Salvinia Caminero nos entrega una poesía que es espejo, mapa y grito. Sus versos dialogan tanto con el alma individual como con la memoria colectiva de un pueblo. Leídos en conjunto, sus poemas revelan un universo donde el dolor, la errancia, la lucha y el amor se entrelazan en una misma pregunta esencial: ¿cómo seguir vivos aun cuando todo parece perdido?

La poesía de Caminero se destaca entre las voces más sinceras y conmovedoras de la lírica dominicana actual. Textos como “Sentimientos del alma”, “Al final del camino”, “La isla es nuestra” y aquel donde se interroga por la muerte de los inocentes —presumiblemente un hijo, simbolizado en “los pájaros”— conforman un corpus donde confluyen lo íntimo, lo vital y lo colectivo, desde una estética del sufrimiento, la resistencia y la búsqueda de sentido.

Este último poema se erige como un lamento existencial, un clamor que nace del duelo más profundo. La voz lírica, en su peregrinación desgarrada, interroga sin tregua: a la flor, al puritano, a Frédéric Dard, al sepulturero, al jornalero, al sacerdote, a la ciencia, a los escritores… Nadie puede ofrecer consuelo. Así, la poeta transita el camino del dolor sin respuestas, y el pájaro —símbolo de belleza, inocencia y fragilidad— encarna lo irremediable: la muerte de lo puro.

Este gesto refuerza una constante en su poética: el interrogante como núcleo generador. Ante el desamor (“Sentimientos del alma”), las vicisitudes de la vida (“Al final del camino”) o las injusticias históricas (“La isla es nuestra”), Caminero evita los consuelos fáciles y abraza una estética de lo irresuelto, del silencio y de la ausencia.

Su lenguaje es depurado y expresivo, ajeno a los excesos retóricos. Prefiere la métrica libre, que le otorga flexibilidad y ritmo natural. La recurrencia de anáforas, imágenes sensoriales y metáforas existenciales da forma a un lirismo contenido, pero de fuerte impacto emocional. La sencillez formal potencia la hondura de sus mensajes.

En términos temáticos, sus poemas pueden entenderse como una secuencia:

• En “Sentimientos del alma”, la confesión emocional adquiere dimensión universal.

• “Al final del camino” narra la autoconstrucción tras la caída.

• “La isla es nuestra” transforma la herida colonial en un canto de afirmación colectiva.

• Y el poema del pájaro convierte el duelo íntimo en una interrogación cósmica, sin consuelo ni respuesta.

Estos textos configuran un tríptico ampliado, donde el dolor se vuelve motor de transformación, la resistencia se afirma como dignidad y la esperanza —aunque silenciosa— se impone como pulsión indoblegable. Esta densidad temática se despliega en registros líricos diversos, pero siempre desde una perspectiva ética: poetizar desde la experiencia vivida y la memoria compartida.

“Sentimientos del alma” propone una confesión dramática teñida de sombras, donde el desamor se vuelve metáfora de redención. La amargura toma forma en el símbolo del acíbar, y la caída, aunque dolorosa, es necesaria para la renovación. En “Al final del camino”, el hablante —tras atravesar la intemperie de la vida— opta por reconstruirse. Finalmente, “La isla es nuestra” es una suerte de épica histórica que, desde una voz plural, denuncia las heridas del colonialismo y reafirma la identidad.

El estilo de Caminero conjuga claridad y profundidad. Elude el ornamento superfluo, pero logra imágenes poderosas como el “mar bravío” o el “claroscuro de tu inocencia”. Las anáforas intensifican la emoción, las metáforas sensoriales corporizan el sentimiento y el ritmo fluido —en ocasiones marcado por el hipérbaton— refuerza la tensión interna. Aunque en “Sentimientos…” aparece cierta rima consonante, predomina el verso libre, con un tono casi conversacional o testimonial, especialmente palpable en “La isla es nuestra”, donde la puntuación escasa y las elipsis evocan la oralidad de un manifiesto.

Uno de sus mayores logros es la integración entre ética y estética. Sus voces poéticas —ya sea el yo herido, el caminante o el pueblo— no se limitan a lamentar: sienten, indagan, actúan. Su poesía es testimonio, catarsis y acto de resistencia. Incluso cuando roza el didactismo o el melodrama, como en algunos pasajes de “La isla es nuestra” o “Sentimientos del alma”, la fuerza simbólica de su visión sostiene la autenticidad de su propuesta.

En definitiva, Caminero nos entrega una poesía necesaria, comprometida con la verdad emocional y la conciencia histórica. Sus poemas son espejos de duelo, mapas de supervivencia y gritos de afirmación. Leídos como un todo, revelan un universo poético donde el alma, el camino y la patria se entrelazan en una sola voluntad de permanencia.

Ike Méndez

Poeta, educador y ensayista

Ike Méndez es ensayista y metapoeta dominicano. Coautor de obras como *"San Juan de la Maguana, una Introducción a su Historia de Cara al Futuro"* (Primer premio en el Concurso Nacional de Historia 2000) y *"Símbolos de la Identidad Sanjuanera"* (Segundo premio en 2010). Ganó el Segundo premio en el Concurso de Literatura Deportiva “Juan Bosch” (2008) y colaboró en la serie *"Fragmentos de Patria"* de Banreservas. También coeditó las antologías *"Voces Desatas"* (poesía, 2012) y la primera antología de cuentistas sanjuaneros (2015). Ha publicado seis poemarios: *Al Despertar* (2017), *Flor de Utopía* (2018), *Ruptura del Semblante* (2020), *Baúl de Viaje* (2022), *Al Borde de la Luz* (2023) y *El Joyero de Ébano* (2024), que reflejan una evolución poética constante. E-mail: jemendez@claro.net.do

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