Con Jair Bolsonaro enfrentando graves investigaciones ante la justicia e inhabilitado, la extrema derecha brasileña tiene ante sí el dilema sobre quien podría ser la mejor opción para sustituirle como candidato en las elecciones presidenciales del próximo año 2026. Una de las opciones más sonadas es la de su hijo Eduardo Bolsonaro, una figura casi tan polémica como la de su padre.
La declaración del expresidente Jair Bolsonaro ante la Corte Suprema sobre un supuesto golpe de Estado ha tenido una gran repercusión en los principales medios de comunicación de todo el planeta. Uno de los aspectos más destacados ha sido el hecho de que el líder de la extrema derecha brasileña negase un plan de golpe, al mismo tiempo que admitió que discutió caminos alternativos para seguir siendo presidente, tras la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva.
Quizás la declaración que ha causado más conmoción entre sus seguidores ha sido la que tilda de “locos” a los manifestantes que defendían la intervención militar y la adopción de un decreto que permitiría al presidente de la República tomar medidas excepcionales, como cerrar el Congreso Nacional, decretar la intervención en estados y municipios, suspender derechos políticos y revocar mandatos parlamentarios. “Las Fuerzas Armadas jamás se embarcarían en esto. No alentamos nada anormal”, dijo Bolsonaro.
Otro momento que decepcionó a los bolsonaristas fue cuando el exmandatario pidió permiso para hacer una broma y ofreció al juez instructor de la Corte Suprema, Alexandre de Moraes, al que siempre consideró su enemigo personal, que fuese su número dos en la corrida electoral de 2026. Se trata de un escenario inviable, dado que en junio de 2023 Bolsonaro fue inhabilitado políticamente hasta 2030 por el propio Moraes, cuando presidía el Tribunal Superior Electoral.
“¡Los que creímos en Bolsonaro en algún momento fuimos tontos! ¡Fui un completo tonto!” escribió en sus redes sociales el exministro de Educación, Abraham Weintraub. “Imaginen la imagen de Cristo siendo juzgado por el Sanedrín y Poncio Pilato. Él [Bolsonaro] debería estar allí como alguien que es llevado injustamente al Calvario. Entonces, ¿imagínense si Cristo llamara virrey a Poncio Pilato? Eso no se hace. ¿La imagen de Cristo disculpándose, casi como una súplica de misericordia, con Alejandro? Está mal”, dijo Paulo Figueiredo, quien es nieto de João Figueiredo, el último presidente de la dictadura militar de Brasil, y que hoy se ha convertido en uno de los principales portavoces del bolsonarismo en EE. UU.
“La idea de Bolsonaro es intentar conservar el capital político que le queda. Sabe que no es elegible y que es muy improbable que su situación cambie”, señala la politóloga Carolina Botelho. En su opinión, con estos testimonios el expresidente aspira a mantener su influencia sobre su base política y sobre el Partido Liberal, con la vista puesta en las elecciones de 2026. “Pero tal vez su cálculo político fue erróneo. Este tipo de broma con el juez Alexandre de Moraes no le sentó bien a su electorado”, añade.
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La cuestión del sucesor de Jair Bolsonaro
El caso es que Bolsonaro está cada vez más cerca de la prisión, aunque sea sólo domiciliaria por causa de su salud. Pero a día de hoy todavía no está claro quién va a ser el sucesor que heredará su capital político. Desde su inhabilitación, han aparecido varios nombres en los bastidores: su esposa Michelle, a la que el propio Bolsonaro ha desautorizado en más de una entrevista; o el gobernador del Estado de São Paulo, Tarcísio de Freitas, tristemente famoso por la actuación violenta de sus Policías estatales, que ha causado un aumento del 133% en las muertes a manos de agentes de seguridad, alcanzando los peores niveles de los últimos 10 años.
Quien no esconde sus ganas de ocupar ese puesto es su hijo Eduardo. En 2018 fue el diputado federal más votado de Brasil, aunque en 2022 fue reelegido con la mitad de los votos que consiguió cuatro años antes. En marzo de este año, el parlamentario anunció que tomaría una licencia de su cargo para pasar un tiempo en Estados Unidos. Desde entonces, se ha dedicado a hacer lobby entre los congresistas conservadores contra la prisión de su padre y, sobre todo, contra el juez Moraes.
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Su narrativa sobre una supuesta censura ejercida por el juez brasileño y sus presiones al Gobierno de Donald Trump para que imponga sanciones a los jueces brasileños, especialmente a Alexandre de Moraes, empezaron a dar sus frutos a finales de mayo, cuando el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, anunció que su país restringirá los visados para “funcionarios extranjeros e individuos cómplices de la censura de los estadounidenses”.
Rubio también dijo que está combatiendo la “censura flagrante” en el extranjero contra las empresas tecnológicas de los Estados Unidos, una clara indirecta al sistema judiciario brasileño, que intenta regular la actuación de las big techs en Brasil.
La respuesta de Alexandre de Moraes ha sido tajante. El 26 de mayo determinó la apertura de una investigación contra Eduardo Bolsonaro por presuntamente actuar desde Estados Unidos contra el Poder Judicial brasileño, y por utilizar un “tono intimidatorio” para interferir en el juicio técnico de la acción penal contra el expresidente Jair Bolsonaro por el intento de golpe de Estado.
La Corte Suprema le acusa de cometer tres crímenes: coacción durante el proceso, que consiste en el uso de amenazas o violencia para interferir en el desarrollo de un proceso judicial y beneficiarse a sí mismo o a un tercero; obstrucción de una investigación sobre un delito penal que involucra a una organización criminal; y abolición violenta del Estado democrático de derecho, que es considerado un atentado directo al orden constitucional.
Por su parte, el 5 de junio Jair Bolsonaro fue obligado a prestar declaración a la Policía Federal sobre la actuación de su hijo en EE. UU. contra autoridades brasileñas. Esto ocurrió porque la Procuraduría General de la República considera que el expresidente se beneficia directamente de las acciones de su hijo. Además, la Fiscalía investiga si Bolsonaro está costeando la estadía de Eduardo en EE. UU., algo que el propio expresidente confirmó a la prensa local al salir de la sede de la Policía.
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La relación entre Jair Bolsonaro y su hijo
Jair Bolsonaro reconoció que transfirió dos millones de reales (361.000 dólares) a Eduardo para que no tuviese que “pasar apuros” en suelo norteamericano. “Saben que, hace un tiempo, sin que hiciese campaña, [mis seguidores] depositaron 17 millones de reales (tres millones de dólares) en mi cuenta y puse dos millones reales en la suya [de Eduardo]. Todo es más caro en el extranjero. Tengo dos nietos, uno de cuatro años y el otro de uno”, reveló Bolsonaro y añadió que está “orgulloso” de lo que ha hecho Eduardo en los EE. UU.
Aun así, el exmandatario todavía no ha dado el visto bueno a la candidatura de su tercer hijo, que en julio cumplirá 41 años. Precisamente por esta razón, Eduardo declaró el 1 de junio a la principal revista de Brasil que podría ser candidato a la presidencia de la República en 2026 sólo si su padre se lo pide. "Obviamente, si es una misión que me encomendó mi padre, la cumpliré. De hecho, mi nombre ya ha salido en algunas encuestas, ¿verdad? Me alegré. Pero creo que, en una democracia normal, realmente Jair Bolsonaro debería ser candidato, quien incluso lidera las encuestas”, afirmó Eduardo.
Varios analistas creen que el hijo del expresidente puede postularse, aunque esté viviendo en EE. UU. Desde el punto de vista de la justicia electoral, este no sería un impedimento. “La Ley Electoral exige tener domicilio en Brasil y el Código Civil distingue entre residencia y domicilio. Residencia es donde se vive y domicilio es cualquier lugar donde se tenga un interés”, explica el abogado electoral Alberto Rollo.
Sin embargo, la principal resistencia viene del Centrão, el grupo de partidos bisagra que apoyan los Gobiernos de cualquier color en el Congreso. Las principales formaciones políticas de este bloque ya han señalado al Partido Liberal, del que Eduardo es miembro, que no piensan apoyar al diputado en su corrida hacia el Palacio de Planalto en 2026. Su preferencia está con el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas, un político de derecha considerado más moderado.
La realidad es que los principales sondeos de Brasil, un país que vive en una eterna precampaña electoral, muestran que los brasileños no quieren ni a Lula ni a Bolsonaro en 2026. Según la empresa Quaest, más de la mitad de los encuestados consideran que ni el presidente Lula (66%), ni el expresidente Bolsonaro (65%) deberían presentarse a las próximas elecciones presidenciales. En la misma encuesta, Michelle Bolsonaro es la favorita entre sus seguidores, con el 44% de la intención de voto, seguida por Freitas (17%). Eduardo Bolsonaro sólo conseguiría el 10% de los apoyos.
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