El abrupto recorte de la ayuda humanitaria estadounidense ordenado por la Administración de Donald Trump ha desmantelado en seis meses programas clave de alimentación, salud y educación en África subsahariana, la región que más fondos recibía de la desaparecida USAID. Desde clínicas sin personal hasta redes de monitoreo de hambrunas apagadas, el impacto es tan profundo que gobiernos, oenegés y expertos temen una nueva ola de pobreza, migración y conflicto. Reportaje de Irene Savio desde Zimbabue.
En la escuela primaria Gonye, del distrito de Nkayi, en el oeste de Zimbabue, se celebra una fiesta de niños. En hileras, los menores bailan y cantan a pleno pulmón, en un patio de tierra árida y rojiza. Celebran un programa que les proporciona una comida al día.
En un continente riquísimo en recursos naturales como África, la escena impacta por la crudeza de su realismo. Pero Peter Kamusiya se enorgullece al escuchar a los maestros hablar de cómo, desde que se inició el plan, se han reducido los casos de alumnos que se desmayan en clase, e incluso han disminuido las tasas de abandono escolar.
Kamusiya está convencido de lo que los profesores cuentan. La razón no es solo porque es el oficial a cargo de la implementación del programa de Mary’s Meals en Zimbabue —una ONG británica que trabaja en este país desde 2018 y que reparte una ración de comida al día a 56.000 niños en 170 escuelas; para muchos, la única comida de la jornada—, sino también porque el propio Kamusiya ha sido uno de esos niños.
"De pequeño, mis padres no tenían dinero para enviarme a la escuela con una lonchera. Así que sobreviví con esa sopa que me daban alrededor de las diez de la mañana, gracias a un programa similar al que ahora yo dirijo", cuenta este hombre de 42 años.
"Pero es angustioso pensar que hay tantos más niños que lo necesitan y que los obstáculos son cada vez mayores", añade.
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En una tierra tremendamente hostil, los obstáculos a los que se refiere Kamusiya son infinitos, pero el último gran revés tiene que ver con el abrupto desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la mayor agencia humanitaria del mundo, por orden del presidente Donald Trump en su cruzada de reducir el gasto en el exterior.
En seis meses, desde las ONG más pequeñas hasta las más grandes se han visto afectadas en esta región, que era la que más fondos recibía en el mundo: más de 11.400 millones de dólares a 49 países solo en 2024, según cifras públicas de la misma USAID. El recorte ha dejado en evidencia un impacto directo en millones de personas y el temor a nuevas crisis que ya se están incubando.
Giro drástico
Mvuse Huni, directora ejecutiva de la organización humanitaria zimbabuense ORAP —que trabaja junto a Mary’s Meals—, explica con un ejemplo la magnitud del terremoto, que se ha traducido en despidos y cancelaciones masivas de contratos de programas humanitarios en toda la región.
Huni cita como ejemplo el apagón sufrido por el sistema Fews Net, una de las principales redes de monitoreo y alerta de hambrunas del mundo, que también dependía de la financiación de USAID y que dejó de funcionar durante meses, dejando prácticamente a ciegas a miles de iniciativas para combatir el hambre.
"Básicamente, perdimos mucha información para predecir con antelación en qué áreas habría más hambre, lo que ha dificultado la planificación de la ayuda y la distribución de recursos en su conjunto", detalla la trabajadora humanitaria.
La reactivación de Fews Net se anunció en julio, aunque al cierre de este artículo aún funcionaba con información no actualizada.
"USAID también financiaba aquí muchos programas de salud, especialmente para mujeres, por lo que, en paralelo, también hemos estado observando un aumento de las solicitudes de personas que acuden a nuestras clínicas", añade Huni, cuya organización también intenta ayudar a comunidades rurales pobres a ejecutar por sí mismas estrategias de desarrollo.
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Salud, en vilo
Varios gobiernos de la región han alertado sobre las consecuencias de la decisión de Washington que además se ha ejecutado de forma abrupta, sin dar tiempo a encontrar alternativas y sin una información clara sobre cuáles programas serán cancelados definitivamente, en un momento en el que, además, África subsahariana es golpeada con fuerza por diversos conflictos y el zarpazo de la crisis climática.
En Etiopía, un país inestable con una crisis aún no resuelta en la región del Tigray, el Ministerio de Salud ordenó en febrero el despido de 5.000 trabajadores del sector sanitario que habían sido contratados con la ayuda estadounidense.
En Sudáfrica, la retirada de 46 millones de dólares provocó la paralización de ensayos de vacunas contra el VIH, con el despido de cerca de 100 científicos y 8.000 trabajadores de la salud, y un impacto estimado de 107 millones de dólares en investigación en cinco años.
En Liberia, el recorte del 2,6 % del PIB —también proveniente de USAID— ha dejado clínicas sin medicinas ni personal, disparando los embarazos no planificados y la desnutrición infantil, según cifras del país.
En Sudán, diversas fuentes han alertado que el recorte ha paralizado muchas de las iniciativas que brindaban servicios esenciales a millones de personas, en un momento en el que el país es martirizado por la que es considerada la "mayor crisis humanitaria en curso del mundo".
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Incluso en el propio Zimbabue, donde muchos programas estaban destinados a la lucha contra el VIH, la malaria y la tuberculosis —enfermedades graves en esta zona del mundo—, el Gobierno nacional llegó a estimar un vacío mensual de 17 millones de dólares en el sistema sanitario como consecuencia directa de los recortes de Trump.
La situación ha creado una catástrofe en cadena. Tanto que la ONU, que asimismo recibía dinero de USAID, se ha visto obligada a recortar.
En marzo, el PMA cerró su sede en Sudáfrica y trasladó operaciones a Kenia. En abril, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) anunció una reducción de su presencia en Camerún, Eritrea, Nigeria y Zimbabue.
Más datos aportan información sobre el daño infligido. Un reciente estudio publicado por la Universidad de Michigan incluso ha ofrecido una cifra redonda: 4.500 millones de dólares en dinero perdido por parte de las economías subsaharianas en los próximos cinco años como consecuencia de la decisión de Trump.
Mientras que otra investigación divulgada por 'The Lancet' y que ponía énfasis también en la labor de USAID en África subsahariana, calculó en 14 millones de muertes adicionales a nivel mundial para 2030 si los recortes se mantienen.
"Van a perder poder e influencia en la región"
La corrosión de la influencia de EE. UU. en la región también ha coincidido con otra realidad: que muchos empiecen a preguntarse si China, que ya ha ampliado enormemente su presencia en esta zona del mundo en los últimos años, tomará el lugar de Washington.
De acuerdo con Cristina Gallach, exsecretaria general adjunta de la ONU, este es en efecto un escenario probable, aunque duda de que China se convierta en una nueva potencia humanitaria.
"Creo que China ocupará ese espacio de influencia, sin duda, pero lo hará con intereses comerciales. No reemplazará a EE. UU. en la ayuda humanitaria, pero sí intentará ocupar los espacios que le convienen", apunta Gallach.
Enrique Yeves, exdirector de FAO en España y exportavoz de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, tiene una opinión similar en algunos aspectos.
"Para Estados Unidos se trata de un tiro en el pie porque van a perder mucho poder e influencia en la región si no reculan", afirma. Además, anota que "es claro que en este contexto otros actores intentarán aprovechar. El problema es que el agujero que deja (EE. UU.) es tan grande que es difícil que países como China lo puedan ocupar a corto plazo. Y además, también es posible que esa ayuda china llegue de otra forma, quizá a través de fondos para la construcción de carreteras o puertos", advierte Yeves.
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Por ello, estos analistas advierten sobre otros peligros, como un aumento de la violencia en la región y oleadas de migraciones masivas de personas, un asunto que también fue abordado en la reciente la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo celebrada en Sevilla, España.
En esta línea, Yeves pone énfasis en que la crisis de USAID también coincide con recortes de países europeos que hasta ahora han sido grandes donantes en la ayuda a África subsahariana.
"Algo que, a su vez, es el resultado del rearme militar europeo impuesto por EE. UU.", afirma este observador, al recordar que la decisión de Trump también ha implicado "un daño a muchas empresas estadounidenses que daban sus excedentes a la ayuda humanitaria, al no poder venderlos internamente".
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