Más allá de una monumental pirámide de 33 metros de altura, el hallazgo de dos figuras de piedra que representan una pareja ancestral sobrecogió a Milan Kováč, el arqueólogo eslovaco que dirige el proyecto que logró el descubrimiento. “Cuando las vi por primera vez, tiradas entre la vegetación, vi que teníamos algo excepcional”, dice Kováč en exclusiva para France 24, augurando tener entre sus manos los orígenes de la cultura maya. Esta es la historia. 

El préstamo de una motocicleta en 2019 fue el golpe de suerte para el hallazgo de tres ciudades mayas de 2.800 años de antigüedad, camufladas en la espesura de la selva al norte de Guatemala.

Uno de los arqueólogos del equipo de Milan Kováč, el checo Tomáš Drápela, se montó en un vehículo desvencijado, propiedad de un nativo de la zona de Uaxactún, en el noreste del departamento de Petén, para explorar los entresijos tupidos de bosque tropical.

“Hay que tener una idea y experiencia, para recorrer kilómetros y kilómetros de selva e identificar una estructura que no se distingue”, afirma la codirectora del proyecto, la guatemalteca Dora García.

Fue exactamente lo que le sucedió a Drápela, que durante su paseo en moto en el 2019 atinó en dilucidar que ciertos montículos, por mucho que estuvieran cubiertos de hierbajos y bejucos, habían sido esculpidos por humanos.

Excitado, Drápela les adjudicó un código y trajo las buenas nuevas a su jefe, Milan Kováč. Pero antes de constatar lo visto por el arqueólogo checo, hubo que pedir permisos de excavación al Ministerio de Cultura de Guatemala, esperar a que transcurriera la pandemia de Covid-19 y reactivar fondos económicos de la academia de Eslovaquia.

Solo hasta el 2023 se puso en marcha un dispositivo de arqueólogos para rastrear un área de 16 kilómetros cuadrados.

Unos trazaban mapas, otros estudiaban las estructuras, había quienes anotaban datos y recolectaban muestras. Un trabajo parsimonioso, ralentizado por el calor húmedo de la Selva Maya, que como recompensa no paraba de dar sorpresas.

La más impresionante la descubrió Kováč personalmente. En el centro de la ciudad, vio dos figuras antropomorfas, talladas en piedra, a las que denominó técnicamente como “5A” y “5B”.

Un hombre y una mujer, una pareja de ancianos que calificó de “un hallazgo excepcional, porque dos figuras humanas de este tamaño en Petén, prácticamente no existen. Luego, cuando las estudiamos, me emocioné más y más, por ser un ejemplo de una religión muy antigua, de unas creencias mayas del inicio de su cultura”.

Tras el análisis, se determinó que dicha pareja de ancianos en piedra pertenece al período preclásico de los mayas, en específico entre 500 y 300 años a. C., mucho antes del esplendor de complejos arquitectónicos tan majestuosos como Tikal y Calakmul. En su honor, la ciudad fue bautizada como Los Abuelos.

Los Abuelos, Petnal y Cambrayal: las tres ciudades descubiertas y dispuestas en forma de triángulo

Además de Los Abuelos, el proyecto de arqueólogos verificó la existencia de otras dos ciudades llamadas Petnal y Cambrayal.

A Los Abuelos se le atribuyó el carácter de un centro ceremonial importante, tras el hallazgo de un entierro humano. A contados metros se encontraron restos de dos felinos, así como variedad de ofrendas del tipo de vasijas, carbones, conchas y puntas de flecha.

Para mayor sorpresa de los arqueólogos, en Los Abuelos hallaron una estela erguida, es decir, una piedra tallada o monolito vertical con inscripciones iconográficas.

También, un conjunto arquitectónico que fungió como observatorio astronómico, cuyos edificios estratégicamente ubicados, permiten registrar con precisión los solsticios y equinoccios. 

A cinco kilómetros de Los Abuelos, se descubrió la ciudad de Petnal, de la que se presume fue un importante centro político, por ser el lugar donde se erigió una pirámide de 33 metros de altura, en cuya cumbre hay una habitación con paredes que revelan restos de pintura sobre estuco, en tonos rojos, blancos y negros.

En cuanto a Cambrayal, a otros cinco kilómetros de distancia, la característica más fascinante fue una red de canales de 57 metros de longitud en las inmediaciones de un palacio.

Los canales, que fueron revestidos de estuco, funcionaron por gravedad, transportando, posiblemente, desechos en lugar de agua; un uso más parecido al de un alcantarillado que al de un acueducto.

Tres ciudades separadas entre sí, aunque no en línea recta, sino cada una ubicada en el vértice de un triángulo imaginario, según el mapa que trazaron los arqueólogos.

De Bratislava a la Selva Maya, una ruta de interés científico por la antigüedad mesoamericana

La información del descubrimiento de las tres ciudades mayas se mantuvo resguardada en el círculo de científicos y en simposios arqueológicos.

En mayo de 2025, el equipo de Kováč y García decidió sacarlo a la luz pública “para que se valore más y se dé a conocer la necesidad de que todavía hay mucho que investigar y trabajar”, apunta la codirectora.  

Uno de los interrogantes tras su publicación surge de por qué un arqueólogo eslovaco se interesó en esta región del mundo.

El apetito de Milan Kováč por investigar a los mayas proviene de una larga historia.

“En Eslovaquia, por ejemplo, fueron muy populares varios libros de Morley y de Thompson sobre la cultura maya. Entonces hubo bastantes niños que se emocionaron al estudiar esa cultura”.

En palabras de Kováč “es la cultura más diferente porque todas las del viejo mundo siempre tienen algo en común; tuvieron contacto, mientras los mayas no fueron contactados durante siglos en el nuevo mundo.  Siempre estuve fascinado de esa diferencia, para entender la historia de la humanidad”.

Entre las distinciones que el profesor eslovaco subraya, “la más grande es que los mayas no usaron hierro, fue una cultura de piedra, como los neolíticos en el viejo mundo, y aun así construyeron unas ciudades con un nivel súper alto”.

Incluso se distinguieron de otras culturas del continente como los teotihuacanos y los incas, porque “los mayas fueron los únicos que tenían verdadera letra, que usaron la escritura, entonces se consideran los más desarrollados de todas las Américas”, apunta Kováč.

Bajo esta premisa, se mudó de Europa a América y tras una estancia en México, cruzó a Guatemala en el año 2009, donde se le presentó una oportunidad en bandeja de plata.

El Ministerio de Cultura le propuso liderar un proyecto arqueológico en el municipio precolombino de Uaxactún, a lo que aceptó encantado.

Desde entonces, Kováč impulsa sus investigaciones con fondos que provienen de becas, a través del Ministerio de Educación de Eslovaquia, los cuales se entregan cuando un comité de expertos de la Universidad de Comenius de Bratislava analiza el interés del proyecto.

Las gestiones de Kováč han convencido a los académicos y, por ende, su equipo en Guatemala ha crecido en número, excavando a la fecha un total de veinte sitios en la Selva Maya en un perímetro de 1.200 kilómetros cuadrados.

El futuro de Los Abuelos y la diferencia con Tikal

Cuando se piensa en construcciones del mundo maya, lo primero que viene a la mente son complejos arquitectónicos tan vastos e impresionantes como Tikal en Guatemala o Calakmul en México, ambos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Al compararlos con Los Abuelos, no tienen ninguna similitud.

“Tikal fue un superpoder regional, prácticamente uno de los dos superpoderes del todo el mundo maya, contando a Calakmul; ciudades de dimensiones y alturas, realmente no comparables” sentencia Kováč.

“Lo que me llama la atención y en donde veo el futuro de la ciudad de Los Abuelos, es que después de una reconstrucción y restauración, podría servir como un ejemplo del inicio de la cultura, de los primeros edificios, los primeros altares, las primeras estelas de los mayas. No es tan grande, pero podría ser un bien ilustrativo para entender toda la belleza posterior”.

La experiencia de Kováč, de cerca de dos décadas de trabajo en México y Guatemala la ha plasmado en más de 200 artículos científicos y en variedad de libros.

Allí ha consignado con rigor desde la vida y muerte de la cerámica maya, hasta la alineación arquitectónica en el preclásico para observar la astronomía; desde el manejo del estuco en las construcciones, hasta la primera guerra maya entre Tikal y Uaxactún en el período Clásico Temprano.

Ahora, con Los Abuelos, el camino a seguir es largo. “Tenemos tantos datos que analizar, que ocupará un tiempo”, confiesa Kováč, que solo retornará a Los Abuelos en la primavera del 2026, porque antes “vamos a tener una temporada de laboratorio, de análisis y digitalización de todos los datos, y con esos datos vamos a ver mucho mejor dónde enfocar las futuras excavaciones”.

Entre tanto, el profesor Milan Kováč se da un tiempo de vacaciones con sus hijos por lugares turísticos de Guatemala, como el Lago de Atitlán y Semuc Champey.

Quien sirve de guía es su amiga Dora García, la codirectora del proyecto. Un merecido descanso tras la satisfacción de haber liderado un equipo que contribuyó a la historia de la humanidad con el descubrimiento de un tesoro arqueológico, de una civilización profundamente rica en rituales, mitología y religión.

En resumidas cuentas, a Kováč y compañía, les espera escribir y redescubrir un apasionante tratado de la cosmogonía más primigenia de los mayas.

France24

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