Asistí a la presentación del libro Agua o Tequila y, por supuesto, lo compré. Como es mi costumbre, hurgué en sus páginas como un experimentado jugador de cartas, dejándolas pasar una y otra vez ante mis ojos. Buscaba los capítulos, que en estos tiempos convulsos suelen ser un respiro necesario en la lectura. En lugar de eso, encontré tres secciones extensas, además de páginas con pocos puntos y aparte. Sin embargo, el interlineado generoso le daba un aspecto amigable, mientras que las interjecciones, las interrogantes y las frases en cursiva aportaban dinamismo a la lectura.
Me parece que este estilo estructural no es casualidad. La novela está concebida bajo un formato que el autor denomina "Mononovela", lo que sugiere una intención deliberada de romper con estructuras convencionales y explorar un tipo de narración poco común. La obra, de 200 páginas, fue publicada por la editorial Tiempo de Nosotros, con su primera edición en septiembre de 2024.
Narrativa y estructura: un experimento literario
Para escribir una historia con este nivel de complejidad, el autor debe tener un dominio claro de su oficio. Alejandro Santana demuestra pericia al construir una narrativa que exige al lector adentrarse en un monólogo interior denso, lleno de confrontaciones. La estructura de la novela se convierte en un reflejo de la mente del protagonista: un terreno escarpado, lleno de contradicciones y luchas internas. A pesar de la aparente simplicidad de la trama, que en esencia rompe con lo tradicional, la composición narrativa es compleja y arriesgada, pues explora una manera única de contar la historia mediante un narrador en segunda persona que conoce e interpela constantemente al personaje.
Tema y trama: una lucha existencial
Agua o Tequila aborda un conflicto universal: la lucha contra la adicción y sus implicaciones psicológicas, culturales y sociales. El protagonista, un exbeisbolista de Grandes Ligas apodado "Vitilla", que después de una exitosa carrera se enfrenta al deterioro de su vida tras caer en el alcoholismo. La novela no solo se limita a narrar su descenso, sino que también funciona como una crítica a ciertos aspectos del statu quo y a la normalización de conductas adversas en diversos ámbitos culturales y familiares.
La trama inicia in media res, con el protagonista ya atrapado en su vicio y confrontado por una voz que lo interroga, lo presiona y lo enfrenta a su propia decadencia. Este recurso aporta dinamismo, evitando largos preludios explicativos. Aunque la historia se extiende y el lector necesita un descanso, la intensidad se mantiene, llevando al lector a la angustia de un personaje que intenta, sin éxito, romper con su adicción.
Personajes y narrador: la dualidad de la conciencia
La historia gira en torno a un personaje central que, aunque se mencionan otros nunca interactúan de manera directa, sino que, es el narrador quien le recuerda cada interacción o confrontación, tanto, con la esposa o con la madre. La mayor peculiaridad de la novela radica en su narrador. Santana emplea un narrador en segunda persona, un recurso poco habitual y difícil de sostener, pero que aquí se ejecuta con notable eficacia. Este narrador como si fuera omnisciente, no solo relata, adivina sus pensamientos, sino que juzga, acosa y sacude al protagonista con frases que funcionan como latigazos de su propia conciencia.
En algunos momentos, el narrador parece desdoblarse, dando la impresión de que es el propio protagonista hablándose a sí mismo. Esto crea una dualidad introspectiva que intensifica el conflicto interno del personaje. Un ejemplo de ello se observa en este fragmento:
"No hay duda, tengo que dejar la bebida, dices al sentir el resplandor de la luz del día que te hiere el iris y te abofetea sin piedad en pleno rostro. Ayer dijiste lo mismo, el mismo drama, te repites: ¿Te acuerdas? te preguntas, sí claro, que lo recuerdas y antes de ayer y tras antes de ayer y todos los días dices lo mismo y tratas de hacer memoria desde cuándo vienes repitiéndote esa misma cantaleta…", (Pág. 21).
Este tipo de narración genera un efecto que arrastra al lector a la mente del protagonista y obligándolo a sentir su desesperación. La mención de una tercera persona usando la segunda, refuerza la sensación de una narración que se fragmenta para mostrar la constante lucha en la que se ha visto inmerso el personaje principal.
Estilo y lenguaje: entre la crudeza y la poética
El estilo de Santana es directo y crudo, con oraciones largas que imprimen un ritmo agitado, reflejando la ansiedad del protagonista. En ciertos pasajes, el lenguaje se vuelve agresivo y visceral, como en este ejemplo:
"¡Mírate! Casi no puedes mantenerte en pies, suenas como un disco rayado, das pena, asco y vergüenza. Todavía sientes la cabeza mareada y piensas que en cualquier momento te va a explotar como cohete de los que vienen en los chufláis de a chele." Pág. 23.
La mezcla de registros lingüísticos, desde un tono poético hasta uno vulgar y desesperado, contribuye a la autenticidad del relato. Expresiones como "me cago en la puta madre que me parió" (Pág. 22) refuerzan el estado de rabia e impotencia del protagonista. Sin embargo, este uso del lenguaje soez no es fortuito; cumple una función narrativa al intensificar el impacto emocional de la historia.
Tiempo y estructura: una introspección sin concesiones
La novela se sitúa entre finales del siglo XX e inicios del XXI, con una estructura dividida en tres partes y marcada por una profunda introspección. La ausencia de capítulos convencionales refuerza la sensación de un flujo de pensamiento incesante, sin respiro, en el que convergen diversos factores de raíz cultural, psicológica y conductual. Esta integración no solo impacta la conciencia del protagonista, sino que se convierte en el verdadero escenario del conflicto del cual no es posible salir. Aunque desafiante para el lector, esta estructura contribuye a una experiencia inmersiva que potencia la intensidad de la obra.
Consideraciones finales
Agua o Tequila es una novela que pone a pensar al lector y constantemente busca en descubrir quien habla. Su audaz manejo del narrador en segunda persona, su exploración psicológica y su crítica social la convierten en una obra singular dentro de la narrativa contemporánea. Sin embargo, para futuras ediciones, el autor podría considerar segmentar más el texto y construir oraciones más cortas para facilitar la lectura sin comprometer su esencia.
En definitiva, Alejandro Santana demuestra un dominio del lenguaje y de la estructura narrativa que desafía y enmienda modelos al ofrecer una experiencia literaria distinta. Su obra es un llamado a la reflexión sobre las adicciones y la lucha interna del ser humano. Un trabajo que, sin duda, deja huella en el lector.
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