La noticia llegó dos días antes del aniversario. El martes 18 de noviembre, el ministro de Cultura español, Ernest Urtasun, anunció el inicio del proceso de extinción de cuatro fundaciones que defienden el legado y los valores de la dictadura franquista (1939-1975).
“Un Gobierno democrático no puede permitir que el odio se infiltre en la memoria colectiva y la desintegre, no debe eludir el respeto a las víctimas del franquismo y debe exigir, en todo momento, verdad, reparación y justicia”, justificó Ernest Urtasun ante el Congreso español.
El ministro recordó que comenzó el procedimiento previo para la extinción judicial de la Fundación Francisco Franco por “su apología en el ensalzamiento de la dictadura y desprecio y humillación de las víctimas del franquismo”.
También señaló que “la memoria es un deber cívico y ético de toda administración y gobierno y un deber supremo para quienes sufrieron la muerte y la represión por la dictadura”.
El jueves 20 de noviembre se conmemoran los 50 años de la muerte de Francisco Franco. Un anuncio que genera justificaciones y debates. Se evidencia una fractura: la de una sociedad española todavía dividida sobre el legado del dictador.
Los crímenes de la dictadura franquista
Francisco Franco llegó a la cabeza del Estado español en 1939, tras ganar la Guerra Civil (1936-1939) contra el bando republicano. Instauró una dictadura militar que dirigió con mano de hierro durante cuatro décadas, hasta su muerte en 1975.
La dictadura franquista se caracterizó por su autoritarismo, un vínculo particularmente fuerte con la Iglesia católica y políticas afines de los terratenientes y grandes industriales.
La brutal represión que impuso a sus enemigos republicanos vencidos y otros opositores políticos también fue un elemento clave de la dictadura franquista. Esta violencia dejó cientos de miles de víctimas e incluye crímenes como “tortura, ejecuciones extrajudiciales, ataques contra la población civil, persecución política, religiosa o racial, encarcelamientos arbitrarios, trabajos forzados”, apunta Amnistía internacional.
En sus primeros cinco años en el poder, Franco manda a ejecutar a decenas de miles de republicanos, cuyos cuerpos son enterrados en fosas comunes. Se estima que la Guerra Civil y los años posteriores dejaron más de 110.000 desaparecidos, según cifras oficiales.
“A partir de 1939, Franco fue la única autoridad y fue un castigo inclemente a los fusilados: 50.000 entre 1939 y 1946, y cientos de miles de personas en exilio”, indica en una entrevista con France 24, Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza y autor de la última biografía del dictador.
“La dictadura no dejó de ser represiva hasta el último momento” agrega el profesor.
Sin embargo, determinar la cifra exacta de víctimas del franquismo sigue siendo una tarea compleja. El país identificó a más de 6.000 fosas comunes de las cuales ni siquiera la mitad han sido exhumadas, a pesar de los esfuerzos del Gobierno de Pedro Sánchez para abrirlas.
Amnistía y memoria
Tras la muerte de Franco, Juan Carlos es proclamado rey de España. Un complejo periodo de transición democrática empieza.
En 1977, las fuerzas políticas, tanto franquistas como antifranquistas, votan una ley de amnistía que perdona los crímenes cometidos durante la dictadura por los opositores políticos y por las fuerzas del orden. Se trataba de dar un nuevo impulso a la frágil transición política en la que se encaminaba el país, liberándola de las heridas de la dictadura.
En realidad, la ley de amnistía consagra la memoria de los vencedores franquistas sobre la de los vencidos republicanos. Durante décadas, los partidarios de Franco continuaron celebrando al “Caudillo”, con misas y saludos fascistas, sin ser inquietados por la ley. Los esfuerzos para investigar los crímenes cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura son frenados con el fin de mantener una cierta paz política y social.
Sin embargo, las heridas del franquismo siguen abiertas. “La ley de amnistía de 1977 fue reclamada por los partidos de izquierda porque muchos de sus militantes quedaban en la cárcel en ese momento. Al principio, lo importante era que la amnistía permitiera a la militancia antifranquista retomar una vida normal, pero con el tiempo se anotó que la misma ley impedía juzgar a los criminales”, explica Nicolas Sesma, historiador de la Universidad de Grenoble Alpes y autor del libro ‘Ni una, ni grande, ni libre. La dictadura franquista’.
En los años 2000, el Gobierno de izquierda de José Luis Zapatero inició un proceso memorial, con el objetivo de dar una nueva importancia a las víctimas del franquismo. En 2007, la ley de ‘Memoria Histórica’ obligó a las administraciones a retirar los símbolos que hacían la apología de la dictadura en el espacio público.
Un legado arraigado en el espacio público
Los símbolos en referencia al franquismo siguen siendo numerosos. Placas, nombres de calles, banderas, recuerdos o monumentos todavía ocupan el espacio público. El sitio web ‘Debería Desaparecer’ incluso contabiliza más de 6.000 artefactos franquistas en espacios públicos y privados.
El más simbólico quizás es el mausoleo del “Valle de los Caídos”, que se convirtió en el lugar de peregrinación de los nostálgicos de la dictadura franquista.
Enarbolando la bandera de la reparación de las víctimas del franquismo, la Administración del presidente del Gobierno español, el socialista Pedro Sánchez. exhumó en 2019 los restos del dictador del monumental mausoleo para ser trasladados a un cementerio más discreto cerca de Madrid.
En 2022, el mismo Gobierno de izquierda logra la aprobación de la ley de “Memoria Democrática”, que, entre otras medidas, creó un registro de víctimas y ordenó la retirada de los símbolos franquistas del espacio público. También favoreció el trabajo de búsqueda de los cuerpos de las víctimas del franquismo, a través de la exhumación de las fosas comunes.
Sin embargo, las asociaciones de defensa de las víctimas consideran estas leyes ampliamente insuficientes para que se haga justicia, en especial porque no derrocan la ley de amnistía de 1977, impidiendo a la justicia adelantar investigaciones contra los victimarios y procesos de reparación a las víctimas.
“La ley de 1977 decía: ‘escondemos a las víctimas y a los verdugos’. La de 2022 dice: ‘ahora si hablamos de las víctimas, pero seguimos escondiendo a los verdugos’. No hay justicia ni reparaciones”, critica Emilio Silva, presidente de la Asociación para la recuperación de la memoria histórica de España (ARMH).
El activista, nieto del primer exhumado del franquismo, arremete contra la falta de voluntad política de romper contra una lógica, que, según él, sigue protegiendo a los victimarios: “Hace 17 años que estos monumentos franquistas son ilegales y siguen de pie. El Estado tiene las herramientas para perseguir a los alcaldes que no quieren quitarlos, pero no lo hace. ¿Por qué? Porque no quiere.”
¿Un pasado rehabilitado por la extrema derecha?
Los símbolos franquistas siguen llamando la atención de los curiosos y nostálgicos de la dictadura. Estos últimos no son tan escasos: una encuesta reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señala que el 21% de los españoles cree que la dictadura fue “buena” o “muy buena”.
“Siempre hay una parte de la población que siente nostalgia en los países que han conocido la dictadura porque algunos sectores se han beneficiado de la dictadura”, analiza Nicolas Sesma.
“Sin embargo, lo que llama la atención en España es el perfil de esta gente, que no son mayores sino jóvenes que no han conocido la dictadura”, agrega el historiador.
Según Julián Casanova, está nueva fascinación por Franco tiene que ver con la postura de la extrema derecha y del partido Vox. “La aparición de la ultraderecha ha dado una vuelta absoluta a todo esto”, considera.
“El franquismo fue un periodo de reconstrucción, progreso y reconciliación”, incluso se atrevió a afirmar Manuel Mariscal Zabala, diputado de Vox, ante el Congreso de los Diputados a finales de 2024.
A estas declaraciones se suman numerosas cuentas y contenidos que hacen la apología del franquismo en redes sociales y alcanzan a un nuevo público, diferente a generaciones tradicionalistas, cuyas historias familiares están ligadas al franquismo.
Sin embargo, los especialistas no consideran a Vox como un partido franquista como tal, sino como una formación que instrumentaliza el recuerdo de la dictadura para sacar beneficios políticos. “Vox proyecta problemáticas actuales en el pasado, haciendo referencia a la dictadura como un periodo donde había orden público, donde no había inmigración, sin explicar, por ejemplo, que, en este momento, fueron los españoles que abandonaban su país”, observa Nicolas Sesma.
“La ultraderecha selecciona lo que le conviene en la dictadura y deja el resto con fines políticos”, añade.
Además, el principal partido de oposición, el Partido Popular se alejó del ciclo conmemorativo previsto para los 50 años de la muerte de Franco. Una prueba más, que, medio siglo después, el legado del dictador no ha terminado dividiendo la sociedad española.
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