Una nota en la billetera del atacante del Midtown Manhattan, culpando a la NFL de sus problemas de salud mental, volvió a detonar el debate en torno de las consecuencias de la práctica del fútbol americano, un deporte que ya ha sido escenario de tragedias relacionadas con este flagelo. La encefalopatía traumática crónica, la enfermedad que el tirador aseguraba padecer, está en el centro de ese debate.

Shane Devin Tamura, el hombre que asesinó a cuatro personas en un edificio de oficinas en Nueva York, tenía consigo una nota en la que acusaba a la NFL de ocultar los peligros de la práctica del fútbol americano y pedía analizar su cerebro para detectar encefalopatía traumática crónica (ETC), un enemigo silencioso que no puede ser diagnosticado en individuos vivos.

Tamura nunca jugó en la NFL, pero sí practicó fútbol americano en la preparatoria en California. No hay registros de que hubiera continuado jugando en la universidad, pero sí de varias detenciones relacionadas con problemas de salud mental en Las Vegas, donde vivía.

Un estudio publicado en septiembre de 2024 por la Universidad de Harvard y conducido junto a varios hospitales de Massachusetts entre 2000 exjugadores de la NFL, reveló que uno de cada tres de estos atletas retirados cree padecer ETC. Ninguno lo sabrá a ciencia cierta hasta que sea demasiado tarde.

La ETC es una enfermedad neurodegenerativa relacionada con deportes de alto contacto, como los de combate o el fútbol americano, que es consecuencia de conmociones cerebrales por golpes a repetición.

Es neuropatológica, lo que significa que su diagnóstico definitivo solo puede hacerse estudiando el cerebro de personas fallecidas, pero se han documentado señales que los exjugadores encuestados han podido reconocer en sí mismos.

Un deporte de alto riesgo

Por años, la NFL negó que hubiera una relación entre el fútbol americano y la ETC, pero desde 2016, cuando finalmente la reconoció durante una audiencia ante el congreso, la liga ha tenido que pagar más de 1000 millones de dólares en compensaciones a varios de sus jugadores retirados.

La evidencia fue irrefutable en 2023, cuando la Universidad de Boston publicó los resultados de un estudio patológico practicado en los cerebros de 376 exjugadores de la NFL fallecidos: 345 de ellos (91,7%) de ellos mostraban signos de ETC.

La prevalencia fue mucho más baja en un estudio al azar realizado en 2018, cuando se analizaron cerebros de 164 hombres y mujeres donados a la ciencia. Solo uno de ellos fue diagnosticado con ETC, y era un exjugador de fútbol americano.

La Universidad de Boston también estudió hace dos años los cerebros de 152 atletas fallecidos antes de los 30 años. Todos habían sufrido traumatismos repetitivos, pero solo 63 (41,4%) mostró señales de ETC. De ellos, 49 (77,8%) habían jugado fútbol americano.

Las conmociones cerebrales son solo una de las lesiones asociadas a este deporte, que tuvo que adaptarse a una versión sin contacto para abrirse paso hacia el programa olímpico, el fútbol bandera. Pero son sin duda las de consecuencias más devastadoras, por su influencia en el desarrollo de ETC.

Igual que otras enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, la ETC está relacionada con una formación anormal de la proteína tau, que al acumularse afecta la comunicación entre neuronas, y con ello la función cognitiva y la conducta.

Los depósitos de tau afectan la corteza frontal, responsable del control de impulsos y la toma de decisiones. También dañan el hipocampo, que es la estructura fundamental del aprendizaje y la memoria, la amígdala, que regula las emociones, y la circunvolución precentral, responsable de los movimientos voluntarios.

Además de depresión, apatía, falta de memoria, problemas de atención y pensamientos suicidas, quienes padecen esta enfermedad pueden presentar dificultades para reprimir impulsos violentos y otras compulsiones.

El atacante de Manhattan mencionaba en su carta a Terry Long, un exjugador de los Pittsburgh Steelers que se vio envuelto en problemas de agresión y fue imputado por provocar un incendio para declarar en quiebra un negocio fallido. Long terminó suicidándose a los 45 años, y su autopsia reveló que padecía de ETC.

Probablemente el caso más sonado de un jugador afectado por esta enfermedad fue el de Aaron Hernández, ala cerrada de los Patriots de Nueva Inglaterra que se suicidó en prisión tras ser sentenciado a una pena de por vida por asesinato, cuya turbulenta vida fue el tema de una serie documental de Netflix.

Hernández pasó por abuso de sustancias, episodios de ira incontrolable y una permanente paranoia que lo llevó a blindarse con armas y pedir una transferencia que no fue aceptada. Fue absuelto de otros dos cargos de asesinato, por la muerte de dos inmigrantes de Cabo Verde con los que habría tenido un altercado en un club nocturno.

Cuando su cerebro fue donado a la ciencia por su familia tras su suicidio en prisión, los estudios revelaron el peor caso de ETC del que se tenía conocimiento hasta entonces, con daños consistentes con los que tendría un hombre de 60 años con esa enfermedad. Hernández solo tenía 27.

Pero su caso no es excepcional. El fútbol americano documenta numerosos diagnósticos de ETC en edades tempranas, como el de Chris Henry, padre del jugador colegial del mismo nombre y jugador de los Cincinnati Bengals. Henry murió en 2009 en un accidente de tránsito a los 26 años y en su cerebro fue detectada la enfermedad durante la autopsia.

El umbral volvió a bajar en 2012, cuando el linebacker de los Kansas City Chiefs Jovan Belcher asesinó a su novia y luego se suicidó en las instalaciones de entrenamiento del club cuando tenía 25 años. También en su cerebro se encontraron huellas de ETC.

Venciendo el estigma

La NFL ha tenido que pagar un alto precio por sus años de negación. En 2011, 4500 exjugadores presentaron una demanda colectiva contra la liga, argumentando que mientras estuvieron activos, ésta ocultó las consecuencias de los traumatismos craneales repetidos.

La acción se resolvió con un acuerdo según el cual la NFL ofrecía compensaciones y estudios diagnósticos para atletas retirados y sus familias, pero eso no detuvo los problemas en los tribunales, que le han costado más de 1000 millones de dólares al órgano rector del fútbol profesional estadounidense.

Inevitablemente, la liga ha tenido que cambiar su enfoque sobre salud mental y problemas cerebrales. En un deporte caracterizado por estoicismo y virilidad a toda prueba, se ha animado a los jugadores a ser más abiertos sobre sus emociones y ha aumentado el monitoreo sobre síntomas potenciales de ETC.

El portal oficial de la NFL tiene una sección dedicada a su iniciativa ‘Bienestar total’, donde se brindan herramientas para el manejo de la salud mental y se anima a los jugadores a compartir sus propios desafíos en torno a este tema, un tabú hasta no hace mucho en el fútbol americano.

Cuando Damar Halin de los Buffalo Bills sufrió un paro cardiaco en pleno partido, el linebacker de Los Angeles Rams Bobby Wagner animó a sus colegas a compartir el trauma que se derivó de ese episodio.

El receptor abierto de los Eagles de Filadelfia, A. J. Brown, habló en un video en Instagram sobre su lucha con la depresión y los pensamientos suicidas. Luego lo eliminó, pero volvió a abordar el tema en una conferencia de prensa.

Everson Griffen, ex ala defensiva de los Minnesota Vikings, protagonizó un angustioso incidente en el que permaneció atrincherado en su casa varias horas tras una llamada a emergencias, y tuvo que ser atendido por psicólogos del equipo para que aceptara salir. Luego de eso, reveló públicamente que había sido diagnosticado con trastorno bipolar.

Bryce Young, mariscal de campo de los Carolina Panthers, ha comenzado a organizar campamentos para jóvenes jugadores en los que habla de fútbol, pero también sobre depresión, ansiedad y otros trastornos simulares. Es su cruzada personal para cambiar la mentalidad en este deporte desde las bases.

Según el alcalde de Nueva York, Eric Adams, la tragedia del Midtown Manhattan no le dio de lleno a la NFL porque el tirador se equivocó de ascensor y terminó en otra oficina, en lugar del cuartel general de la liga, su verdadero objetivo. Los estudios científicos revelan que la ETC tiene una puntería mucho más afinada, y la seguirá poniendo a prueba mucho antes de que el deporte encuentre una respuesta.

France24

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