuera del Hospital Al-Shifa de la Ciudad de Gaza.
El Ejército israelí difundió rápidamente documentos en los que afirmaba que había sido miembro de Hamás desde 2013. Sin embargo, incluso si se tomaran al pie de la letra, los archivos mostraban que su último contacto con Hamás fue en 2017, años antes de la guerra actual.
Al-Sharif, de 28 años, había pasado meses cubriendo el norte de Gaza, informando sobre la hambruna y los implacables ataques aéreos. “Nunca dudé ni un solo día en transmitir la verdad tal y como es, sin distorsiones ni falsificaciones”, escribió en un mensaje preparado antes de su muerte.
Una táctica similar se siguió tras el asesinato del periodista Ismail al-Ghoul en julio de 2024, junto con su camarógrafo. Semanas más tarde, el Ejército lo describió como un “terrorista de Nukhba”, una rama de las fuerzas especiales de Hamás, citando un documento de 2021 supuestamente recuperado de un ordenador de Hamás. Sin embargo, el mismo documento indicaba que había recibido su rango en 2007, cuando Al-Ghoul solo tenía diez años.
Un periodista anónimo que trabaja en Gaza declaró a France 24 que las tácticas de la Célula de Legitimación son “alarmantes”, ya que ponen en peligro la vida de los reporteros al vincularlos con grupos armados.
“Ya trabajamos bajo un miedo constante: ataques aéreos, pérdida de compañeros, silenciamiento. Ahora la amenaza también es reputacional, ya que nos priva del apoyo y la protección internacional”, afirmó el periodista. “Se trata de un esfuerzo sistemático por deslegitimar nuestras voces e impedir que la verdad sobre Gaza llegue al mundo. Se nos pinta como objetivos, no como profesionales que informan de los hechos”, agregó.
En 2024, la organización 'Forbidden Stories', que reúne a periodistas de todo el mundo, investigó el asesinato de casi un centenar de reporteros palestinos por parte del Ejército israelí.
“El Ejército israelí participa en la desinformación sobre los periodistas para sugerir que todos los que operan en Gaza son agentes de Hamás”, declaró el director ejecutivo Laurent Richard a Radio France.
“La realidad es mucho más matizada y compleja… Por lo general, todo comienza con rumores y artículos en sitios web cercanos al Gobierno israelí, en los que se afirma que un periodista concreto es en realidad un terrorista. Luego, semanas o meses después, ese periodista es blanco de un dron”, apuntó.
“El peor conflicto para los periodistas”
El lunes 25 de agosto, Israel atacó dos veces el principal hospital del sur de Gaza, matando al menos a 20 personas, entre ellas cinco periodistas, según fuentes médicas. Reporteros sin Fronteras (RSF) condenó los ataques como parte de la “eliminación progresiva de la información en Gaza” por parte de Israel y pidió una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU.
“¿Hasta dónde llegarán las fuerzas armadas israelíes en sus esfuerzos por eliminar gradualmente la información en Gaza? ¿Cuánto tiempo seguirán desafiando el Derecho Internacional Humanitario?”, afirmó el director de RSF, Thibaut Bruttin.
Los organismos de control de los medios de comunicación estiman que alrededor de 200 periodistas han muerto en casi dos años de enfrentamientos entre Israel y Hamás, lo que convierte a Gaza en el conflicto más mortífero para los periodistas en la historia moderna. En abril, el Instituto Watson de la Universidad de Brown lo describió como “simplemente, el peor conflicto de la historia para los periodistas”.
“Israel mata a periodistas palestinos como si fueran moscas”, afirmó Bregman.
“El método israelí es sencillo: permiten entrar en la Franja de Gaza a periodistas e influencers que creen que apoyarán la narrativa israelí, y silencian —a menudo con balas— a quienes contradicen dicha narrativa”, explicó.
Controlando la historia
Aparte del caso de Al-Sharif, Israel sostiene que sus operaciones no tienen como objetivo intencionado a los periodistas, afirmando que los ataques aéreos se dirigen únicamente contra militantes e infraestructuras militares. El Ejército no respondió inmediatamente a las solicitudes de comentarios sobre la existencia o las actividades de la Célula de Legitimación.
Tras el último ataque al hospital, el jefe del Estado Mayor del Ejército ordenó una investigación preliminar, subrayando que el Ejército “no tiene como objetivo en modo alguno a los periodistas como tales”.
Pero los grupos defensores de la libertad de prensa afirman que el patrón es claro: los periodistas son difamados como militantes y luego asesinados en ataques justificados por esas mismas acusaciones. Para Bregman, la lógica se basa en el control de la información, no en la necesidad del campo de batalla.
“Todo esto tiene que ver con la Hasbara y con controlar la narrativa que Israel quiere que el mundo crea. No tiene nada que ver con la seguridad ni con las operaciones militares”, afirmó.
Israel extiende su control sobre la narrativa de Gaza más allá de la zona de conflicto, regulando estrictamente la información extranjera al permitir el acceso solo a los periodistas integrados en sus fuerzas.
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“Esta es una de las pocas ocasiones en la historia moderna en las que un conflicto de esta magnitud no puede ser cubierto por periodistas que desean informar desde el terreno”, dijo Richard. “Cuando un país niega el acceso a los periodistas extranjeros en una zona de guerra, plantea un grave problema democrático en lo que respecta al acceso a la información”, añadió.
La Célula de Legitimación es más que una herramienta de relaciones públicas. Encarna la militarización de la información, donde cada palabra, imagen o informe se examina como una amenaza potencial. En este marco, los periodistas no son solo mensajeros, sino que se convierten ellos mismos en objetivos.
“Ser periodista no significa ser un objetivo, pero, lamentablemente, el Ejército israelí intenta etiquetarnos como tal, lo que traumatiza tanto al público como a los propios reporteros”, cerró el reportero anónimo.
Este artículo es una adaptación de su versión en inglés
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