“Por el momento, quisiéramos simplemente mostrar por qué el negro antillano, sea cual fuere, tienen siempre que encararse con el lenguaje. […] Todo pueblo colonizado […] se sitúa siempre, se encara, en la relación con la lengua de la nación civilizadora… ”
Piel negra, máscaras blancas, Frantz Fanon [1]
El pasado 8 de marzo de 2025, tuvo lugar la conmemoración anual del Día Internacional de la Mujer Trabajadora en la parte exterior del Parque Independencia de Santo Domingo, a unos pasos de la Puerta del Conde del Parque Independencia como cada año. En la actividad participaron una diversidad de colectivas feministas y aliadas. Se trató de una concentración interseccional, donde participaron personas de varios sectores y donde se amplificaron sus voces y reclamos especialmente los de mujeres racializadas–haitianas, dominicanas de ascendencia haitiana, dominicanas negras–mujeres trabajadoras y mujeres con discapacidades. Durante la actividad se enfatizaron las demandas contra los feminicidios y la violencia de género, la lucha por la despenalización del aborto, las disparidades económicas y la crisis medioambiental causada por las megaminerías. También, como muestra de solidaridad internacionalista y de intersección de luchas sociales, se denunció el maltrato y deportaciones arbitrarias de madres y embarazadas haitianas y se enarboló la bandera palestina.
“Señores, la policía ha venido a interrumpir nuestro acto”.
Como hemos visto en el vídeo de la presentación artística de Corina y su Grupo de Salve durante la manifestación, la intérprete comienza a cantar: “¡Aguacero aguaaaa. Aquí va’llover!” seguido por el retumbe de las panderetas y tambores características de la salve dominicana. Segundos después, en el ya viral video, una de las maestras de ceremonia informa que agentes de la Policía Nacional demandan detener la actividad. Cuando es confrontado por las organizadoras, uno de los agentes exclama: “A mí no me van a hacer un concierto de haitianos aquí. Si me van a cantar, no me van a cantar en creole aquí a mí”, mientras que otro desconectaba los equipos de sonido.
La salve es una práctica cultural de la religiosidad sincrética popular dominicana, ampliamente documentada y estudiada por nuestrxs antropólogos. Sus letras tratan temas religiosos, temas relativos a la vida en el campo, la agricultura, entre otros. Corina, es una mujer negra, campesina, activista comunitaria e integrante de la Confederación Nacional de Mujeres del Campo – CONAMUCA de Monte Plata. Cantar y hablar en español u otras lenguas, la libertad de reunirse en asamblea, la práctica de expresiones culturales y cultos religiosos, entre otras prácticas relevantes al caso, son protegidas por la Constitución Dominicana.
Esta escena nos invita a preguntarnos, ¿Cómo pudo la policía confundir los cantos de salve en español con el creole? ¿Qué puede explicar esta reacción por parte de la policía que le hace cuestionar la lengua y la nacionalidad de las artistas?
Sobre la construcción lingüística de la dominicanidad.
A través de diferentes coyunturas sociopolíticas durante el último siglo en la República Dominicana, desde diferentes sectores se han estado circulando discursos discriminatorios y deshumanizantes contra personas racializadas y las expresiones culturales afrodominicanas. Estos discursos son movilizados tanto a nivel estructural como a nivel social e interpersonal. Por extensión, las personas negras y mulatas dominicanas, sin importar su nacionalidad, han sido también sujetas al racismo lingüístico hasta el punto que sus prácticas lingüísticas son estigmatizadas y pueden percibirse como deficientes o diferentes, como pasó con Corina. Desde la sociolingüística y otras áreas afines podemos analizar la dimensión lingüística del racismo dominicano—cómo un oyente puede percibir las prácticas lingüísticas de un sujeto racializado como no fluida o deficiente, simplemente por su percepción sesgada por haber interiorizado las ideologías hegemónicas.
La raciolingüística [2], por ejemplo, propuesta por los sociolingüistas Jonathan Rosa y Nelson Flores, es una perspectiva desde la cual se examinan las ideologías que hacen que la relación entre características etnorraciales y lenguaje se esencialice—como sucede cuando se asocia el idioma creole con negritud y viceversa, o cuando a las prácticas culturales afrocaribeñas y afrodominicanas se les considera haitianas. La escena que se dio durante las actividades del 8M ilustra una articulación de estas ideologías que contribuyen a la percepción de la lengua y de prácticas lingüísticas de personas racializadas en el país como diferencial de dominicanidad.
Esa correlación entre raza y lengua, desde la perspectiva del sujeto que escucha o quien es el interlocutor (el policía), también refleja el desarrollo histórico de el conjunto de creencias que posiciona la negritud como sinónimo de africanía y haitianidad y al idioma creole como indicador de estas categorías etnorraciales y nacionales. Sujetos posicionados desde la autoridad perpetúan el sistema social hegemónico y la ideología racial dominante que se caracteriza por la negación o menosprecio de lo negro y la tendencia a alinearse con lo blanco. En el proceso también se dan contradicciones, como en cualquier pueblo colonizado y en fase poscolonial: Corina no estaba cantando en creole y el policía que interrumpió la actividad es mulato. Es así como miembros negros y mulatos de la Policía Nacional, operando desde percepciones raciales hegemónicas, cuestionan la autenticidad de la dominicanidad de Corina. Cabe destacar que, en el país, donde versiones modernas los regímenes de poder coloniales se mantienen vigentes, es también común la represión de las fiestas de gagá en zonas urbanas y rurales durante Semana Santa. Podemos asegurar que si en la actividad del 8M hubiese grupos cantando en inglés este tipo de represión estatal no hubiese ocurrido.
El lenguaje es un acto social y como tal no solo se limita a la transmisión de información de un sujeto a otro verbalmente, por señas o por escrito. Otros modos de comunicación y otros signos y comportamientos también transmiten significado y pueden ser interpretados de varias maneras a través de varios contextos y momentos. Esto también explica por qué, a pesar de Corina cantar en español, el agente de policía la escuchó cantar en creole. Su capacidad de interpretar a Corina posiblemente también se vio sesgada por la variedad de elementos semióticos afrodominicanos multimodales–o sea elementos visuales, auditivos y afectivos–desplegados durante la presentación del grupo: el ritmo de la salve y su dinámica de canto de llamada y respuesta, el acompañamiento musical de panderetas, güira y atabales tocados por una congregación multigeneracional de mujeres y hombres negrxs en la tarima. Otro elemento importante es la imagen del mar de jóvenes negras con afros en el público cantando y animando la presentación. Esta mezcla de signos, que históricamente han sido asociados con la negritud dominicana rural, cimarrona, marginalizada y a la periferia de la cultura hegemónica considerada realmente dominicana, contribuyó a la racialización o discriminación racial de la práctica lingüística de Corina. A este contexto se pueden agregar las declaraciones de la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, quien justificó el atropello misógino y racista de la policía. La ministra también caracterizó al Parque Independencia como un lugar “de gran valor histórico y simbólico para nuestro país” por lo que, al ser un espacio “solemne” los encargados del orden tienen como mandato preservar su respeto y seguridad. El Parque Independencia es el lugar donde descansan los restos de los Padres de la Patria y está a unas cuadras de donde se disparó el primer trabucazo que anunció el inicio de la separación de Haití, por lo que es un espacio resguardado celosamente por el aparato ideológico nacional/ista. Sin embargo, precisamente por ser este el lugar donde inició la lucha independentista, es también donde cada año diferentes grupos protestan y manifiestan sus demandas.
¡Fanón, ven a ver!
El pensar haber escuchado “creole” en una canción de salve en español, refleja las ansiedades raciales de una persona de “piel negra y máscara blanca”, producto de la contradicción que habita en un sujeto colonizado y quien tiene la tarea de imponer y hacer cumplir la ley colonial de vigilar que ese orden colonial no se irrumpa ni desequilibre. Como ya hemos mencionado, en ese desagradable episodio se manifiestan ideologías que posicionan a personas racializadas en la otredad, en este caso a través de la vigilancia de las prácticas lingüísticas y el fenotipo, que se lleva a cabo cuando se busca demarcar los límites de la dominicanidad. También refleja el trazo de fronteras ideológicas a través del lenguaje y materialmente impone quienes pertenecen y quiénes no en el constante proyecto de construcción y reiteración de la dominicanidad.
El lenguaje no es sólo un recurso simbólico, declaraciones como la acusación hacia Corina y su grupo no solo reflejan el racismo del enunciante, sino que también crean y perpetúan el racismo. Utilizar los epítetos “haitiano” como peyorativo o acusar maliciosamente a alguien de hablar en “creole” busca causar dolor. Sin embargo, el punto de nuestra y otras denuncias de los atropellos hacia Corina ha sido quitarle la credibilidad a la acusación que posiciona al creole como algo malo. Como lengua vernácula de la primera república negra del mundo que ganó su libertad a través de una revuelta de esclavos, para el orden colonial e hispanófilo y su iteración moderna, el creole representa una amenaza. Después de todo, el kreyòl es una lengua de resistencia y de rebelión, como bien indica el lingüista de origen haitiano Michel de Graff.
A través de sus acciones, el agente de policía ejerció varios tipos de violencia durante este episodio de racismo misógino: el acto violento de físicamente desplegar a sus hombres en el espacio de conmemoración del 8M, el desconectar los equipos de sonido mientras que la presentación tomaba lugar y la violencia simbólica de menospreciar la expresión cultural afrodominicana a través de la discriminación y racismo lingüístico y su subsiguiente criminalización.
Hacia el final de la interacción con la policía, las organizadoras le entregan los permisos correspondientes al agente que parece liderar el operativo, quien al ser cuestionado repetidas veces sobre qué exactamente era lo que él alegaba que oía, respondió que tenía “un oído malo”. En esta interacción se desmorona el argumento del policía y las organizadoras retoman el poder, el poder de la palabra y el poder para seguir ejerciendo su derecho a aparecer.
[1] Fanon, Frantz. “El negro y el lenguaje,” Piel negra, máscaras blancas, La Habana: Editorial Caminos, 2011 [1958], pp. 19-35.
[2] Rosa, Jonathan and Nelson Flores. “Undoing appropriateness: Raciolinguistic ideologies and
language diversity in education”, Harvard Educational Review, vol. 85, no. 2, 2015, pp. 149–171.
Sobre la salve consultar:
Andújar, Carlos. Identidad cultural y religiosidad popular, Letra Gráfica, 2004.
Andújar, Carlos. La presencia negra en Santo Domingo. Un enfoque etnohistórico, Letra Gráfica, 2011.
Aracena, Soraya. Apuntes sobre la negritud de la República Dominicana, Helvetas, 1999.
Ellen Davis, Marta. Voces del Purgatorio: Estudio de la salve dominicana. Santo Domingo: Museo del Hombre Dominicano, 1981
Franco Pichardo, Franklin. La población dominicana: Razas, clases, mestizaje y migraciones. Editora Universitaria, 2012.
Paulino, Alejandro y Aquiles Castro. “Salve”. Diccionario de cultura y folklore dominicano, ABC Editorial, 2005.
Rosenberg, June C. El Gagá: Religión y sociedad de un culto dominicano. Un estudio comparativo, Editora de la UASD, 1979.
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