Un festival que celebra la palabra
La VII versión del Festival Literario Sur se lleva a cabo con éxito en el Centro Cultural Perelló de Baní. Este extraordinario encuentro de escritores del sur inició el día 12 y concluye el 14 de septiembre. Muchas felicidades a los organizadores de este evento que cada año se consolida. En esta ocasión, fue invitado por el Movimiento Cultural Sur el poeta mexicano Amando Aguilar Gordillo, quien presentó su libro La danza de las luciérnagas.
El inicio de una saga inesperada
En el marco de este evento, presenté la novela Waldo en el mundo que quiso vivir, tercera parte de la saga protagonizada por Waldo Tenerife.
Cuando decidí escribir La extraña obsesión de Waldo Tenerife, en realidad desarrollaba un cuento. Pero me di cuenta de que esta historia me pedía a gritos libertad y me presionaba cada vez más: «¡Libertad! ¡Libertad…!». No podía quedarse en las limitaciones de un cuento.
La fuerza de una idea
Fue así que inicié como quien emprende una peregrinación sin un mapa claro, solo con la intuición como guía, pero con una fuerza inspiradora potente: el amor más allá de la muerte. Me convertí en un caminante que, paso a paso, creaba personajes para resolver los conflictos que encontraba en la ruta. No programé paradas. Solo me dejé llevar por la necesidad de contar una historia auténtica e innovadora.
Así nació una novela contemporánea, futurista y emocionalmente radical.
Cuando el amor toca la piel, fácil se va; pero cuando toca el alma, permanece para siempre y se resiste a la separación física. Después de la muerte por cáncer de su esposa, Melfy, Waldo Tenerife era capaz de todo para volver a verla, pero el suicidio no era una opción. Esa idea, convertida en obsesión, lo llevó al borde de la locura. En esa incesante búsqueda para lograr su propósito, solo la ciencia le abriría sus puertas. Preocupados por su salud mental y por su vida, sus hijos y allegados se preguntaban desesperados: ¿cómo lo haría?
La chispa de los lectores
No tenía programada una segunda parte, mucho menos una trilogía. Todo cambió después de imprimir el libro. Las primeras lectoras fueron una sobrina y una de mis hijas. Al terminar, les pregunté:
—¿Qué tal la novela?
Ambas coincidieron:
—Me gustó… —A mí también…
Pero nos quedamos esperando más. Y entendí algo: quien se queda esperando más es porque disfrutó lo que leyó. Aquella observación encendió una chispa que fue iluminando mi imaginación. Más aún, alguien me dijo que la leyó de un tirón, otro en dos días, algunos que los hizo llorar: todos coincidieron en aspectos positivos de la historia contada. Así, Waldo comenzó a tomar cuerpo como un personaje del que se necesitaba saber algo más. ¿Qué le había pasado?
Entonces empecé a explorar caminos —algunos resbaladizos, otros escabrosos— hasta que entendí que estaba frente a un viaje mucho más largo de lo que creí al principio y que era necesario abrir nuevos senderos entre los enmarañados bosques de la vida. Y fue Wilber, el que se armó de valentía, iluminó el horizonte y apartó las neblinas que cubrían todo el espacio existencial.
Así surgió la segunda parte, Decisiones extremas, tan retadora como la primera. Wilber —el hijo menor de los varones— quería saber qué fue de su padre. Nadie conocía su paradero exacto tras el experimento, por tanto, emprendió un largo viaje en busca de él.
Wilber enfrentó barreras —económicas, emocionales, familiares— y también las derribó. Inició su propia odisea: una búsqueda incesante que desembocaría no solo en reencontrar a su padre, sino en algo mayor: el hallazgo de una cura para el cáncer.
El desenlace de una obsesión
Como ocurrió con la primera parte, tampoco planeé una tercera. Esto permite que cada una de estas historias pueda leerse de manera independiente. A diferencia de la anterior, Waldo en el mundo que quiso vivir comenzó a germinar antes de concluir Decisiones extremas. Me pregunté: ¿qué pasaría si Waldo en el 2060 llegara a Santo Domingo? ¿Qué tipo de vida le esperaría?
Era difícil desarrollar una idea de lo que a Waldo le aguardaba en su querido país. El mundo, como sabemos, está lleno de situaciones, tramas y escenas que solo necesitan ser exploradas para fluir como un río en pendiente. Así nació la tercera parte, la que cierra esta saga llena de intrigas, de retos, de peligros que acechan y de soluciones que esperan.
Waldo en el mundo que quiso vivir es el desenlace de una historia extraña y extrema que rompió las barreras entre la ciencia, la fe y el amor, generando una tensión que late entre la responsabilidad, la familia y el poder.
Volver a vivir
Tras casi cuatro décadas congelado en un experimento de hibernación sin precedentes, Waldo (quien cronológicamente tendría 102 años, pero en realidad conserva los 62) regresa a un mundo que avanzó sin él. Pero más allá del asombro tecnológico y del fanatismo que desata su regreso, deberá enfrentar su mayor desafío: volver a vivir.
Encuentra una sociedad dividida entre la razón científica y el dogma religioso. Pero su mayor batalla no será contra el tiempo, sino contra los prejuicios, los enemigos ocultos y los límites de su propia humanidad.
Una historia radical y conmovedora
Una historia valiente, profunda y conmovedora, donde la ciencia y el amor se enfrentan a los grandes miedos del alma humana: la enfermedad, la muerte, el olvido y el perdón.
En esta entrega, lo vemos convertido en símbolo mundial, perseguido por extremistas religiosos, codiciado por los políticos y amado por millones que ven en él la encarnación de lo imposible. Pero Waldo no busca tronos ni poder. Él solo quiere vivir, sentir, amar… y reencontrarse con lo que el tiempo no pudo arrebatarle: su verdad, su vida.
Esta novela explora los límites de lo humano y lo divino, de lo que el hombre puede lograr cuando el amor lo impulsa más allá de la muerte.
Una historia que espera dejarle al lector no solo emoción, sino también revelación, dolor, esperanza… y un reflejo de los dilemas más profundos de nuestra humanidad. Una historia donde el amor fue el verdadero motor. Y donde cada uno —Waldo, Melfy, Wilber, Enmanuel…— tuvo que cruzar sus propios desiertos para alcanzar su propia verdad.
josedespinosa@gmail.com
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