A inicios del siglo XX, las pulperías dominicanas eran el centro social de las clases sociales más humildes de la población. Allí se reunían los “locos del barrio”, los borrachones siempre dispuestos a contar los cuentos más picarescos , los pobres galleros de patio, los jugadores de dados, barajas y dominó.
Recuerdo este domingo la pulpería de mi abuelo materno Polo, allá, en la otrora aguerrida y fértil ciudad de mi infancia, Moca, en la provincia Espaillat, República Dominicana.
Su establecimiento comercial estaba ubicado en el barrio Puerto Rico. Un local angosto de madera y techo zinc, siempre oloroso a miel fresca y habichuelas recién puestas para la venta al público. Una pequeña tienda de alimentación bien surtida a principios de los años 70 del pasado siglo con todo lo necesario para sobrevivir en el contexto de una “pobreza solemne” como proclamaba en su obra y vida Gabo, el gran escritor colombiano. Gabriel García Márquez.
Mi abuelo vivía en el “pueblo abajo” de Moca cerca del mercado y los burdeles y billares de baja ralea. El otro “pueblo arriba” vivían los que ahora son llamados “popis” , antes "riquitos", los de los colegios de curas (San Juan Bosco y María Auxiliadora); y la Seño, Aurora Tavárez Belliard, mi tía que nos enseñó a leer y escribir en la calle 26 de Julio, frente al mítico Parque Cáceres.
Mi abuelo Polo, era un hombre jabao, bajito y siempre humilde, con su sombre de canas y encorvado por el peso de los años y de la vida austera, eminentemente rural, de origen canario pero mocano hasta la tambora, vendía árganas para montar caballos y burros a causa de que la mayoría de la gente en el país residía en las zonas rurales y carecía de vehículos motorizados. Moca y sus zonas rurales eran hermosos campos florecidos de mango, yuca y viandas variadas , sanas y nutritivas, y potreros de vacas y novillas que producían leche para borugas y la delicisiosa nata con azúcar.
Ofertaba sendos barriles de miel de abeja con cientos de reinas voladoras abrazando los recipientes y picando al que se dejaba picar; sacos de arroz y de habichuelas rojas y negras; dulces artesanales sobre el mostrador – de coco, leche, raspadura, cajuil, carambola y bienmesabe gratinado con una corona de suspiros duros y secos, multicromáticos y sabrosos.
A las personas de la comunidad de mayor confianza y necesitados de una libra de arroz, le vendía a crédito -fiao- cuyas cuentas no pasaban de 100 pesos, una cantidad astronómica para la época.
¿De dónde vienen las pulperías en Republica Dominicana?
A mediados del siglo XVI, en pleno apogeo de las colonias españolas en América Latina y el Caribe, nacen las pulperías. Equivalía a las proveedoras por excelencia de artículos y accesorios vitales para la vida cotidiana. “El almacén del pueblo”
En México, el término pulpería devino por vender una bebida alcohólica denominada pulque. El pulque, o vino de agave, es una bebida alcohólica elaborada con la savia fermentada del maguey. Es tradicional en el centro de México, donde se ha producido durante milenios.
En los tiempos de mi abuelo Polo, su pulpería curaba con remedios caseros provenientes de plantas como la tua tua y el palo de guayacán. ¿Se acuerdan de las velas de sebo de color marrón? Con ellas se iluminaban los días y las noches. Igualmente, cuadros de santos, gladiolos para las honras fúnebres y pócimas para los dolores.
A inicios del siglo XX, las pulperías era el centro social de las clases sociales humildes de la población. Allí se reunían los “locos del barrio”, los borrachones con los cuentos más picarescos, los más burlones y cuereros , los pobres galleros de patio, los jugadores de dados y barajas y los antecesores de los estafadores de juegos de azar se juntaban y bebían chatas de Ron Palo Viejo en los vasitos cortos de ron a manera de petacazos.
El tiempo ha pasado y mi querido abuelo Polo ha muerto, como dijo en su momento mi madre desconsolada, murió como un pajarito, solito” Su pulpería surtida de cocaleca, árganas y el original mabí fermentado, se transformó en un colmado para beber cervezas y vender agua potable, nada que ver con aquella pulpería de mi infancia
En el año 2016, según el Registro Nacional de Establecimientos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), en el país existían 1,477 colmados y pulperías formales en todo el país, de los cuales 159 estaban en el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo.
Seguro que la cifra no corresponde con la actual República Dominicana. Las pulperías, de bucólicas y románticas, se convirtieron en los “bares” de las comunidades, barrios , provincias y pueblos. Ya no se busca comida al detalle, para eso están los supermercados. Ahora el colmado es un espacio lúdico para beber, enamorarse, jugar dominó y surtirse de lo más mínimo: agua potable como ya dije o algún puesto de empanada para desayunar y así empezar la jornada de trabajo.
A mi abuelo Polo, donde quiere que esté , les doy las infinitas gracias por la miel untada en pan de agua calientico y crujiente por las mañanas y por su trato amable y cariñoso para todos. Te recuerdo papá Polo.
Compartir esta nota