Josefina Báez, es una artista dominicana que, nos lleva a través de su obra Dominicanish a una experiencia poética del desplazamiento. No se trata solo de una experiencia migratoria, sino de una filosofía de estar en constante movimiento. En esta obra, que mezcla poesía, teatro y testimonio, migrar no es solo cambiar de país: es una condición de vida, una forma de estar en el mundo. Este ensayo presenta  Dominicanish como una ontología poética del desplazamiento, donde el lenguaje, el cuerpo, la identidad y la nostalgia son campos de batalla simbólicos para la subjetividad migrante. (Panchoaga, 2020).

Desde las primeras páginas, Báez nos presenta una visión radical de la migración:

“He estado migrando desde que nací. De hecho, nacer desencadena migraciones. Todo vivo es un migrante” (Canto de plenitud, p. 12).

Con esta afirmación, la autora rompe con la idea de la migración como un evento traumático o excepcional. Migrar se convierte en la metáfora vital por excelencia: un modo de existir marcado por el cambio, el cruce, la pérdida y la reinvención constante. Migrar es renacer una y otra vez. Es entrar al mundo no desde la estabilidad, sino desde la grieta. Esta visión trasciende lo biográfico o lo geopolítico: lo migrante es, en Báez, una condición del alma, una apertura constante hacia lo otro, lo posible, lo no dicho.

Esta concepción se encarna en una escritura que subvierte la linealidad, el orden y la gramática. Báez construye un lenguaje fragmentado, mezclado, donde el inglés y el español, el slang neoyorquino y la oralidad dominicana conviven sin jerarquías. Su escritura performa el desplazamiento:

 “STD ISD PCO STD ISD PCO / un fax para dejar lo mejor de los dos mundos” (Urban Aphorisms, p. 24).  

Este caos lingüístico no es un fallo, sino una estrategia. El texto mismo migra, se descoloca, se traduce y se pierde. La lengua se convierte en el escenario de una lucha por la pertenencia, la expresión y la afirmación. No hay una lengua original que se haya perdido, sino una multiplicidad de registros que se negocian en cada verso, en cada gesto.

A través de esta polifonía lingüística, Báez nos habla de una subjetividad que ya no busca unidad ni pureza, sino que se reconoce mestiza, contradictoria, en tránsito.

 “Yo no me llamo ningún Solange. Yo soy Quisqueya Amada Taína Anaisa Altagracia. Una York-dominican-york” (s/p).  

Aquí la autora se nombra desde lo mixto, desde el entre-lugar. Ser “Dominicanish” no es una falta en la identidad, sino una forma legítima y poderosa de estar en el mundo. El sujeto migrante de Báez no se asimila, sino que resiste, se reinventa, se nombra a sí mismo desde los márgenes. La identidad, entonces, deja de ser un dato fijo para convertirse en una práctica de reescritura constante.

El cuerpo en Dominicanish no es un receptáculo pasivo del exilio, sino un archivo de experiencias, un lugar donde la migración se siente, se goza, se sufre. En "As Is É", leemos:

“lo guían sigilosa y deliciosamente / a adivinar mis deseos / a tocarme donde florezco” (p. 89).

El cuerpo no es solo víctima de desplazamientos forzados, sino también lugar de placer, de agencia, de vida. Báez rescata el erotismo como una forma de resistencia y de dignidad en medio del desarraigo. La piel se convierte en texto, en frontera, en altar. Así, el cuerpo migrante no solo sobrevive: también florece.

La migración, sin embargo, también conlleva duelos. La nostalgia atraviesa Dominicanish como una bruma ambivalente. No es una nostalgia edulcorada, sino crítica:

“Gente, si en verdad no pudiéramos vivir sin nuestro allá… ya nos hubiéramos regresado. ¿Quién nos para? La verdad. El nuestro allá, está allá pero no es nuestro” (s/p).

Esta afirmación desnuda una de las verdades más dolorosas del desplazamiento: el retorno es imposible. El “allá” ya no existe como era, ni el sujeto migrante es el mismo. Migrar es renacer, sí, pero también es morir un poco en cada mudanza de lengua, de tierra, de afecto. El lugar de origen se transforma en una construcción afectiva atravesada por la distancia, la culpa, el deseo y la pérdida.

Báez también pone atención a las infancias migrantes, como en "Ana y Anand", donde los niños asumen el papel de traductores e intérpretes:

“Ana y Anand tienen 7 años. / Ana y Anand son intérpretes y traductores” (p. 101).

La migración les arrebata la inocencia lingüística y los convierte en puentes culturales entre sus padres y el nuevo mundo. Esta inversión de roles evidencia la carga emocional que implica crecer en un entorno ajeno, donde la lengua materna y la lengua del poder se disputan el alma. La niñez, en este contexto, se convierte en el primer campo de batalla de la identidad. Y sin embargo, también en un espacio de creatividad y de resistencia precoz.

El texto, en su forma misma, se resiste a ser leído de manera tradicional. Más que una obra escrita, Dominicanish es una experiencia performática. Cada pausa, cada repetición, cada código cruzado lleva la marca de la oralidad y del cuerpo. Báez no solo escribe desde el desplazamiento; ella lo encarna. La voz poética cambia de ritmo, interrumpe, traduce y se autotraduce. Así, el libro deviene en un espacio escénico donde el yo poético se representa, se oculta y se multiplica. La lectura se transforma en acto, en ritual, en performance interior.

La ontología poética del desplazamiento que plantea Báez no se queda en lo individual. Su obra interpela a toda la comunidad diaspórica, a todo sujeto que ha vivido el cruce, la frontera, el desarraigo. En su afirmación final “Levente no. Yolayorkdominicanyork”.

Hay una rendición amorosa, una aceptación de la complejidad de ser múltiples. Migrar, en este contexto, no es sólo renacer, sino aceptar que ese nacimiento será siempre incompleto, herido, pero profundamente creativo. La multiplicidad ya no es síntoma de pérdida, sino prueba de vida. La grieta se vuelve hogar.

Finalmente, "Migrar es renacer" no es una metáfora en Dominicanish; es su eje ontológico. Josefina Báez nos entrega una poética de la migración como condición existencial: plural, caótica, encarnada y profundamente humana. Su lenguaje híbrido, su erotismo resistente, su crítica mordaz y su ternura performática hacen de esta obra un testimonio vital de los cuerpos en tránsito. La autora no busca consolar al lector, sino removerlo. Nos recuerda que todo nacimiento implica una pérdida, y que toda migración es también una posibilidad radical de reescribirnos. Así, Dominicanish no es simplemente un conjunto de poemas es un acto de supervivencia, una escena de resistencia y una cuna para los nacimientos infinitos del alma migrante. Escribir desde el exilio, desde la mezcla, desde la voz quebrada, es también una forma de sembrar futuro.

Bibliografía

  1. Panchoaga, E. M. (13 de marzo de 2020). Biblioteca Nacional de Colombia. Obtenido de https://www.bibliotecanacional.gov.co/es-co/colecciones/biblioteca-digital/poemas-y-cantos/Paginas/01-poemas.html?id_poeta=Josefina_Baez

____________________________________________________

La autora del artículo es estudiante de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

EN ESTA NOTA

Chantal Moreno

Chantal Moreno es estudiante de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Ver más