Ya hemos perdido la cuenta de la cantidad de resoluciones adoptadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Haití, en procura de mejorar la convivencia y el restablecimiento de un estado de derecho en la vecina nación.

Precisamente este lunes, por decisión de 15 miembros del Consejo de Seguridad, se acaba de aprobar la permanencia de la misión de la ONU en Haití, mejor conocida como BINUH, y que representa una permanencia de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH) hasta el 31 de enero de 2026. La extensión del mandato es apenas de 6 meses, pero algo es algo.

Panamá y Estados Unidos fueron los países que presentaron la propuesta de extensión, con una petición difícil -si no imposible- de cumplir: Que se persiga el fortalecimiento institucional haitiano a través del Consejo Presidencial de Transición, de cara a la celebración de elecciones generales en febrero de 2026.

¿De verdad, los países que aprobaron esta decisión piensan que Haití y su débil Consejo Presidencial de Transición pueda organizar elecciones para febrero del 2026, si ni siquiera cuenta con el control del territorio donde se realizarían las elecciones?

Otro desafío para cualquier elección en Haití es la actualización y vigencia de su registro civil, que en los últimos cuatro años tiene que haberse agravado en su inconsistencia.

Se está pidiendo que la BINUH elabore y comparta un plan general a las autoridades haitianas que permita abordar la grave crisis de seguridad del país. Es decir, ahora será Binuh quien deberá elaborar el plan y no el Consejo Presidencial de Transición. ¿Será posible?

Entendemos que esto va camino a un nuevo fracaso. Los datos que se aportaron al Consejo de Seguridad sobre la situación en Haití son cada día peores. La propia BINUH reportó recientemente que Haití sufrió un incremento del 24 % de "homicidios intencionados", un total de 4.026, en los primeros seis meses del año. ¿Es posible que en medio de esta masacre se pueda organizar elecciones?

El número de personas desplazadas internamente, por la violencia de las bandas, alcanza ya los 1,3 millones de personas, lo que implica que no hay condiciones para realizar ninguna elección. Los desplazamientos son terribles, y hay gente viviendo en antiguas escuelas, hospitales, edificaciones públicas. Un desgarramiento pocas veces visto en la historia del Caribe. La hambruna es una calamidad adicional, a la que se tendrán que enfrentar el BINUH y el Consejo Presidencial Provisional.

Haití requiere que protagonistas haitianos, empresarios, intelectuales, obispos, jueces y personas de experiencia asuman una responsabilidad mayor, al margen del Consejo Presidencial Provisional, que se encuentra desprestigiado e inmovilizado, para que reconduzcan el país hacia una etapa de credibilidad y solvencia. Una posibilidad es que se adhieran al Consejo Presidencial Provisional y lo empujen, lo asesoren y le abran el camino hacia decisiones inteligentes y que agrupen a más entidades, sectores y personas alrededor de la unidad de los haitianos. Solo los haitianos podrán salir de su crisis, asumiendo responsabilidad y unidad, para salvar a su país. De lo contrario las bandas y los narcotraficantes seguirán siendo sus torturadores y quienes terminarán sepultando definitivamente ese país, desfigurándolo de como lo hemos conocido.

Es a los haitianos a quienes corresponde actuar. Que los que se encuentran en el exilio regresen, que quienes abandonaron sus casas y dejaron todo en manos de los delincuentes retomen su lugar, y defiendan la institucionalidad en su país. Eso deben hacer los ciudadanos responsables. Seguir huyendo no es una salida noble en esta etapa. Hay en República Dominicana empresarios, profesionales, académicos y pastores haitianos. Esas personas deben hacerse el propósito de regresar a su país, y aunar esfuerzos para reconquistar la normalidad.