El 8 de mayo de 1945, un millón de prisioneros de guerra se preparan para regresar a Francia tras cinco años de cautiverio. Soldados del ejército derrotado en 1940, regresan sin gloria a un país liberado de la ocupación alemana, donde los verdaderos héroes son los miembros de la Resistencia. El presidente Emmanuel Macron presidirá el jueves las ceremonias del 8 de mayo de 1945. Con motivo del 80 aniversario de la victoria aliada sobre la Alemania nazi, el jefe de Estado rendirá varios homenajes y pronunciará un discurso.

En junio de 1940, 1.800.000 soldados franceses fueron capturados y enviados a Alemania. Los oficiales fueron destinados a "oflags", campos de prisioneros, mientras que el 95 % restante fue obligado a trabajar en la agricultura, la industria o talleres.

Durante cinco años vivieron entre la población alemana en condiciones muy diversas. En mayo de 1945, todavía un millón permanecía retenido en Alemania. Cerca de 800.000 ya habían regresado a Francia, algunos liberados a lo largo de los años por razones de salud, por ser sostén de familia o por ser considerados indispensables en sus empresas.

Otros habían regresado con el avance de los ejércitos aliados sobre territorio alemán, especialmente desde febrero. En mayo y junio, es un millón de hombres, en su mayoría jóvenes, los que vuelven a sus hogares.

Un reportaje del 27 de abril de 1945 muestra por primera vez juntos a los prisioneros de guerra y a los deportados en su regreso.

Reciben una acogida más bien tibia. Los héroes del momento son los resistentes, que continuaron la lucha contra el ocupante alemán en el ejército francés reorganizado tras los desembarcos de 1944. Al mismo tiempo, los deportados que regresan de los campos de exterminio concentran la atención.

El historiador francés Christophe Woehrle, que defendió su tesis doctoral en junio de 2019 en la Universidad de Bamberg sobre los prisioneros de guerra, repasa este regreso sin gloria de una generación perdida hace ya 80 años.

¿Qué ambiente encuentran los prisioneros de guerra franceses al regresar?

En mayo de 1945, ya estamos en la posguerra y en plena construcción de una memoria heroica centrada en la Resistencia. Los soldados del ejército vencido en 1940 no encajan en esa narrativa gloriosa. Para De Gaulle, los prisioneros de guerra no eran una prioridad. Pero son un millón, son jóvenes y es necesario reconstruir Francia. Es una cuestión económica, y se trata de uno de cada cuatro jóvenes que regresa al país en ese momento.

¿Cómo se desarrolla el regreso y cómo lo viven?

A su llegada a Francia, pasan por un centro de repatriación. Se les entrega 1.000 francos, un traje civil, se les sube a un tren y se les envía a casa. Gracias, adiós.

Muchos están muy afectados por el cautiverio. Algunos ya habían hecho dos años de servicio militar antes de pasar cinco años como prisioneros. Algunos regresan en muy mal estado de salud por las duras condiciones que vivieron. No es lo mismo ser prisionero en una ciudad industrial constantemente bombardeada que en una granja donde se convive con una familia. Y, además, sienten que han perdido su juventud.

Las experiencias son muy distintas, pero todos tienen el mismo deseo: volver a casa.

 

 

¿Y cómo son recibidos?

De manera muy dispar. Algunas alcaldías organizan grandes celebraciones. Pero en la mayoría de los casos, su regreso pasa desapercibido, a diferencia de sus padres, vencedores en la Primera Guerra Mundial, que expulsaron a los alemanes. Ellos, en cambio, son considerados perdedores. Si Francia estuvo ocupada cinco años, es —al menos en parte— por culpa de ellos. Hay cierto resentimiento.

También hay un problema importante…

Sí, muchos regresan en relativa buena salud, mientras que los franceses han sufrido mucho bajo la ocupación. Entonces les preguntan: “¿Qué hiciste durante cinco años?” Tienen que reconocer que trabajaron para los alemanes. También les reprochan: “¿Por qué no escapaste? ¿Por qué no corriste riesgos?” Se enfrentan a un sentimiento de culpa.

¿Y en las familias?

Algunos se reencuentran con sus familias tras siete años de separación. Hay que reconstruir la vida familiar. La esposa puede decir: “Llevas siete años sin estar, me las he arreglado sola.”

Recogí una historia tan bella como triste. Una niña de siete años supo que su padre llegaría a Loudun, en Vienne. Solo lo conocía por fotos. Salió a esperarlo, y en el camino se cruzó con el alcalde y otro hombre, les saludó y siguió. Al llegar a la estación, esperó y esperó… En realidad, ya se había cruzado con su padre, pero no se reconocieron.

Más adelante me contó que no tuvieron baño en casa hasta los años 60, porque su padre decía que durante el cautiverio no lo necesitó, así que la familia tampoco lo necesitaba.

Se produjeron muchísimos divorcios. Imagínese: hombres que vivieron años en un entorno exclusivamente masculino, sin afecto.

¿Se les puede considerar los olvidados?

Sí, en cierto modo. Los “PG” (prisonniers de guerre) solo hablaban entre ellos, no con nadie más. Se encerraron en el silencio. Y como no hablaban, surgieron todo tipo de fantasías: “¿Qué habrá hecho? ¿Colaboró con los alemanes?”

En 1945, los “PG” descubren la Shoah, a los deportados políticos, a los resistentes… los verdaderos héroes. Es también en esta época cuando aparece el famoso cartel con un trabajador forzado (STO), un prisionero de guerra y un deportado tomados de la mano, con el lema: “Están unidos, no los dividan”.

Este artículo es una adaptación de su original en francés 

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