Existe una atracción por lo perfecto. Esto lo digo de entrada, aunque no todos pensemos lo mismo. En toda obra humana o de la naturaleza, el ideal de lo perfecto asalta. Es un fenómeno de la naturaleza en sentido general y de lo humano en particular. Ese ideal se arrastra desde que se tiene conciencia del universo. Se ha manifestado en todos los grupos humanos y civilizaciones. Hay una fuerza que empuja desde lo interior a lo exterior y viceversa. Viene desde el primer instante de la apreciación, construcción y adoración de “lo perfecto”. Las historias antiguas y de civilizaciones basan su evolución en el perfeccionamiento de las cosas. Sus inicios datan de los primeros usos de la tecnología, el manejo de las herramientas, el control del fuego, el uso de la rueda y el desarrollo del lenguaje. El ser humano apunta a ser mejor y mejorar todo. Hay en él un horizonte: lo perfecto. Se encarga de idealizar a partir de lo mitológico, místico, científico, artístico, filosófico y religioso. Los arquetipos como estructuras sociales colectivas describen esa atracción humana por lo perfecto. Encontramos en los grandes mitos y relatos las más altas expresiones de la aspiración perfeccionista. Los dioses mitológicos, históricos y culturales han servido de modelo en lo ontológico, moral y material para formar pensamientos sencillos y complejos en la búsqueda de lo perfecto. ¿Los pobladores antiguos, cazadores y recolectores de granos, tenían el ideal de lo perfecto con la finalidad de lograr la subsistencia y defenderse de los predadores?  Hay muchos indicios antropológicos que los afirman. Utilizaron múltiples maneras para la caza: los lazos, trampas, fosos, cebos, venenos, señuelos, etc. Crearon una cultura de búsqueda, persecución y muerte, con el fin de obtener sus propósitos. Ejercitaron el manejo de las lanzas jabalinas con el objetivo de lograr el tiro certero o perfecto y dar en el blanco. Su misión era atrapar o librarse del animal y cada vez debían hacerlo con más facilidad y menor esfuerzo.

La dulce atracción por lo perfecto

Para aproximarnos más al tema, es bueno darse un paseo por el panteón de los dioses griegos, romanos, orientales, nórdicos y de otras civilizaciones. En ellos encontramos ideales de perfección, aunque en las prácticas disten de la verdad. La diosa bella del Olimpo es Afrodita, y Venus en la mitología romana. En ellas se conjugan el amor, la belleza, la sensualidad y la pasión. La perfección de la mujer hermosa, griega y romana, está encarnada en Afrodita y Venus, respectivamente. En su función simbólica y de adoración, eran un ideal en ambas culturas. Si escribimos sobre Grecia y los dioses, el más perfecto de ellos es, sin lugar a dudas, Zeus, el rey de los dioses, y el señor del cielo y el trueno. Personaliza la justicia, el orden, la fuerza y otros atributos. La mitología y la religión consideran a los dioses a menudo como un producto de la percepción y que representan aspectos de la naturaleza, como el rayo, en Zeus; el amor, en Afrodita; o el mar, en Poseidón. Para la mitología nórdica no existe un dios perfecto; idealizan a Balder, asociado con la luz, la sabiduría, la belleza y la inocencia. Sin embargo, Odín es el dios principal. En el plano religioso, los musulmanes tienen en Alá a su Dios perfecto, y en el cristianismo, la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), que representan al Dios perfecto. Esa perfección se refiere a lo moral o a lo ontológico, a aquel Ser que no tiene defectos ni carencias.

         Este ideal de perfección no es una creación de los dioses ni del individuo humano; es huella del universo, que se repite como fractal en la conciencia de los individuos y sociedades, humanas y no humanas. Se muestra en toda sustancia del universo, en las partículas más pequeñas como en las más grandes estructuras cósmicas. La autoorganización biológica es un reflejo de esa actitud, esa tendencia a seguir construyendo lo perfecto a pesar de sus múltiples complejidades. Se convierte esa actitud en una constante natural e inagotable. Cada individuo en la naturaleza lo expresa, consciente o inconscientemente, automática o mecánicamente.

¿Las hormigas marchan a un ritmo perfecto o al azar en su ritual de desplazamiento? ¿El canto de ciertas aves tiende a ser un modelo de perfección o, en realidad, eso no tiene importancia para ser valorado como fenómeno musical? Hay estudios que revelan el maravilloso comportamiento de las hormigas, en este caso: sus desplazamientos, sus modos de alimentación y el peso que puede soportar su cuerpo. Hay melodías de aves que asombrosamente se ajustan a modelos musicales, artísticos. En los casos que seguimos, las hormigas y las aves cantoras no poseen el desarrollo de una conciencia sobre sí mismas (al menos eso creemos ahora); no reflexionan sobre su propio ser o estar como lo hacen los seres humanos, provistos de un cerebro más desarrollado. Entonces, a las hormigas y a las aves en referencia, ¿de dónde les viene ese instinto natural, esa tendencia a lo perfecto exhibida en sus actividades? Si no hay respuesta, muchos dirán que es de Dios, y se vuelve a evocar el ideal de perfección, Aquel quien responde cuando o donde no hay respuestas y explicaciones.  

Todos los cultos, los rituales, las acciones de ciencia y las idealizaciones tienen como fin último el logro de la perfección, en cualquiera de sus predicamentos: moral, material, social, místico, cuántico, etc. Buscar una explicación única que responda a todas las preguntas del universo sería la ansiada aspiración del hombre. Los artistas intentan hacerlo utilizando diferentes filosofías y disciplinas como la estética. Muchos místicos, filósofos y religiosos aspiran a lograrlo a partir de lo moral. Diversos científicos lo hacen con la materia.

Los conceptos de perfección varían según los contextos, periodos, grupos humanos y civilizaciones. En algunas reflexiones se ha tomado el arte como modelo, aunque se reconozcan las limitaciones del lenguaje artístico, la elasticidad de la plástica y la variabilidad de las emociones, sentimientos y pensamientos.

En lo literario, el género donde la plasticidad del arte alcanza y prolonga los límites del lenguaje es la poesía. Es un género mayor. Explora la subrealidad, la realidad, la transrealidad, la “intuicionalidad” y la metarrealidad. En cada uno de los casos se buscan modelos de perfección, de forma intencional o no. De ahí, la semilla del escritor para producir su obra maestra. En esa actividad hay una atracción por lo perfecto. Al observar una pintura o escuchar una pieza musical, bailar una danza o generar el diseño de una obra arquitectónica, la intención, el cuidado, el esmero y el compromiso personal, moral y social impulsan hacia el perfeccionismo. Con este argumento no rechazo las reacciones en contra, las cuales, en el fondo, están basadas en lo mismo, pero desde otra perspectiva.

A pesar de que el ser humano conoce sus limitaciones, reta a la perfección. Empuja en pos de ella. No es difícil encontrar ejemplos de algunos que autosemejen a los dioses en su ideal; traten de emularlos, principalmente en los temas del poder y la gloria, rara vez en sus magnificencias.

El concepto de lo ideal en este caso es lo mismo que el de perfección. Es siempre disruptivo, cambiante e innovador. Por ello se juegan hasta la vida en pos de su alcance. Pero pasa lo mismo que con el horizonte: mientras más te acercas a él, más lejos se pone, parafraseando una canción de Joan Manuel Serrat. El ideal se puede convertir en utopía en casos personales y sociales.

En toda actividad humana, importando y sin importar los valores, se tiende a la perfección del ideal y la obra. Hasta el criminal idealiza el “crimen perfecto”. Tanto el poeta como el ladrón, el pastor, “el prohombre y el gusano” lo aspiran. Es como si en el universo existiera la huella eterna en el espacio-tiempo de un arquetipo que representa patrones de la experiencia cósmica y humana.    

Virgilio López Azuán

Escritor y académico

Virgilio López Azuán es escritor y académico, exrector de la Universidad Tecnológica del Sur –UTESUR- y ex director general de Educación -MINERD-. Ha cursado maestrías y especialidades en Educación, Lingüística, Estudios Afroiberomericanos y Participación Comunitaria. López Azuán es fundador del Movimiento Literario Efluvismo y ha obtenido diversos premios nacionales de literatura en los géneros, cuento, poesía y teatro. Ha publicado una veintena de libros entre los que se destacan: La pretendida de Verapaz (Novela), Sumer: Poética de los números, Paraísos de la nada, Incendios del Agua, Paraísos de la imagen, Unicornio, Ladran los Huesos, Cuando la mar bota peces, entre otros.

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