Disparos, un presidente detenido y un mensaje del ejército anunciando que toma el control del país. El miércoles 26 de noviembre, tres días después de las elecciones presidenciales y legislativas en Guinea-Bissau, militares “derrocaron” al jefe de Estado saliente Umaro Sissoco Embaló con el objetivo de “restablecer el orden”, alegando un “plan destinado a desestabilizar el país”.
Este escenario no es nuevo en un país que ya ha vivido cuatro golpes de Estado y cuyos vecinos —Guinea, Mali, Burkina Faso y Níger— están actualmente gobernados por juntas militares. Sin embargo, genera interrogantes, según Vincent Foucher, investigador del CNRS y especialista en Guinea-Bissau, quien no descarta totalmente una maniobra política. Entrevista.
Los militares anuncian que han tomado el control del país. ¿Debemos hablar de un golpe de Estado?
Vincent Foucher: Creo que hay que ser muy prudentes con las acusaciones de golpe de Estado, porque son extremadamente políticas. Guinea-Bissau ha conocido varios golpes de Estado, pero también manipulaciones reales.
Hubo un ataque auténtico contra el poder del presidente Umaro Sissoco Embaló en febrero de 2022. Varias personas murieron y el presidente probablemente escapó a la captura o incluso a la muerte en ese momento. Pero en 2023, el presidente calificó un episodio bastante dudoso de “golpe de Estado” y aprovechó la ocasión para disolver la Asamblea Nacional, que entonces estaba dominada por la oposición. Por eso hay que tomar este tipo de anuncios con mucha cautela.
El anuncio de los militares llega mientras el país espera la publicación de los resultados de las elecciones presidenciales y legislativas. ¿Cómo analiza este contexto político?
El contexto es particular porque el presidente Embaló, elegido en 2019, ha manipulado mucho las instituciones para consolidar su poder. Subordinó al Tribunal Supremo, disolvió el Parlamento y retrasó la presidencial haciéndola coincidir con las legislativas. Finalmente aceptó organizar las elecciones, pero el Tribunal Supremo prohibió la candidatura de su principal rival, Domingos Simões Pereira.
Es la primera vez desde la instauración de elecciones plurales en Guinea-Bissau que el PAIGC (Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde) no participa. Y estamos hablando del gran partido de la lucha de liberación, con una base electoral histórica importante.
Para justificar su acción, los militares mencionan un “plan para desestabilizar el país con la implicación de barones nacionales de la droga”. ¿Es creíble este argumento?
Efectivamente, Guinea-Bissau es un punto clave en el tránsito de cocaína desde América Latina hacia Europa. En el pasado, se documentaron claramente vínculos entre políticos, militares y traficantes. Es un problema real.
Sin embargo, del mismo modo que se acusa a veces a los adversarios de dar un golpe de Estado, también se les acusa de narcotráfico. Los militares que dicen haber tomado el poder afirman que intervinieron para impedir que “barones nacionales de la droga” lo hicieran, pero todo es muy vago: no nombran a nadie.
Algunos opositores y movimientos ciudadanos consideran que lo ocurrido sería un falso golpe de Estado orquestado por el presidente y el ejército para impedir la publicación de los resultados electorales —prevista para el jueves— y así conservar el poder.
Los anuncios de los próximos días deberían permitir una mayor claridad. Habrá que observar atentamente la composición del régimen militar que se anuncia, así como las figuras políticas que se integrarán en esta transición.
Este contenido es una adaptación de su original en francés
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