Desde Chiclayo, el nuevo papa León XIV trae consigo el legado de una Iglesia cercana a los migrantes, a los más pobres y excluidos. Su elección ha conmovido profundamente a quienes lo conocieron como obispo, líder comunitario y defensor de la dignidad humana, los mismos que aguardan por el mensaje que dará este domingo 18 de mayo desde Roma, en la que será la misa de inicio de su pontificado. 

En una pequeña ciudad del norte peruano, donde confluyen la devoción popular y los dramas silenciosos de la migración, comenzó a forjarse el rostro más humano del ahora papa León XIV, quien antes de ocupar el trono de San Pedro en Roma, fue conocido en Perú como monseñor Robert Prevost. Allí dejó una huella indeleble como obispo de Chiclayo y acompañante espiritual de comunidades vulnerables.

Durante casi dos décadas, vivió en el país sudamericano como parte de la orden de los agustinos, y más tarde como obispo de la diócesis norteña. Lejos de los templos barrocos del Vaticano, su fe se tejió entre calles de tierra, en centros de acogida para migrantes, en campamentos de emergencia durante inundaciones y en hospitales colapsados por la pandemia.

Su elección como papa, tras la muerte de Francisco el pasado 21 de abril, ha sido recibida con emoción en Chiclayo, Olmos, y decenas de comunidades rurales donde aún lo recuerdan como el pastor que “se quitaba la sotana para ayudar”.

“Fue un faro de luz para los migrantes”

“No hay mejor elección que él, para ocupar el nuevo puesto papal”, dice emocionada a France 24 Betania Rodríguez, migrante venezolana que llegó a Chiclayo tras un viaje de siete días por tierra en 2019, huyendo de la crisis en su país.

Docente de educación inicial, Betania, de 43 años, encontró en el entonces obispo un aliado fundamental para reconstruir su vida. “De él aprendí que la dignidad humana no tiene fronteras. Fue un faro de luz y de esperanza para los migrantes”, dice.

A través de la ayuda impulsada por Prevost, la comunidad migrante venezolana recibió apoyo en alimentación, ayuda para pagar el alquiler durante la pandemia, acompañamiento emocional y apoyo para acceder a documentación migratoria. “Él nos daba ese aliento de lucha, de esperanza, para no recaer en la depresión”, recuerda Rodríguez.

Betania hoy es directora ejecutiva de ASOVENCHIC, una organización civil que nació gracias a los consejos del actual sumo pontífice. “Estoy agradecida eternamente por su entrega en cuerpo y alma”, afirma.

“Prevost estaba siempre pendiente de las necesidades de los demás”

“Es una persona humilde, sencilla, con una vida muy austera. Vive como una persona normal”, dice a France 24 el padre Melchor Pérez Cabrera, párroco de la Iglesia Santo Domingo de Guzmán en Olmos, Lambayeque, quien conoció a Prevost en 2014 y compartió con él durante años encuentros pastorales y proyectos comunitarios.

Melchor lo describe como un líder comprometido con la formación de sacerdotes, muy cercano al clero y a las necesidades concretas de la gente. “Nos ayudó a construir la iglesia de Olmos. Nos visitaba durante la obra sin avisar, llegaba solo, supervisaba y saludaba a todos”, recuerda el párroco.

Durante la pandemia, recuerda Pérez, el entonces obispo trajo tres plantas de oxígeno para abastecer a comunidades enteras. “Tenía una preocupación única que solo los santos pueden tener”, dice Melchor. “Ha sido un hombre muy desprendido, caritativo y siempre al pendiente de las necesidades de los demás”.

Cuando se enteró de su elección como el máximo líder de la Iglesia católica, el sacerdote se encontraba en una ceremonia de bendición en una zona rural al norte de Perú. “Me dijeron que el elegido era Prevost. Sentí una emoción tan grande, ganas de gritar y de llorar. Porque fue nuestro obispo, caminó con nosotros”, cuenta emocionado el párroco.

“Monseñor nunca cambió. Ni como cardenal, ni ahora como papa”

La emoción también la vivió intensamente Riquelme, un joven acólito que conoció a Prevost durante una misa por la fiesta de la Santísima Cruz de Chalpón en 2021.

“Me eligieron para llevar su báculo, el bastón que se utiliza como insignia litúrgica por los obispos. Era la primera vez que lo veía. Después vino otras veces y siempre tenía una sonrisa, un chiste para responder algo”, recuerda Riquelme, en dialogo con France 24.

El joven destaca su humildad, incluso cuando fue nombrado cardenal y enviado a Roma por el papa Francisco. “Nunca se sintió superior. Le gustaba atender a todos. Cuando vino ya como cardenal, otra vez me tocó llevar su báculo, y él seguía siendo el mismo”, recuerda.

Riquelme aún guarda estampas que le envió Prevost desde Roma, incluyendo una del papa Francisco. En una visita de 2023, lo saludó en latín. “Él me respondió en latín también, y le dijo a mi párroco: "Si Dios lo permite, yo lo apoyaré en todo en el seminario". Esas palabras me marcaron mucho”, dice conmovido.

La noticia de su elección como papa la recibió el jueves 8 de mayo al salir del colegio. “Un vecino me dijo: "Es monseñor Robert". No lo podía creer. Me emocioné tanto que se me cayeron las lágrimas”, cuenta. Hoy, sueña con que León XIV regrese pronto a Perú. “Dijo que tendríamos noticias suyas pronto. Tengo la esperanza de que venga a Olmos”.

Un liderazgo que combina compasión y firmeza

Prevost, estadounidense de nacimiento y con ciudadanía peruana, fue nombrado en 2023 prefecto del Dicasterio para los Obispos por el entonces papa Francisco. Desde allí, se convirtió en una de las figuras más influyentes del Vaticano. Su elección como papa el 8 de mayo, fue interpretada como una apuesta por una continuidad con el legado del pontífice argentino, Jorge Mario Bergoglio.

“Es un hombre enamorado de Jesucristo”, afirma el padre Pérez. “Capaz de tender puentes, de armar diálogo, de encontrar equilibrios. Será un gran faro en la fe y también un impulsor de la paz entre los pueblos”.

Con un mundo convulsionado por guerras, desplazamientos forzados y desigualdades, la figura de León XIV despierta esperanza. “Espero una continuidad con el enfoque de su predecesor”, dice Betania. “Que siga promoviendo la integración de los migrantes, que accedan a salud, educación, empleo. Que se respete la dignidad humana”, agrega.

En las calles de Chiclayo y en los rincones olvidados del norte peruano, nadie lo llama "Su Santidad". Para ellos, sigue siendo “monseñor Robert”. El mismo que se quitaba la sotana para cargar sacos de ayuda humanitaria. El mismo que caminaba con los pobres. El mismo que les hizo sentir que, incluso sin tierra ni papeles, eran hijos de una misma casa común.

France24

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